A lo largo de los años se ha intentado en diversas ocasiones una aproximación del trial a los Juegos Olímpicos, al ser esta la única especialidad del motociclismo en la que la habilidad del piloto juega un papel preponderante por encima de la potencia o ventajas de la máquina, al igual que sucede por ejemplo con el ciclismo, el patinaje o incluso -valga la comparación- con la equitación.
Y también, por ser una modalidad en la que existen, diferenciados, certámenes masculinos y femeninos. Los intentos nunca han cuajado -la esperanza nunca se pierde- pero sí que hubo una excepción en la que esta disciplina del «placer del equilibrio dinámico» centró la atención en unas Olimpiadas. Fue en Barcelona ’92, con motivo de los Juegos Paralímpicos -dirigidos a los deportistas discapacitados- concretamente en la ceremonia de inauguración.
Protagonista de gala
Ante más de sesenta mil espectadores, en el Estadio Olímpico de Montjuïc, uno de nuestros mejores trialeros, Gabino Renales, apareció en el estadio, cruzó el mismo encaramándose por las gradas hasta llegar a la torre del reloj. Allí recogió a Petra, la mascota de los Juegos Paralímpicos y que representaba a un atleta sin brazos para, en un alarde de pilotaje trialero con pasajero, llevarla de nuevo a la pista donde saludó al público recibiendo ambos una emotiva ovación.
Con esta «performance» se quería simbolizar la gran aportación que pueden ofrecer la técnica y la tecnología para mejorar la calidad de vida de las personas discapacitadas y hay que agradecer que fuera precisamente una moto «off road», tan denostadas a veces, la elegida para llevar a cabo esta reivindicación.
La empresa, pese a que pudiera parecer simple, no lo fue en absoluto. Si ya llevar a un pasajero a lomos de una moto de trial resulta complicado, imaginad si además este no tiene brazos con los que sujetarse.
Hubo que realizar unos soportes especiales a una Cota 311, que sujetara a Petra –interpretado por Lorenzo Beottner, un artista chileno que había perdido hacía unos años ambos brazos en un accidente y contactado por la compañía teatral de Els Joglars, encargados de la ceremonia de inauguración- pero no de forma totalmente rígida para que pudiera saludar con las piernas al público.
A pesar de su aparente simpleza, los soportes incorporados a la Montesa Cota 311, pintada de blanco para la ocasión, fueron fruto de un largo desarrollo, con el fin de poder sujetar erguido al pasajero, desprovisto de brazos, de forma segura pero a la vez, permitiendo libertad de movimientos al mismo y al piloto.
Finalmente se fabricaron unas estriberas metálicas, tipo plataforma, con un encaje especial para el pie izquierdo, así como una especie de abrazaderas para las piernas por encima de las rodillas.
Se hicieron innumerables pruebas en caminos de montaña, modificando el sistema una y otra vez en el departamento técnico de trial de Montesa-Honda en Barcelona, hasta llegar a una solución óptima. Primero el pasajero iba cogido solo por las piernas, pero se comprobó que cuando movía el cuerpo, el piloto perdía el control de la moto, por lo tanto se fabricaron unas correas tipo mochila que unían a los dos protagonistas y que Renales, una vez terminado el recorrido, soltaba para que Petra pudiera bajar y saludar al público. Un ejercicio de auténtico equilibrio trialero.
Lamentablemente, ésta ha sido la última y única aparición de una moto de trial en unas Olimpiadas, un recuerdo que ha quedado para la historia. Aunque, porque no soñar y esperar a que en el futuro sea una modalidad Olímpica, como representante del mundo del motor.