Estaba llamado a reinar. Kenny Roberts lo sabía, y quería llevarle con mimo. Por eso, pese a que en 1989 ganó como invitado en Japón y Estados Unidos en 250cc, ‘King Kenny’ decidió que ‘Little John’ no estaba preparado para hacer el mundial completo; aunque debutaría en 500cc con un gran quinto en Bélgica. Difícil saber si Kenny Roberts acertó al hacerle esperar o no.
El caso es que 1990 no pudo ser más redondo para la estructura Marlboro Roberts Yamaha. Mientras Wayne Rainey tomaba el relevo en el olimpo del medio litro del dios Eddie Lawson, el príncipe John Kocinski se batía el cobre ante el correoso Carlos ‘Tiriti’ Cardús y el talentoso Luca Cadalora en el dos y medio. Con siete victorias (y doce podios) en quince carreras por las cuatro del español y las tres del italiano, no se hizo con el título hasta la última carrera.
Tenía 22 años y ya era campeón mundial. Argumento suficiente para que Roberts le colocase al lado de Rainey en la clase reina, formando una dupla llamada a dominar 500cc con mano de hierro ante incipientes talentos (Kevin Schwantz y Mick Doohan) y viejas glorias (Eddie Lawson y Wayne Gardner). Mitos entre los que Kocinski se codeaba sin ruborizarse, con un descaro que había sido su gran virtud pero que amenazaba con tornarse en su peor defecto.
Por contextualizar: Kocinski era diez años más joven que Lawson, nueve más que Gardner, ocho más que Rainey, cuatro más que Schwantz y tres más que Doohan. Pero ‘Little John’ tenía prisa por hacerse mayor y ya en su primer año logró su primer triunfo para acabar cuarto del mundial, mejorando un año después para finalizar tercero.
Kocinski estaba llamado a reinar, pero no pudo con los grandes dioses y tuvo que conformarse con tronos 'menores'
Sin embargo, tenía el hueso más duro en su propio box. John aún se movía entre claroscuros, Rainey ya era la estrella más brillante del medio litro. Y en Kyalami, el día que pudo ayudar a Wayne a ganar el título, John lanzó un órdago: pasó de echar un capote a su compañero –que aun así fue campeón- para ganar su única carrera del año… y se quedó sin sitio en el equipo.
Volvió a 250cc con Suzuki, que rescindió su contrato tras siete carreras tras la enésima salida del tiesto de ‘Little John’, que varios grandes premios después retornó al medio litro como parte del ambicioso proyecto de Cagiva, con quien ganó en su tercera carrera, disputada ante su público en Laguna Seca. Era la segunda victoria de la marca –Lawson había ganado el año anterior- y sería la penúltima, ya que en 1994 Kocinski se impuso en la carrera inaugural y acabando tercero en el Mundial. Pero no le gustaba la moto y se fue a hacer esquí acuático.
Tenía 27 años y tiempo y talento de sobra para alcanzar el trono de 500cc, pero se perdía en sí mismo. Regresó un año después, pero al Mundial de Superbike. Fue tercero con Ducati antes de firmar por Honda y ser campeón en 1997 ante el gran mito de la especialidad, Carl Fogarty, que justo ese año había hecho el cambio de marca contrario. Con ese impulso volvió a 500cc con el Honda Pons… para pasar sin pena ni gloria y correr un último año con el Kanemoto-Honda, logrando un podio en Le Mans.
Dos mundiales, 27 victorias (4 en 500cc, 9 en 250cc y 14 en Superbike) y 64 podios son unos números más que dignos para tener, por méritos propios, un hueco especial en la historia del motociclismo. Unos números que, sin embargo, no ocultan la realidad: ‘Little John’ Kocinski fue un príncipe del motociclismo cuya cabeza nunca estuvo a la altura de su talento; lo que le hizo sucumbir ante los grandes dioses y tener que conformarse con tronos ‘menores’.