Yamaha Motor Company está celebrando en este 2025 su 70 aniversario. Siete décadas desde que Genichi Kawakami fundara en 1955 la división de motocicletas dentro de la corporación Yamaha, que ya contaba entonces con más de medio siglo de vida. Y es que para conocer el origen de la compañía hay que irse a finales del siglo XIX, más concretamente al año 1897, cuando su fundador, Torakusu Yamaha, un artesano que viajaba por Japón reparando órganos, comenzó a fabricar sus propios instrumentos.
Durante esa primera etapa, la empresa fue creciendo y ampliando su catálogo musical, pero como casi todas las empresas nacionales la llegada de la Segunda Guerra Mundial supuso un cambio de guion. Toda la industria nipona se puso al servicio del Imperio del Sol Naciente y como Yamaha tenía experiencia en el tratamiento de la madera, comenzó a fabricar hélices de aviones.
Tras ese primer escarceo con el mundo de la aviación, llegó la postguerra. Como Japón estaba en el bando de los perdedores, le impusieron durísimas sanciones y su industria estuvo durante muchos años intervenida por potencias extrajeras, que poco a poco fueron relajando ese control. Yamaha continúo con su actividad como fabricante de instrumentos musicales, pero contaba con maquinaria inactiva que había estado utilizando durante la guerra y fue ahí cuando Kawakami pensó a diversificar el negocio.

El 1 de julio de 1955 se fundó Yamaha Motor Co., Ltd., con su primera moto, la Yamaha YA-1, con un motor de 2 tiempos de 125 cc, monocilíndrico y refrigerado por aire, que pocos días después ya estaba compitiendo en la carrera más prestigiosa de la época en Japón: el ascenso al Monte Fuji, que ganó en la categoría de 125 cc.
La marca que más conocemos hoy en día y que está intrínsecamente ligada al universo de las dos ruedas, tiene sus raíces en la música y no hace falta explicar el motivo de los tres diapasones cruzados que componen su logo. Sin embargo, hay dos ‘Yamahas’ que conviven de manera independiente, como dos compañías que cotizan en bolsa cada una por su lado y que solo se fusionan en la cúspide de alguna planta noble de Japón.
En su vertiente musical, Yamaha Corporation es líder mundial en su segmento y presume de ser la única firma con capacidad para proveer instrumentos a toda una orquesta; y en la del motor, Yamaha Motor Company, que no solo se dedica a las dos ruedas, también tiene un gran mercado náutico como fabricante de motos de agua e imponentes motores de fueraborda de 450 CV.

Aunque no suele ser lo habitual, hay un lugar en Italia donde ambas compañías conviven bajo el mismo techo. Es el Campus Yamaha de Gerno di Lesmo, un moderno complejo tecnológico cerca de Milán que está rozando (literalmente) el circuito de Monza. Allí tienen su cuartel general las divisiones europeas de motor y música, además de ser la sede central de Yamaha Motor Racing y Yamaha Motor R&D Europe. Casi nada…
“Dos Yamahas, una pasión”
Aprovechando el 70 aniversario del establecimiento de la compañía de motor, la sede italiana acogió una experiencia única denominada “Two Yamahas, One Passion”, con la que pretendían demostrar los valores comunes que todavía perviven en ambas compañías y que convergen en una palabra japonesa que Yamaha lleva por bandera: Kando. Pero ¿qué significa este término y por qué es tan importante para ambas marcas?

Así lo definen en Yamaha: “Kando expresa el sentimiento de profunda satisfacción y emoción que se produce cuando te encuentras con algo con un valor, calidad y rendimiento excepcionales. Nuestros productos y servicios han sido diseñados y producidos por personas de Yamaha que realmente disfrutan lo que hacen, y su objetivo es brindarte la mejor experiencia posible”. Y queda resumido en cinco valores: Innovación, pasión, confianza, emoción y lazos (entendido como vínculo con el cliente).
La marca nos preparó a un reducido grupo de periodistas internacionales un recorrido a través de la historia y los puntos en común de las dos Yamahas, que fundían los colores rojo y morado de sus respectivos logos, aunque también íbamos a tener parte del azul racing tan característico de una marca que lleva la competición en su ADN y que está presente en todas las disciplinas sobre dos ruedas.

