Resulta curioso cómo el paso del tiempo no impide que haya motos que sigan recordándose como únicas aunque no lograran grandes triunfos. En el caso de la Laverda V6 de 1.000cc ha jugado a su favor que fuera la única que montara un motor con seis cilindros en V y que su historia resultara de infausto recuerdo para los propietarios y los seguidores de esta marca italiana.
Los años 70
En los años 70 el panorama motociclístico estaba cambiando. Las marcas japonesas habían desembarcado con más fuerza en el mercado (sobre todo en Estados Unidos) y no tardaron en comenzar a dominar con mano férrea las competiciones, incluido el Mundial de 500cc y las de resistencia, donde sus superbikes parecían imbatibles.
Las marcas europeas, dominadoras en las décadas anteriores, necesitaban revertir esta situación y eso llevó a Laverda a jugárselo todo a una carta: la Laverda V6. Con ella querían conquistar el mercado de las motos de gran cilindrada y para ello utilizarían el Mundial de resistencia. Allí se batirían con las Honda y las Kawasaki.

Un concepto diferente
La familia Laverda, con los hijos de Francesco al frente, Piero y Mássimo, consideró que la única oportunidad que tenían para mejorar la situación de la marca pasaba por competir entre las motos de gran cilindrada. Y para ello crearon un modelo introducía el concepto de los seis cilindros en V. El motor fue diseñado por Giulio Alfieri y destacaba por una potencia 160 CV y una velocidad punta que se acercaba a los 300 km/h.
Laverda V6 en el Bol D’Or
Después de presentarla en 1977, la moto participará en la mítica prueba de resistencia Bol d’Or. Nadie esperaba que ganase pero todos los ojos se posaron sobre esa espectacular máquina, capaz de superar en velocidad a las Honda, aunque tuviera menor manejabilidad de las curvas.
La andadura en el circuito Paul Ricard fue de 8 horas y media, aunque ellos mismos sabían que la transmisión por cardán no aguantaría toda la prueba. No obstante, la moto había dado de qué hablar y al año podrían seguir desarrollándola, convencidos de que tarde o temprano conseguirían un triunfo que les daría más fama y que les abriría el mercado estadounidense.
El fin del motor V6 y de Laverda
El esfuerzo económico estaba siendo grande y los Laverda pasaban dificultades, pero sabían que el Mundial de resistencia era el escaparate perfecto. Al año siguiente limarían los errores (utilizarían cadena y no cardán) y serían capaces de destronar a las motos japonesas.
Pero fue entonces cuando sufrieron el revés definitivo: la FIM decidió prohibir los motores de seis cilindros (tanto el suyo en V como los que estaban construidos en línea). Aquello supuso un mazazo para Laverda, pues se cerró la principal vía de desarrollo. Podrían haber seguido trabajando en su V6, pero sin el apoyo de la competición resultaba más costoso y las finanzas acabaron con la marca. Fue el final de una de las motos más especiales y desafortunadas de la historia del motociclismo.