Mientras el paddock de MotoGP se quitaba las telarañas después de casi un mes de parón para cargar las pilas, dos temas se apoderaban de la rueda de prensa previa al Gran Premio de Austria en el Red Bull Ring.
El primero era algo a lo que se ha llamado control de estabilidad. Un nuevo sistema implementado Marelli en la última actualización del software de su ECU (unidad de control electrónico) que reduce el par motor cuando la moto desliza para disminuir el derrape; que MotoGP ha aprobado en aras de mejorar la seguridad y evitar los highsides.
Evidentemente, las opiniones al respecto fueron de lo más dispares: mientras pilotos como Fabio Quartararo lo veían con buenos ojos por una cuestión pragmática (piensan que puede mitigar la inferioridad mecánica de su moto), los más puretas lamentaban una nueva disminución en la importancia del piloto. Tal era el caso de Pedro Acosta y Marc Márquez.
Si el murciano hizo gala de su habitual ausencia de pelos en la lengua al lamentarse de que cada vez tienen más ayudas electrónicas cuando lo que deberían hacer es eliminarlas; Marc Márquez no se quedó atrás y dejó una frase lapidaria: “cuántas más cosas introduzcas en la moto -en este caso a nivel de electrónica-, menos diferencia puede marcar el piloto”, razonó el catalán, tajante: “La moto lo hace todo. Como piloto no me gusta”, sentenció.
El segundo tema de moda giraba en torno al propio Marc Márquez y a su pequeña maldición austriaca, donde fue segundo tres años consecutivos tras perder por milésimas ante las Ducati oficiales de Andrea Dovizioso (2017 y 2019) y Jorge Lorenzo (2018). Después de una primera parte de curso con doce circuitos donde ya había ganado, su viaje por lo desconocido empezaba con una espina clavada.

Podría haber aprovechado para quitarse presión y entregar el favoritismo a Pecco Bagnaia, ganador de los tres últimos domingos y los dos únicos sábados en Spielberg. Pero no: sin salirse de su guion (lo importante es el título), reconoció que iba a tratar de luchar por la victoria y dejó entrever que esa espinita existía: “perdí en tres o cuatro ocasiones contra las motos rojas y ahora yo piloto una moto roja”, recordó.
Durante el fin de semana fue combinando primeras posiciones en las sesiones y perlitas a los micros contra el control de estabilidad, al que apuntaba como culpable de que todos los tiempos se hubiesen comprimido en una especie de ‘os lo dije’.
De repente, ese ‘os lo dije’ se volvió en su contra cuando se fue por los suelos en la Q2, tal y como le sucediera en Brno justo antes del parón. Él mismo había dicho, ni 48 horas antes, que tenía que controlarse a sí mismo porque “no se puede ser siempre el más rápido en todas y cada una de las sesiones, en todas y cada una de las carreras”.
Un error, motivado por verse cuarto en la clasificación, que le ponía sobre aviso de cara al sprint y la carrera, que tendría que afrontar desde la segunda fila. Sobre todo porque, en un momento dado, una segunda posición hubiera supuesto otro pasito hacia lo importante: el título.

Lo sucedido en las selvas de Estiria ya es otro pedacito de historia del motociclismo con el número 93 al pie de página: ganó el Sprint y la carrera para enlazar su sexto doblete consecutivo, se convirtió en el ganador de la carrera número 1.000 en la historia de la categoría reina y en el primer piloto de todos los tiempos que encadena seis triunfos en grandes premios con dos marcas distintas.
Y sí, por fin puso su nombre en el palmarés histórico del Red Bull Ring. Durante años llevó al límite a las motos rojas en el escenario en el que más veces han ganado, metiéndoles la moto en la última curva buscando un imposible. Pero, cuando la moto roja la ha tenido él (y pese a haber perdido la superioridad de antaño en dicho trazado), la emoción se había terminado mucho antes de esa última curva.
Porque, cuando le tocaba mediarse a las motos rojas tenía la velocidad, pero no tenía ni el control ni la estabilidad que ha adquirido con la Ducati Desmosedici GP25.
Puede que el nuevo software acerque a los demás, pero en este 2025 Marc Márquez lo tiene todo bajo control y eso ha ha llevado a MotoGP a un periodo de estabilidad que no se veía hace años en el que primero está él y después ya vienen todos los demás.