Con más de 125 años de legado, Yamaha es la mayor compañía en la fabricación de instrumentos. Una historia que sigue escribiéndose día a día y en el que se fusionan productos artesanales cuidados hasta el más mínimo detalle, con tecnología de vanguardia. Algo que pudimos comprobar a través de la actuación en directo con un piano silencioso de la marca más exclusiva y con más prestigio del gremio, Bösendorfer (propiedad de la corporación), que replicó una interpretación en remoto gracias a la aplicación Smart Pianist. O a un músico tocando un solo de guitarra e incorporando sonidos de todo tipo de instrumentos para crear el ambiente de un concierto.
Antes de pasar a las experiencias sobre dos ruedas, también nos presentaron una de las unidades de negocio más avanzadas de la marca, Yamaha Robotics, cuya sede está ubicada en Alemania y que permite la automatización de todos los procesos de fabricación y logística.
Y visitamos el pequeño museo en forma de iglú dentro de las instalaciones y donde están una veintena de las motos más importantes en la historia de la marca: Dese la primigenia YA-1, pasando por la poderosa RD350, las primeras Ténéré y Super Ténéré dakarianas, la poderosa V-Max ochentera, las originales YZF-R6, R7 y R1, el superventas T-Max, la peculiar Nikken o una de las últimas MT-09 con tecnología Y-AMT.

Diseño y competición
Yamaha es una marca japonesa por los cuatro costados, pero hay una parte de su catálogo que puede presumir de ‘Made in Italy’. Eso lo encuentras en el Yamaha Motor R&D Europe donde se diseña y desarrolla productos para satisfacer los gustos y necesidades del mercado europeo. Fundado a principios de este siglo, sus primeros proyectos estuvieron destinados a ciclomotores y pequeñas motos y scooter de 125 cc, pero se ha ido ampliando con los años y ya se diseñan en sus instalaciones modelos tan importantes como las X-Max, la Ténéré 700 o la Tracer7 en sus diferentes versiones.
En la experiencia en el centro de I+D pudimos asistir a la creación de la sport turismo de media cilindrada desde que se dibujan los primeros borradores en papel, hasta que los diseñadores e ingenieros crean cada una de las piezas. Este idea ya elaborada se transforma en un modelo de arcilla de 3D a escala, sobre el que se trabaja en detalle; justo antes de completar la última fase que sería los primeros ‘Proto-0’ ya ensamblados que se prueban en las mismas instalaciones. Hasta aquí llega la labor de Yamaha Motor R&D Europe, ya que la fabricación en cadena no se realiza en Gerno di Lesmo sino en la fábrica de Saint-Quentin, en el norte de Francia.

En la última experiencia pudimos sentir el ADN de la competición con la visita a la sede central de Yamaha Motor Racing, que es la sucursal europea del departamento de MotoGP que está en Iwata y donde está el equipo humano de carreras que dirige Paolo Pavesio y que fue quien nos introdujo en una de las plantas con más mística, donde están algunas de las motos de carreras más especiales de la marca de Iwata.
Nada más entrar te recibe la YZF-M1 de Fabio Quartararo con la decoración 70º Aniversario que utilizó el equipo oficial en Assen. Y ahí empieza un recorrido a través de todas las Yamaha campeonas de MotoGP. Ahí están las cuatro de Rossi, las tres de Lorenzo y la última M1 del piloto francés. No encontrarás ninguna moto de carreras dos tiempos a no ser que entres en una de las dos salas que llevan el nombre de dos leyendas de la marca: La sala ‘Giacomo Agostini’, que preside una YZR350 del italiano y la sala ‘Wayne Rainey’, donde hay una muy especial moto muy especial y poco conocida, su primera TZR250 con la que debutó en el Mundial en 1984.

El equipo de MotoGP depende directamente de Japón, pero desde Gerno di Lesmo sí que se gestiona todo el programa de los diferentes equipos oficiales que participan en los Mundiales de Superbike Motocross y Rally, bajo la dirección de un histórico de la marca como Andrea Dosoli, que hizo de maestro de ceremonias junto con el director deportivo en las carreras de velocidad, Niccolo Canepa, que nos mostraron como se desarrollan las diferentes monturas de todas las disciplinas donde Yamaha participa de manera oficial.
Una buena forma de concluir una experiencia donde vivimos esa sinergia entre el motor y la música que ha creado una marca como Yamaha, cuya misión última es proporcionar Kando, ya sea a través de las teclas de un piano de cola o de ese embriagador ronroneo de un poderoso motor de cuatro cilindros en línea.