Por primera vez desde que arrancó la era MotoGP (2002), Yamaha solo alineará dos motos en la parrilla de la clase reina. La decisión del equipo malasio RNF (antes Petronas SRT) de cambiar las fiables YZR-M1 por las nuevas y recientemente deseadas Aprilia RS-GP satélites, pillaron a contrapié a la fábrica de Iwata. Sin margen para encontrar una estructura privada que heredara sus monturas y a la espera del más que previsible desembarco del VR46 no antes de 2025, ya que el equipo propiedad de Valentino Rossi tiene contrato con Ducati hasta finales de 2024.
A Yamaha no le ha quedado otra que competir al estilo Suzuki, con solo dos motos de fábrica. Lo que seguro que es del agrado de algún contable de la fábrica de Iwata, ya que supone menor inversión en piezas, pero que claramente tiene un aspecto muy negativo: dividir a la mitad la información recogida en cada Gran Premio. Un lastre con el que les tocará convivir cada fin de semana y que supondrá plantarse en el campo de batalla en clara inferioridad numérica frente al resto de fábricas que tienen cuatro MotoGP, por ocho Ducati.
Esta nueva etapa en Yamaha arranca con una nueva decoración en sus YZR-M1. Se mantiene Monster Energy como patrocinador principal pero sus colores de guerra (azul y negro) se funden con tintes de camuflaje. “La ocasión merecía una nueva decoración y un nuevo comienzo que coincida con nuestro enfoque militar para luchar por el título de MotoGP”. Una declaración con tintes bélicos del Director General de Yamaha Motor Racing, Lin Jarvis, que esconden un reto mayúsculo, viendo como terminó 2022 y con qué armas arrancará 2023.
Pero en Yamaha están convencidos de que tienen el mayor talento de la actual parrilla, Fabio Quartararo, y han apostado por darle continuidad al proyecto. Una estrategia contraria a la de Honda, que para volver a su sitio natural (además del retorno de Márquez) ha fichado a dos cocos de la categoría, Joan Mir y a Álex Rins. Mientras suspiran por la resurrección de un Franco Morbidelli desaparecido en combate todo el año pasado y que está ante la que probablemente será su última oportunidad en Iwata; Yamaha tiene claro que a día de hoy su piloto franquicia es Quartararo y que si hubiera que poner todos los huevos en la cesta lo harían por el joven genio francés.
Ahora más que nunca Yamaha debe acertar de salida con su prototipo de 2023. El eslabón más débil de la YZR-M1 en los últimos años ha sido la potencia, por eso ficharon a mediados de la temporada pasada a Luca Marmorini, ex jefe de motores de Ferrari en F1. Sin embargo, en este aspecto Quartararo no acabó nada satisfecho con el test post temporada de Valencia; y en Iwata aseguran que este invierno han trabajado sin descanso para ofrecerle una MotoGP a la altura de su talento.
Con solo dos motos en parrilla, la temporada 2023 se presenta como una guerra desigual. Corren tiempos de austeridad militar en los cuarteles de Iwata y el buque insignia de su armada necesita dar lo mejor de sí mismo para recuperar la corona de MotoGP. Afortunadamente para Yamaha, si algo ha demostrado Fabio Quartararo es que no necesita tener la mejor moto de la parrilla para ser campeón.