Hay pilotos que irrumpen en la categoría reina como un elefante en una cacharrería, acaparando focos y polarizando opiniones desde su misma llegada, incluso antes. Otros siguen un proceso de maduración más progresivo, que no lento. Hace seis años, Austin veía la primera victoria en MotoGP de Marc Márquez, tres horas después de que un tal Álex Rins lograse en Moto3 tanto su primer triunfo mundialista como el de la primera carrera mundialista de la historia de COTA.
Ayer, después de seis monólogos seguidos del de Honda en el trazado texano, asistieron al primer triunfo en categoría reina de Álex Rins. Esta vez ya no tuvieron que preguntar su nombre.
Tiene 23 años, hace poco más de dos que debutó en la categoría reina y poco más de uno que se estrenó en el cajón. El año pasado su final de temporada ya levantó a más de uno del sillón, y cerró el año con dos segundos puestos, algo que ya había hecho en Assen. La victoria era cuestión de tiempo.
El destino le dio lugar, forma y adversario para que fuese inolvidable. El lugar, Estados Unidos, el mismo país donde se estrenó en Moto3 (Austin) y en Moto2 (Indianápolis). En el que ha logrado cinco de las trece victorias que tiene en el Mundial, que se dice pronto. La forma, tras la caída de Marc Márquez, el piloto invencible en la tierra de las barras y las estrellas. Un fallo que todo el mundo asumía que cualquier año llegaría, pero que siempre parecía ser más parte del futuro que del presente.
Y el adversario: Valentino Rossi, su ídolo de infancia. Cuando Márquez se fue al suelo, Austin parecía un terreno abonado para que el italiano se reconciliase con el cajón del podio que ha pisado hasta en 115 ocasiones. Pero Rins tenía otros planes: en lugar de irrumpir en la zona alta en la salida, había ido madurando la remontada desde el séptimo lugar de parrilla.
En la primera vuelta superó a Maverick Viñales y Pol Espargaró, y en el resto de carrera solamente tuvo que hacer otros dos adelantamientos. La cuarta posición la heredó en la caída de Crutchlow y, en una vuelta, se encontró segundo: mientras superaba a Jack Miller, Márquez caía. No solamente había pasado de estar cuarto a segundo en un giro: de tener la victoria a una quimera de casi cinco segundos, la tenía a uno. Más cerca que nunca.
De ella solamente le separaba ‘Il Dottore’. Por un momento le entraron las prisas, y la redujo a la mitad en una sola vuelta. Lo fácil para un chaval de 23 años que sabe que tiene a tiro su primer triunfo en MotoGP es dejarse llevar, lanzarse al ataque en tromba y, seguramente, cometer un error.
Sin embargo, por algo Álex Rins representa el sentido del equilibrio. Pasó casi un cuarto de hora pegado a la Yamaha del italiano y escogió el momento justo. Sabía que no podía esperar demasiado, porque si llegaba junto a Rossi a la vuelta final, el italiano lo daría absolutamente todo, y a estas alturas nadie va a descubrir las virtudes del 46 cuando llega a la hora de la verdad enfrascado en un mano a mano. Andera Dovizioso ya lo vio en Austin.
Escogió el final de las enlazadas como punto para evitar una réplica inmediata y poder consolidar de inicio. La réplica llegó, por supuesto. Pero llegó precipitada: Rossi se tiró al interior de la curva doce y se fue largo. Era la señal que Rins necesitaba: apretó los dientes y cogió medio segundo. Un margen mínimo cuando llevas a Rossi detrás, pero suficiente para impedir el intento. Había que conservar esa renta como fuera.
⚔️ @rins42 vs @valeyellow46
— MotoGP™ 🇺🇸 (@MotoGP) 15 de abril de 2019
Was this move for the lead by the Spaniard your favourite #MotulOvertake from the #AmericasGP?
Vote now for your favourite overtake and win 2 #MotoGP tickets thanks to @motul ➡️ https://t.co/JjOy97aOO7 pic.twitter.com/avk2RVHWWG
Las tres últimas vueltas fueron otra lección magistral de control. De control, que no de defensa. Si hubiese ido a defender tapando huecos, hubiese perdido tiempo y Rossi hubiese llegado. La lección fue de control de la situación, de no cometer ni un solo fallo sintiendo el aliento del rey del mano a mano.
Puede que su llegada a MotoGP no estuviese envuelta en un halo de glamour, y que incluso fuese abiertamente criticada por el hecho de desembarcar en un equipo oficial sin haber ganado ningún título. Un año trabajando en la sombra dio paso a un segundo algo más luminoso y, en Texas, tras la caída de la estrella solitaria su luz refulgió por encima de todas. En un sitio que es casi como su segunda casa, Rins demostró que es un auténtico doctorando en genialidad de la universidad de MotoGP, y que quiere nota y la quiere ya.
Y ahora, ¿qué? No hace mucho dijo que pronto ganaría con la Suzuki, y hubo quienes esbozaron sonrisas socarronas. También, en la rueda de prensa inicial de la temporada, dijo que se veía capaz de pelear el título. Ya nadie se ríe al recordarlo: Rins va muy en serio.