Por quinta vez consecutiva, MotoGP tuvo un ganador diferente. Después de que Fabio Quartararo repitiese en Jerez, llegó el turno de Brad Binder, Andrea Dovizioso y Miguel Oliveira. Salvo Dovi, ninguno de ellos había ganado antes de este 2020, el año de los estrenos. En el Gran Premio de San Marino y la ribera del Rimini, el único de todo el calendario que se disputaba tras dos fines de semana libres, Franco Morbidelli se añadió a la lista de ganadores diferentes con su victoria en Misano.
En su caso, el adjetivo de ‘diferente’ alcanza nuevas dimensiones. Al menos, tres:
UN CAMINO DIFERENTE
Los tres nuevos ganadores de esta temporada (Quartararo, Binder y Oliveira) llegaron a MotoGP por el camino predeterminado. Procedentes del FIM CEV, Rookies Cup y CEV respectivamente, treparon por la escalera concebida a tal efecto desde la base de Moto3 y pasando por Moto2. A mayor o menor velocidad, nunca se desviaron de la ruta trazada para triunfar en MotoGP.
Nada que ver con Morbidelli. Tras brillar en la Cuna de Campeones, el elevado coste de pasar al CEV le hizo tener que parar y después emprender un camino diferente, teniendo que conformarse con disputar el campeonato nacional italiano de Stock 600, que a partir de 2012 compaginó con el Europeo de dicha categoría, en el que se centró en 2013 para proclamarse campeón continental. Con 18 años tenía dos opciones: seguir por la escalera del WorldSBK o jugársela y cambiar de campeonato.

Las tres carreras que disputó en ese mismo 2013 con Gresini sustituyendo a Thitipong Warokorn en Moto2 le convencieron. A él y al Italtrans, que le firmó para 2014, año donde mostró una gran evolución antes de lograr su primer podio en su segundo año, fichando por el EG 0,0 Marc VDS en el tercero. Con la estructura cervecera terminó el año abonado al podio y, en 2017, avasalló desde el inicio para irse a MotoGP con el título mundial bajo el brazo.
UNA MOTO DIFERENTE
El inicio en MotoGP no fue fácil: la Honda era la moto más complicada y el equipo de Marc van der Straten se vio envuelto en conflictos internos. En ese contexto, 50 puntos y un par de top ten fueron un bagaje aceptable, viendo que su compañero Thomas Luthi se fue de vacío. El equipo se fue al traste y ‘Morbido’ firmó por el Petronas para llevar una Yamaha, con la que dio un salto de calidad importante nada más subirse a ella.
Para este 2020, empezaba de tapado. Su buena temporada se había visto eclipsada por la de su compañero Fabio Quartararo, a quien Yamaha premió con una YZR-M1 idéntica a las oficiales de Valentino Rossi y Maverick Viñales. Para ‘Franky’ quedó una versión A-Spec, algo que ni en su equipo técnico saben muy bien qué significa o en qué difiere exactamente de las otras tres.

Lo único que saben es que, de las cuatro Yamaha, la de Morbidelli es la diferente. En lenguaje coloquial, la satélite al lado de tres oficiales. Todo eso le hacía comenzar el año en un segundo plano tanto en su equipo –y más con el doblete de Quartararo en Jerez- como en Yamaha, que parecía centrarse en tres ejes y dejar a Morbidelli como un verso libre.
UN TIPO DIFERENTE
Preguntado al respecto, también demostró ser diferente a otros. No quiso ni oír hablar de lo que le podía faltar a su moto, sino de lo que tenía, subrayando el paso por curva. Terminada la carrera, no le faltaron elogios para Ramón Forcada, el técnico que le ha llevado a la victoria. Seguramente un técnico diferente, también. De los pocos (quizás el único) con club de fans, surgido en su época junto a Jorge Lorenzo.
Ideal para Morbidelli, un tipo diferente, como demostró en Misano desde el principio hasta el final del fin de semana. No solo por su aspecto despreocupado o su larga melena rizada, aunque eso ya da pistas. Cuando se quitó el casco y le pusieron un micrófono delante, repartió agradecimientos para todas las personas que le han ayudado a llegar hasta allí, a lo más alto de MotoGP. Porque sabe que, para que él cuajara una carrera perfecta, hay mucha gente detrás que también ha realizado su trabajo a la perfección.

Unas horas antes, cuando todavía no era ganador en MotoGP, se metió en el bolsillo a un buen número de aficionados con su casco especial para Misano. En él, en el que junto a un dibujo de su cara, se puede leer la palabra ‘Igualdad’ en multitud de idiomas, cuya presentación aprovechó para lanzar un mensaje antirracista, llevando a MotoGP la oleada del movimiento ‘Black Lives Matter’.
El mensaje es clarísimo: todas las personas son iguales, y las únicas diferencias entre pilotos son las que se marcan en pista. Es Franco Morbidelli, un ganador diferente. Pero que muy diferente.