Así acabé con la Africa Twin en una conducción del Canal de Isabel II

Ese momento en el que piensas que te metes en un charco… pero no.

Mariano Urdín

Así acabé con la Africa Twin en una conducción del Canal de Isabel II
Así acabé con la Africa Twin en una conducción del Canal de Isabel II

El otro día me ocurrió un percance de esos que no sabes como catalogarlo. En un principio pensé... ¡qué mala suerte he tenido!, pero visto ya desde cierta perspectiva y pensándolo bien, tal vez haya sido todo lo contrario...A principios de diciembre del año pasado estuve en Sudáfrica en la presentación internacional de la nueva Africa Twin. El evento resultó perfecto, en un paraje típicamente africano. Las pruebas fueron intensas y exhaustivas, rodamos mucho por carreteras, pistas africanas y hasta zonas casi de enduro con neumáticos de tacos.

La nueva Honda me pareció que supera las expectativas depositadas y es una heredera fantástica para continuar la saga de ese emblemático modelo. Personalmente soy un enamorado de la Africa Twin, tuve una 750 en el año 93-94, la compré con la idea de organizar una expedición a Marruecos, con un grupo de clientes y amigos que frecuentaban el concesionario Honda que regentaba en aquellos años. Pero la realidad es que por unas circunstancias o por otras nunca llegamos a nalizar esa travesía hasta las dunas del Merzouga, destino al que he llegado en varias ocasiones, pero al volante de coches de todoterreno.

Lo que parecía un charco era en realidad una conducción del Canal de Isabel II que se había hundido, una cañería de casi 1,8 metros de diámetro en la que circula agua por dentro 

Cuando volví de África tenía verdaderas ganas de disponer de una unidad para rodar con ella por mis carreteras de montaña favoritas y las pistas forestales castellanas que conozco. Pero el caso es que la expectación y el éxito generado por el nuevo modelo no han hecho posible que dispusiera de una, hasta el pasado mes de junio. Por fin la he tenido y la he disfrutado, el modelo con cambio estándar, ABS y control de tracción. Pues bien, el día que la iba a devolver, cuando tengo una moto trail para salir de la urbanización donde vivo, me gusta hacerlo por un camino que he recorrido miles de veces. Esa tarde habían caído unas fuertes tormentas veraniegas y a la salida del pueblo, veo un charco en mitad del camino de unos 4 metros de largo que ocupa toda su anchura. Jode, no pensaba que había llovido tanto para que se formara ese charco... Meto primera y muy despacito y pegado a un lateral para no ponerme perdido los vaqueros comienzo a cruzarlo.

No llevaría ni un metro de travesía cuando la moto de repente desaparece. Me pilla absolutamente de improviso, salgo por encima del manillar y me golpeo en la boca con el retrovisor derecho o la pantalla de la cúpula, no lo sé. Caigo al agua y lo que suponía que cubriría 20 cm más o menos, al ponerme de pie, con el suelo totalmente arenoso, cubre metro y medio, me llega el agua por encima del pecho.

La África Twin por su parte, se va hundiendo y solo queda fuera del agua el piloto trasero. La empujo hacia el lateral del agujero y deja de avanzar en su zozobra. No puedo salir del agua, noto una fuerte corriente que me empuja por las piernas y tengo que trepar por la moto para salir del pozo.

Me doy cuenta que la moto se ha parado, pero el contacto sigue puesto. Me vuelvo a meter en el agua y a tientas quito la llave, evidentemente es imposible sacarla solo, tengo que buscar ayuda.

Me duele la mandíbula inferior y la boca, con la lengua noto el labio roto por dentro, me toco con la mano y todo el guante sale empapado de sangre. A los primeros que me encuentro es una pareja de «perro flautas», de unos 25 años, estaban en la entrada del pueblo cargando una furgoneta VW antigua para marchar de viaje. Él menudito, muy fibroso, es escalador; ella rubia con el pelo ensortijado, también de aspecto de hippy deportista, es «surfera».

En cuanto me vieron aparecer pidiendo ayuda, me atendieron en el acto, con una diligencia e interés que me dejaron anonadado. Primero fuimos hasta la moto para ver cómo estaba la situación. El muchacho trató de tantearla a ver si la movíamos, resbaló y cayo al pozo. No podíamos sacarla solos, fueron a buscar cuerdas y más ayuda, un amigo con una furgoneta con gancho para poder tirar de la moto.

El muchacho de la furgoneta, un poco más mayor, casi se deja el embrague de su veterana Citröen Berlingo en la operación, olía a ferodo quemado que apestaba, pero al final tras unos cuantos intentos teníamos la moto fuera. Habría pasado una hora más o menos desde que me tragó el pozo. Llamé a mi amigo José Manuel, que vive en Torrelodones, se presentó en quince minutos, me llevó a casa para cambiarme de ropa y después al hospital. La boca me había dejado de sangrar pero me dolía un poco el cuello y la cabeza, estaba destemplado... Al llegar me pusieron una inyección, creo que del tétano, y me dieron cuatro puntos internos en el labio inferior que me puso la boca como una cataplasma.

Al día siguiente me encontraba fatal, además cogí una cistitis con una fiebre muy alta que me duró tres días y he tenido que tomar antibióticos más de una semana. La moto fue directa al concesionario, la limpiaron, creo que la sacaron más de 2 kg de arena de todos sus recovecos, cambiaron aceite, gasolina, filtros, bujías... y por lo visto arrancó a la primera.

Lo que pasó es que lo que parecía un charco era en realidad una conducción del Canal de Isabel II que se había hundido, una cañería de casi 1,8 metros de diámetro en la que circula agua por dentro.

¡Un percance de mala suerte! ¿Mala? O tal vez buena, pues te imaginas que el golpe que me llevé en la boca me deja un poco atontado y me traga la cañería... ¡Te quedas sin tu contador de historias favorito, no quiero ni pensarlo!