MOTO VERDE se fue a hacer enduLo a China

La moto de campo despierta pasiones en el Lejano Oriente. Esta es la historia de un viaje muy endurero a un rincón del mundo donde poco a poco las motos off road van cogiendo furor entre los valientes. MOTO VERDE ha tenido la oportunidad de vivir varios días de «enduLo» en China.

Fran Rico | Fotos: Fran Rico

MOTO VERDE se fue a hacer enduLo a China
MOTO VERDE se fue a hacer enduLo a China

Al menos, espero que haya alguna moto europea o japonesa para esta aventura, en la que nos fuimos a China para hacer enduro. Fue uno de mis primeros pensamientos cuando, después de 12 horas de avión, aterrizamos en Hangzhou (China). Por delante, 15 días para conocer una nueva cultura, un país que es la segunda potencia mundial y, cómo no, adentrarse en el fascinante mundo del enduro asiático. Hangzhou es una urbe de nada más y nada menos que 21 millones de habitantes. Se encuentra en el delta del río Yangtsé, en los alrededores de Shanghai. Una ciudad que actualmente aumenta su población año tras año en un ¡15%! ¡Imaginad qué cantidad de rascacielos! Además, es la cuarta ciudad más importante del país y si hacemos un poco de historia, el gran comerciante veneciano Marco Polo ya hablaba maravillas de ella en su libro de viajes. La economía tradicional ha sido la seda, el té y las especias pero el mundo del business, del turismo y de la construcción comienza a despuntar. Y te preguntarás si queda algún espacio verde donde poder montar en moto de campo... La respuesta es sí. Hangzhou es una ciudad rodeada de montañas que van en aumento a medida que se avanza hacia el suroeste, dirección Tonglu.

El endurero amarillo

Como en cualquier parte del mundo, los pilotos se pueden caracterizar por los estereotipos que todos conocemos: el que se cree oficial y es un paquete, el que va como un rastrojo pero es muy fino, etc, etc. En China pasa un poco lo mismo. Lo cierto es que lo importante de este deporte no es el nivel, hay gente con un nivel muy bajo pero que disfruta más que un profesional y viceversa. Lo importante de la vida es disfrutar y cierto grupo de chinos amantes de la aventura han encontrado en el enduro la fórmula. Pero hay que resaltar que ya hay chinos que compiten en el Dakar o en alguna prueba del Mundial de Motocross. ¡No son mancos! Solo que aquí todo está empezando.

China es el país con mayor número de multimillonarios del mundo y actualmente está floreciendo una gran clase media. Pero no olvidemos cuáles son los orígenes del sistema comunista y su miseria.

Hay tres tipos de endureros: los que económicamente pueden y quieren ir a la última que pilotan KTM o Husqvarna nuevas y tienen varias en casa… ¡Para no aburrirse! Asimismo, van a la moda en equipamiento y no escatiman en nada. El segundo grupo son los que llevan motos occidentales de años anteriores y cuidan sus atuendos. El último grupo son los endureros propietarios de moto china –copias en diseño y estructura de alguna europea o japonesa- y que no cuidan mucho su indumentaria.

¿Cómo son las motos chinas?

Es difícil salir por Europa y encontrarse a un grupo de endureros con motos fabricadas en China. En el país oriental es de lo más usual. Incluso en las carreras hay una categoría que es solo de motos chinas. La mayoría de ellas no superan los 3.000 € de precio de venta y hay varias marcas como es Cayo, que tiene más volumen de ventas que el resto de marcas de enduro que conocemos juntas. Y después están las imitaciones de cross de Honda o Yamaha, principalmente. En Occidente, con tres mil euros se puede comprar una endurera llamémosla «convencional», pero en China no es así. El Gobierno Chino quiere «cuidar» su mercado y restringe la importación a base de impuestos. Por lo que si una endurera «convencional» en Occidente cuesta 7.500 €, en China hay que multiplicar su valor, nada más y nada menos, que por 100, es decir, 15.000 €. Ahora comprenderéis mejor porqué pocos endureros chinos cuentan con KTM, Gas Gas, Beta o motos japonesas, nuevas. Y un dato más: los que las tienen, montan ¡cubierta trasera de trial!, para tener agarre para hacer trialeras o subidas acordes a su nivel.

