Pese a haber acabado ‘solo’ noveno en la general final, no hay duda de que uno de los grandes nombres propios en MotoGP 2020 ha sido el de Miguel Oliveira, ganador de dos carreras: en el Red Bull Ring sorprendió llegando tercero a la última curva y en Portimao, donde dominó el fin de semana como ningún piloto lo había hecho en ningún GP en todo el año.
Por el camino logró algunos hitos como ser el primer portugués en ganar en la categoría reina, el primer piloto en ganar en MotoGP con un equipo de la solera del Tech 3 o el primero en ganar con una moto independiente europea. Puras anécdotas al lado de la sensación que transmite el luso: está preparado para ser el encargado de llevar a KTM al título de MotoGP.
Es curioso si se tiene en cuenta que el último título que ganó Oliveira fue el Trofeo Mediterráneo de Pre125 allá por 2007. Desde entonces, si hay una palabra repetida en su palmarés es ‘subcampeón’. Lo fue en el CEV de 125, lo fue en el Mundial de Moto3 y lo fue en el Mundial de Moto2.
Seguramente en otras épocas del motociclismo, Oliveira se habría quedado algún año más para terminar la faena en una de esas categorías y proclamarse campeón del mundo. Pero la época que le ha tocado vivir es esta, y en esta época MotoGP es como un potentísimo imán al que todos los pilotos tienden a dirigirse por inercia.

Nadie puede culpar a Oliveira, el sistema está concebido así: hace años que a las categorías de promoción se les llama ‘Road to MotoGP’ (que se podría traducir como ‘rumbo a MotoGP’), algo que ya era así antes de recibir dicha denominación; y si bien es cierto que, en los tres casos, haber esperado un año más le hubiese dado muchísimas opciones de título, resulta muy difícil renunciar a dar esos pasos con las ofertas que ha tenido para ello.
Y también es evidente que cuando saltó al Campeonato del Mundo estaba preparado para hacerlo, cuando dio el paso a Moto2 también y es innegable que también lo estaba el pasado curso cuando debutó en MotoGP. Ninguno de sus tres saltos se puede considerar precipitado.
Ahora ya está en el último piso. Ya no existe el objetivo de seguir subiendo de categoría, porque está donde todos quieren estar. Está en el Campeonato del Mundo de MotoGP, cuenta con una moto ganadora y el año que viene será –con permiso de su (pasado y) futuro compañero Brad Binder- el jefe de filas del ambicioso proyecto de KTM.
Esta vez, si consigue ser subcampeón, no será el último tren hacia el título de dicha categoría. Hasta ahora ha sacrificado poner su nombre en el palmarés de importantes categorías con el único objetivo de hacerlo en el trofeo más importante del mundo, y para colmo lo ha hecho cargando sobre su espalda el peso de la historia de todo un país como Portugal.