“La cicatriz sobre la herida / fue quien me enseñó que la piel también olvida”, decía Sharif en la espectacular canción ‘Culpable’. Era septiembre de 2020 cuando la murciana Ana Carrasco sufría un espeluznante accidente entrenando en el Circuito de Estoril que le provocaba la fractura de dos vértebras, lo que dio lugar a una impresionante cicatriz que surca toda su espalda en vertical.
No habían pasado ni dos años de su histórico título mundial de Supersport 300, y en ese mismo momento estaba metida de lleno en la lucha por recuperar la corona. Evidentemente, aquel incidente puso punto final a su temporada, e incluso ponía en duda que pudiese volver a competir o, al menos, que pudiese volver al nivel previo a la lesión.
Por supuesto, no faltaron multitud de condescendientes y paternalistas comentarios machistas en redes -como si sus homólogos hombres nunca se hubiesen roto un hueso- que se debatían entre los ‘ya dije que se iba a hacer daño’ y el convencimiento de que Carrasco no volvería a alinearse en una parrilla. Por suerte, no hizo caso y el KRT renovó su confianza en ella.
Volvió a competir en 2021 y, pese a que fue un año realmente difícil, volvió a saborear la victoria en Misano, la séptima de una categoría que abandonó después de un lustro para volver a Moto3. Una decisión realmente valiente, ya que emprendía el camino de retorno de las motos de serie a los prototipos, que sus rivales tenían por la mano.

Allí le tocó sufrir dos temporadas hasta que, a finales de 2023, se anunció la creación -por fin- del WorldWCR, el Campeonato del Mundo Femenino de Velocidad. Un hecho histórico en el que no podía faltar la de Cehegín, acostumbrada a hacer historia. Además, lo haría midiéndose a la otra gran piloto de la última década, la manchega María Herrera.
La experiencia de Herrera con motos más pesadas como las MotoE parecía otorgarle cierta ventaja sobre la Yamaha R7, pero Carrasco no se amilanó con los triunfos de su rival. Hizo gala de su experiencia para agarrarse al podio, del que no se bajó en las doce carreras de la temporada, consiguiendo cuatro victorias, cuatro segundos puestos y cuatro terceros.
El último tercer puesto fue el que le dio el título en la carrera final, donde pareció tenerlo perdido en la última vuelta. Cualquiera se hubiese puesto nerviosa tratando de ganar posiciones, pero para una piloto que cuatro años tenía la espalda abierta de par en par, aquello fue un contratiempo sin mayor importancia y finalmente se alzó con su segundo título mundial.
“Orgulloso de mis cicatrices, / de todas las veces que tropecé. / Porque me hizo ser yo, lo que hice; / aprendí y avancé, ahora que me analicen”; sentenciaba Natos en el popular tema de Natos y Waor. Puede que la piel de Ana hubiese olvidado aquella herida, pero sigue portando el orgullo de una cicatriz que le ha hecho aprender y avanzar para seguir haciendo historia.