Jorge Lorenzo y Marc Márquez, el martillo y el yunque

Con el retorno del 99 a las victorias, se reanuda la vieja rivalidad con el 93.

Nacho González

Jorge Lorenzo y Marc Márquez, el martillo y el yunque
Jorge Lorenzo y Marc Márquez, el martillo y el yunque

Pole, victoria y vuelta rápida. El fin de semana de Jorge Lorenzo en el Circuit de Barcelona-Catalunya ha sido prácticamente perfecto. Con la moral por las nubes después de estrenarse en Mugello y tras haber confirmado su paso a Honda para el próximo 2019, se presentaba en la séptima cita de la temporada sin la presión anterior pero con más ganas que nunca de sacar el martillo de paseo y demostrar que lo sucedido en Italia no resultó flor de un día.

Lo que sucedió en Montmeló fue una sucesión de martillazos, empezando por destrozar el reloj en clasificación, haciéndose con su primera pole como piloto de Ducati y lanzando un aviso claro: el domingo no pensaba esperar a nadie. El plan no era otro que hacer una salida marca de la casa y erosionar la resistencia de sus perseguidores calcando tiempos vuelta tras vuelta. Dicho de otra forma: hacer que la Desmosedici pareciese una M1 disfrazada.

El plan no funcionó. Seguramente, la salida fue de lo poco que no hizo perfecto. Importó entre poco y nada. No había prisa para calentar el martillo. La presencia de Andrea Iannone podría haberle llegado a inquietar por la imprevisibilidad del de Suzuki, pero se quitó del medio solo. La gran salida de Marc Márquez tampoco le hizo titubear. Su futuro compañero pasó en cabeza el primer giro... y nada más. Todo lo que el 93 pudo hacer fue demorar en un giro el paseo de semáforo a bandera que la mente del 99 había dibujado como guion perfecto.

Jorge Lorenzo y Marc Márquez, el martillo y el yunque

Como un herrero que trabaja metales al rojo vivo con su martillo, Lorenzo fue dando forma a una victoria sublime, quizás más que la de Mugello. Esta vez, Andrea Dovizioso trataba de seguir su ritmo, pero era agarrarse a un clavo ardiendo. Era imposible responder al compás que marcaba el martillo y pagó su osadía en forma de caída. Un nuevo cero mientras que compañero se iba a por la victoria: el golpe que dolió fue el moral.

Fuera de combate su primer rival, quedaba el gran rival. Su némesis. Marc Márquez. Líder de la general y ganador de cuatro de los cinco últimos títulos de la categoría reina. El hombre a batir se pegaba a su rueda, recordando viejos duelos como aquel de Indianápolis 2015, en el que Marc pasó toda la carrera como una lapa a su colín para batirle con un único adelantamiento en el penúltimo giro.

El único piloto capaz de volverse inmune a su martillo. Ese al que nadie quiere tener en su rebufo cuando llega el momento decisivo de una carrera. Mientras los demás pilotos se doblan ante el ritmo imprimido por el martillo de Lorenzo, Márquez ha demostrado ser capaz de aguantar sin inmutarse en numerosas ocasiones. En la herrería de Jorge Lorenzo, Marc Márquez es el yunque.

Es el yunque porque no se dobla. No da un respiro, no permite descansar el brazo que empuña el martillo. Por suerte para Lorenzo, con el nuevo y cacareado apéndice del depósito, ahora por fin puede martillear durante 40 largos minutos con la Ducati.

Jorge Lorenzo y Marc Márquez, el martillo y el yunque

Eso fue exactamente lo que hizo, porque fue exactamente lo que se vio obligado a hacer. Quince días antes, en Mugello, pudo erosionar la resistencia de Dovizioso, que entregó la cuchara y permitió a Lorenzo degustar la victoria con varias vueltas para el final, convirtiendo el desenlace de carrera en un trámite.

Un yunque no funciona así, y Lorenzo lo sabe bien. Márquez también sabía que, en el Circuit de Barcelona-Catalunya, el ritmo de Lorenzo era un punto mejor que el suyo. Y, al igual que Dovizioso en Mugello, también tuvo la opción de dar por buena la segunda posición, ya que Valentino Rossi andaba lejos desde antes de la mitad de carrera.

Al revés que el de Forlí, el de Cervera hizo gala de una poderosa resistencia, e incluso a cinco del final sembró dudas al recortar cuatro décimas para ponerse a 1,6 segundos. Un yunque no se dobla nunca.

Había que comprobar el cansancio del brazo que empuñaba el martillo. Incluso sabiendo que ese día tocaba mirar a Lorenzo desde un lateral del podio, tenía que mandar un mensaje a su rival. El mensaje de que no hay descanso que valga, que cada martillazo es necesario para ganarle.

Jorge Lorenzo y Marc Márquez, el martillo y el yunque

Por algo son los dos mejores pilotos de los últimos años en MotoGP, creando una rivalidad que quedó en un segundo plano por la travesía de Lorenzo en el desierto de Ducati. Hallado de nuevo el oasis del triunfo, se reanuda la rivalidad donde se quedó. El martillo que más fuerte y regular golpea contra el yunque indestructible.

¿Quién ganará con la reanudación de esta rivalidad? Está claro: MotoGP, que con la recuperación de la rivalidad entre sus dos mejores pilotos del momento, puede decirse que goza de una salud de hierro.