Vamos a hacer “enduLo”

Dejamos atrás la gran ciudad de Hangzhou y llegamos a un pequeño poblado del extrarradio. El lujo se ha esfumado y la verdadera China da la cara. La calle está sucia, los patos de la carnicería cuelgan de los cables del teléfono en el exterior rodeados de moscas y la tienda de ultramarinos es el epicentro del pequeño poblado. El tránsito lo marcan las hormigoneras y los scooters eléctricos que aquí son tendencia. En frente de la tienda de ultramarinos, en la que el nieto de los dueños se entretiene con un coche de batería sin carga, se encuentra la puerta de un viejo garaje. Ahí es donde reside la fuerza del enduro de Hangzhou. Tres KTM nuevas, dos Husqvarna, una Gas Gas de hace algunos años, una Honda trail muy vieja, una Suzuki RM 250 del año «catapún»… Y un montón de chatarra y piezas que solo el dueño del taller puede darlas valor. Tanto mi compañero Quique Caballero «El Chili” como yo, cruzamos los dedos para que nos tocara una moto «de verdad». «Éstas son las vuestras», dijo Linwei, uno de nuestros compañeros de aventura en esta expedición. Dos KTM de hace varios años nos esperaban… ¡Qué alivio!

Teníamos ganas de empezar a hacer enduro y descubrir las trialeras chinas, el entorno, las piedras… Pero en China, las cosas van despacio. ¡Ah! ¡Se me olvidaba! Aquí poca gente entiende el enduro como lo entendemos los occidentales. Ir a hacer «enduLo» comienza con un buen desayuno de wantun (una especie de pan frito en una sopa) y una pequeña charla con los compañeros de oficio -de unas tres horas- ya en la puerta del garaje. Más de cinco cajetillas de tabaco, algún que otro Red Bull de lata dorada, en formato chino, y a comer. A eso del mediodía el ritual endurero dice que crucemos el puente que divide el poblado y entremos en el restaurante del pueblo. Un lugar muy muy chino en el que la cocina es una olla en la calle y que en su interior solo cuenta con dos mesas… ¡Pero el ambiente es muy auténtico! Ahí empiezan las cervezas (en China no llegan a tres grados de alcohol) y la ingesta de comida mediante la única herramienta que no puede faltar en China: los palillos para comer. A eso de la una y media uno comienza a cambiarse y llena el camelback de lo que a uno le dicen: Red Bull de lata dorada, agua, té en lata, caña de azúcar... ¡Una romería! Y tras casi seis horas de reunión con el grupo, cogemos las motos y nos adentramos en la montaña.

El nivel endurero es bastante bajo, básicamente porque la gente está comenzando en este deporte. Y además, su forma de comprenderlo también. No se trata de hacer rutas largas ni conocer nuevos sendero; la diversión está en ver quién sube mejor o peor las trialeras. Disfrutan “como chinos”, y nunca mejor dicho, en cualquier subida por pequeña que sea. Además, como buenos asiáticos no dejan de hacer fotos y vídeos. A las dos horas de estar en solo dos subidas, nuestra pregunta fue que cuál era la ruta. La respuesta fue muy simple: «Aquí no hay ruta». Has leído bien, nuestro grupo de amigos puede tirarse cuatro horas subiendo y bajando la misma trialera. Esa es su forma de entender por ahora este deporte que, sin duda, poco a poco irá avanzando su concepción hacia una más «europea».

Después de hacer «enduLo», toca fumarse otras tantas cajetillas de tabaco en el garaje y arreglarse para una buena cena de grupo, todos unidos. Quizá el enduro o la moto sea una de las formas más bellas para unir a personas diferentes. De Madrid a Pekín y de Oslo a Buenos Aires. Es una de las grandezas de este deporte. En la cena uno puede encontrarse de todo, pero sobre todo que no falte el banyu, un vino caliente que a veces se mezcla con huevo y que se bebe a golpe de chupito. Por lo que, como comprenderás, uno puede salir de las cenas algo «mareado».

A disfrutar de la montaña

¿Te imaginas hacer enduro legalmente? ¿Cruzarte con senderistas y sacarles una sonrisa? Así es en China. A pesar de la gran cantidad de restricciones en cuanto a forma de pensar, podría arriesgarme y decir que la República Popular China cuenta con más libertad, en algunos aspectos, que España. En este sentido, el ecologismo mal comprendido que asola Europa no ha llegado a la mente de los chinos. De esta forma, cuando uno se cruza con un grupo de senderistas, ambas sonrisas se contagian y muchos sacan los móviles para inmortalizar el momento. Preguntamos a la gente del grupo si nadie les dice nada por hacer enduro por el monte y la respuesta fue la más lógica posible: «Mientras no molestemos a nadie y respetemos a la demás gente que disfruta de la montaña, aquí no pasa nada».

