En Phillip Island siempre pasan cosas. Lo sabe cualquiera que lleve tiempo siguiendo el Mundial. Gaviotas que irrumpen en pista -normalmente con trágico final-, pilotos que aparecen y desaparecen de las posiciones delanteras, abruptos cambios de clima… si a todo eso se suma que los pilotos viven juntos en casas por la ausencia de hoteles, es lo más parecido a un ‘reality’ en MotoGP.
Como en los ‘realities’, el público a veces olvida que quienes toman las decisiones están en las sombras, y que los protagonistas a veces son simples marionetas de un guion. Así se sintieron los pilotos de Moto2 y Moto3 cuando se cambió el programa del fin de semana por la previsión meteorológica del domingo, priorizando a MotoGP y dejándoles a la intemperie.

Eso propició la primera carrera de MotoGP en sábado desde Assen 2015. Phillip Island se convirtió en la isla de las tentaciones, y dos pilotos sucumbieron a la seducción de la goma blanda. Sin absolutamente nada que perder, Marc Márquez lo hizo por pura diversión. Mucho más arriesgada fue la apuesta de Jorge Martín, que había dominado el fin de semana.
De entrada, eso le condenaba a hacer una salida perfecta y tirar desde el inicio para coger distancia. Sobre todo, porque la decisión de poner esos neumáticos obedecía al afán por evitar una carrera en grupo. Siendo el piloto más rápido, enzarzarse en batallas que le ralentizasen no le convenía, y la tentación de largarse de inicio fue demasiado grande. Y sucumbió, claro.

La carrera duró 40 minutos y le sobró uno. Lo cruel es que le pasaron hasta cuatro pilotos, un varapalo de 14 puntos y moralmente incalculable. Al final, la conquista fue para el más perseverante. Concretamente, 120 carreras ha necesitado Johann Zarco para ganar en MotoGP con el inteligente Pecco Bagnaia rascando 20 puntos y Fabio Di Giannantonio estrenándose en el cajón.
Amaneció el domingo y la isla de las tentaciones se convirtió en supervivientes. La lluvia regó el precioso trazado australiano y las aguas separaron a los imberbes de Moto3: algunos se lanzaron a nadar y otros guardaron la ropa. Entre los primeros, los veteranos Deniz Oncu y Ayumu Sasaki, que protagonizaron un bellísimo desenlace que se resolvió en favor del turco.

Tras ellos, Joel Kelso llevó la bandera australiana al cajón como regalo a los valientes que se desplazaron a las gradas del circuito… y que apenas pudieron ver carrera y media: hasta los gélidos guionistas se apiadaron de los actores de la categoría intermedia y, cuando el viento tornó una situación dantesca en realmente peligrosa, optaron por detener la emisión.
No se reanudó y la victoria fue para Tony Arbolino, que se llevó la mitad de los puntos cuando decía -¿bromeando?- que con esas condiciones merecían el doble. Le escoltaron Arón Canet y Fermín Aldeguer, y ya. Se canceló el Sprint y empezaron a salir los créditos mientras Jack Miller traspasaba la cuarta pared para saludar al público y regalar sus botas a un niño. Continuará, claro.
