El título mundial de Moto3 conquistado por Albert Arenas en este 2020 es un premio a la perseverancia y un ejemplo para todos aquellos jóvenes pilotos que ven cómo pasan los años y las oportunidades no llegan. A sus 24 años, y siendo el más mayor de los tres integrantes de la foto de campeones del año, el español es campeón del mundo con todas las letras.
Es un recuerdo de que todas las categorías tienen entidad en sí mismas, recordando tiempos pasados donde un piloto podía hacer carrera en el octavo de litro y convertirse en leyenda absoluta del motociclismo. Ángel Nieto o Carlo Ubbiali así lo atestiguan. Son categorías ligeras, nunca inferiores.
Asimismo, es la demostración perfecta de cómo puede cambiar la vida de un piloto poder caminar sobre tierra firme. Desde que apareció en el CEV de 125GP hace casi una década, su trayectoria había transcurrido demasiadas veces por arenas movedizas, caminando siempre en el alambre. De evidente talento, la sensación es que solo lo sacaba a pasear con cuentagotas.
Debutó en 2011 con el equipo del RACC, y con el cambio a Moto3 se enroló en el Motorrad O2 Honda, logrando su primer podio en el nacional. Al curso siguiente, con el Stylobike, su primera victoria… pero nada más: en esa carrera logró 25 puntos, en las otras ocho sumó 17. Firmó por TMR Mahindra para 2014 y logró otro podio, antes de terminar el año debutando en el Mundial con el Team Calvo en Valencia.
Fichó por dicho equipo, ya como Laglisse, para el Mundial Junior de Moto3 en 2015. Un paso decisivo: en una temporada donde todas las miradas se posaban en la lucha de Joan Mir, Arón Canet y Nicolò Bulega, Arenas fue de menos a más y encontró la solidez que siempre le había faltado para acabar el año con tres victorias y un segundo puesto en las últimas cuatro carreras.
El subcampeonato no le abrió las puertas del Mundial, firmando por el Aspar Team para 2016… con una Mahindra. Pese a que solo logró un podio en el FIM CEV, corrió la segunda mitad del Mundial con el SaxoPrint y Aspar decidió firmarle a tiempo completo para 2017, donde las lesiones y la Mahindra marcaron su temporada.
El cambio a KTM del equipo fue agua de mayo, ganando una rocambolesca carrera en Le Mans y repitiendo en Phillip Island. 2019 tenía que ser su año, pero la temporada estaba siendo un desastre y tenía pie y medio fuera del Mundial… hasta que llegó Tailandia. Se reencontró con la victoria, sumó dos podios seguidos más y renovó con Aspar.
Por fin caminaba sobre tierra firme. 2020 era el tercer año seguido con la misma moto y el mismo equipo, lo que nunca había tenido. Empezó el año como una flecha ganando las dos primeras carreras y pese a fallos y mala suerte, llego al final de Portimao donde tuvo que mantenerse firme sobre la moto para certificar un título mundial realmente merecido.
