El gen ganador de los Roberts

Hace 15 años, el hijo de Kenny Roberts sumó a las vitrinas familiares un nuevo trofeo de campeón del mundo. Se trataba del cuarto entorchado para una saga que, hasta la fecha, es la única que puede presumir de haber inscrito el nombre de dos de sus miembros en los libros de oro de la clase reina.

Marta Gastón Fotos: Gold&Goose

El gen ganador de los Roberts
El gen ganador de los Roberts

Librarse del manido de ‘hijo de’ no debe ser fácil. Menos aún cuando tu padre es Kenny Roberts, mito viviente del motociclismo con tres coronas de 500cc en su haber. No es de extrañar, pues, que tras ganar su primer Gran Premio (Malasia, 1999) pidiera que dejasen de llamarle ‘Junior’. Él también era Kenny. Y se encargaría de demostrarlo unos meses después.

 

Ya lo había avisado ese mismo curso, el de su debut con Suzuki: la primera campaña sería de adaptación y, la segunda, la del título. Un poco presuntuoso pensarían algunos, pero su predicción no fue fallida. Cuatro victorias y tres podios le permitieron cosechar el subcampeonato justo antes de entrar en el siglo XXI; Un año más tarde, se alzaba con el título en Brasil, mismo escenario en el que Alex Crivillé había hecho explotar de júbilo a todos los españoles la temporada anterior.
Coincidencia o no, a Kenny, como a Alex, también le bastó una sexta posición para coronarse en un curso en el que, por encima de todo, primó la igualdad. Quizás se debió a la presencia del líquido elemento, invitado de honor durante buena parte de la campaña, pero lo cierto es que hasta ocho pilotos consiguieron subir al escalón más alto del podio: Garry McCoy, hasta en tres ocasiones (Sudáfrica, Portugal y Valencia); el propio Roberts (Sepang, Jerez, Montmeló y Motegi); Norifumi Abe (Suzuka); Crivillé (Francia); Loris Capirossi (Mugello); Alex Barros (Assen, Sachsenring); Valentino Rossi (Donington, Brasil); y Max Biaggi (Brno, Phillip Island). Nuestro Carlos Checa no lo logró ningún triunfo, pero ello no le impidió amenazar la supremacía del yanqui en la primera mitad del campeonato. Después, se diluiría, como también lo haría el vigente campeón. Crivillé, número uno y el piloto a batir, pasó de tocar la gloria a descender a los infiernos. El triunfo de Le Mans fue un pequeño bálsamo para una herida que terminaría por desembocar en su retirada el año siguiente.

Los factores de la victoria

Roberts venció porque fue el mejor. De eso no cabe duda, pero al hablar de su victoria debemos mencionar los factores que contribuyeron a que el Mundial se decantase de su lado. La lluvia fue el primero de ellos. Ante condiciones climatológicas adversas, el yanqui se movió como pez en el agua. No en vano, tres de sus cuatro triunfos llegaron con el suelo mojado.

Otra de las circunstancias que permitió el americano brillar en pista fue el bajo rendimiento que mostró el equipo HRC en general, y Crivillé en particular. El gran dominador de los últimos años y el vigente campeón ya dieron muestras de lo que se avecinaba durante la pretemporada, periodo en el que acusaron muchos problemas. Pese a ello, pocos dudaban de que el español no se inmiscuiría en la pelea. Se equivocaban. En el segundo Gran Premio del año Crivi era directo: “La moto no va". La tensión fue en aumento y, en Mugello, integrantes de Honda aseguraron que el motivo por el cual sus pilotos oficiales no estaban arriba concernía exclusivamente a su actitud.

Fue precisamente en esta carrera donde Roberts vivió uno de los momentos más tensos del curso. El californiano, que venía de haber sufrido una fea caída en los entrenamientos de la prueba anterior, vio como su renta al frente de la provisional era totalmente neutralizada por Checa quien, favorecido por las caídas de Biaggi y Rossi, cruzó meta en segunda posición.

 

Las circunstancias invitaban a ponerse nerviosos, pero Kenny no lo hizo. Rebosaba confianza tanto en sí mismo, como en su equipo, lo que propició que solo la pifiara en Assen, cita en la que no puntuaría. La seguridad y su fe, pues, fueron otras de las claves de su título. Él lo tuvo claro desde el inicio y así lo hizo saber a la prensa: la corona iría a parar a otras manos únicamente si ellos la dejaban escapar. La declaración pudo denotar algo de prepotencia, pero lo importante es que, al igual que en 1999, volvía a tener razón. El Mundial no se le escapó y en Río la saga Roberts sumó un entorchado más, el cuarto.

El tercero en discordia

Si ser ‘hijo de’ ya es una pesada losa, cargar con el letrero de ‘hermano e hijo de campeón’ debe ser todo un gozo... Pese a que las comparaciones iban a ser inevitables, Kurtis el menor de la familia, también decidió probar suerte en la categoría reina. Corría el año 2001 cuando realizó su primer wild card en 500cc, a lomos de la Proton KR3 del equipo de su progenitor. Unos años antes, había disputado 11 carreras en el cuarto de litro, aunque viendo su poco éxito (no logró puntuar en ninguna), optó por regresar a EEUU y competir en el AMA.

En 2004 reapareció en MotoGP, de nuevo defendiendo los colores de la escuadra de su padre. Tampoco pudo brillar. Se ausentó varios GGPP del campeonato por lesión y solo puntuó en Francia (decimoquinto). En 2005 y 2007 repetiría con la moto del marciano, pero nuevamente los resultados fueron bastante discretos. Entre tanto también se animó a participar en Superbike (2006), con la Ducati del Team Pedercini.

 

A la vista está que la trayectoria de Kurtis en la máxima categoría no fue tan exitosa como la de los dos Kenny pero, apellidándose Roberts, no podía dejar de intentarlo.