Las montañas de la provincia de Zhejiang, donde salimos a montar varios días, guardan muchos secretos. Hay multitud de senderos olvidados que comunican pequeñas aldeas y en mitad de la nada uno puede encontrarse templos budistas o menhires. El agua fluye por las laderas y llenan inmensos ríos que cruzan gran parte de China. Las piedras son resbaladizas, tipo caliza húmeda, y todo el monte está por descubrir. Pero no olvidemos que China es grande, muy grande y tiene cimas como el Everest, desiertos como el Gobi o selvas tropicales como en la isla de Hainán.

Descendemos hacia la aldea de Shen´ao, a 15 km de Tonglu. Una trialera increíble que baja rodeando pequeños huertos hasta llegar al mercadillo del pueblo. La gente empieza a vernos a lo lejos y cuando nos adentramos en el mercado nos miran como si fuéramos extraterrestres. Nos rodean. Algún que otro selfie y nos invaden a preguntas: «¿Qué moto es esa? ¿De dónde somos?». Les indicamos que españoles, o lo que es lo mismo en nuestro pésimo chino: «Xibanya gen». Parece que todo el mundo conoce España y muchos hacen referencia a los «gongniú», es decir, a los toros.

Shen´ao es una aldea con más de 300 años de historia. Es un pueblo bellísimo perteneciente al clan Jiangnan, conocido por sus sistemas de alcantarillado. Todo el pueblo “flota” sobre un lago. Las calles son estrechas y empedradas, y las casas blancas con grandes patios en su interior. Paramos las motos y un anciano con traje típico del clan Jiangnan viene hacia nosotros. Nos cuentan la historia de su vestimenta y el noble anciano se hace unas fotos con nuestras motos. Me coge de la mano y me lleva a un recinto donde empiezan a surgir hoces y martillos por doquier. Es una especie de «casa del pueblo» con un gran salón de actos. El anciano debe ser uno de los últimos de su clan y me muestra unas fotos con diferentes personalidades del Partido Comunista Chino que provienen de Shen´ao. La historia se mezcla con la modernidad. Pero a decir verdad, parece que el sistema ha querido borrar muchas de las huellas de su propio pasado. Un gran día para finalizar la ruta y volver hacia Tonglu, donde nos espera una ingesta cena.

Qué comer y no morir en el intento

¿Quién no ha pedido comida para llevar del restaurante chino más cercano? Sobre todo entre los jóvenes, la comida china se está haciendo un hueco en nuestro paladar. Es rápida, carbohidratos y tiene cierto «exotismo». Nada más lejos de la realidad, un restaurante chino en España podría ser comparado con un restaurante de comida rápida española en China… ¡Ni tan mal!

Lo que el cerdo es en España, el pato lo es en China. ¡Del pato hasta los andares! La cabeza es un manjar, al igual que las patas, el intestino… Pero vamos por partes. Al entrar en un restaurante, en la mayoría de los casos salvo que sea muy bueno, se accede por la propia cocina. Después, uno puede elegir la comida entrando a la despensa. Las mesas son circulares y tienen un cristal giratorio en el centro para ir compartiendo la comida. Aquí el primero, segundo, pan y postre no se lleva… Uno pide alrededor de diez platos para cuatro personas, todo para compartir. La comida no está mal… Aunque hay ciertos sabores que uno no puede comer todos los días. Entre las cosas más raras que encontramos: gambas vivas, ¡moviéndose! Que El Chili comió… cabezas de pato, cerebros de cerdo, sapo, patas de gallo (como hace años en España), insectos, carpa (como el pescado de los pantanos de aquí). Imagina hacer enduro o ir a dormir después de probar alguno de estos platos o peor aún… ¡Qué te digan qué es!

Xièxie Zhongguó / Gracias China

China es otro mundo, una realidad paralela. Las diferencias con nuestra vieja Europa son enormes, pero gracias a ellas, el Planeta Tierra no es homogéneo y los viajes recobran el sentido de las antiguas rutas cuando se surcaban los mares en busca de otros mundos, de otras experiencias. No imagino lo que se le pasaría por la cabeza a un españolito de a pie cuando, en una carabela portuguesa, veía por primera vez las Indias o cuando los mercaderes venecianos cruzaban andando Siria.

Hacer enduro en otras partes del mundo es una experiencia, una aventura que sabes cuándo va a empezar pero no sabes qué vas a encontrar ni cómo va a acabar. Resulta mágico. Además, China guarda secretos aún no descubiertos sobre una moto de campo. Y como dijo en su última frase el explorador y comerciante veneciano, Marco Polo, impregnado por la cultura asiática, justo antes de morir: «No conté ni la mitad de lo que vi».