El ‘problema’ de deportes como el motociclismo es que, a diferencia de los deportes de equipo en el que la foto de la gloria es compartida, solamente puede haber un campeón a final de cada temporada. Eso hace que absolutamente todas las luces se posen sobre él, lo que deja a todos los demás deambulando entre la sombra y la penumbra.
Se convierte por tanto en una situación de todo o nada en la que, por muy buena que haya sido la temporada de un piloto, basta con que la de otro haya sido mejor para que tenga que conformarse con ser subcampeón, una posición que muchas veces viene acompañada por esa popular -y tremendamente injusta- muletilla de ‘el primero de los perdedores’.
Insinuar que Sergio García es un perdedor sería ridículo. Todavía no ha cumplido los 20 años y ya está preparando su salto a Moto2 después de haber logrado 7 victorias y 20 podios en el Mundial de Moto3, donde apenas ha pasado cuatro cursos. Son unos números que la inmensa mayoría de pilotos no llegan a alcanzar en toda su carrera deportiva.
Sin embargo, se pone el foco en lo que no ha conseguido. El título mundial. La razón es sencilla: en las dos últimas temporadas ha peleado por él prácticamente hasta el final y no ha podido conseguirlo, teniendo que dar el siguiente paso como subcampeón, como ya le pasara en 2018, cuando llegó al Mundial tras ser subcampeón mundial junior de Moto3 tras Raúl Fernández.
Por entonces, el Estrella Galicia 0,0 le tenía como su gran perla y no quiso esperar más, optando por foguearle en los grandes premios lo antes posible. Allí tuvo un primer año difícil que terminó a lo grande en Valencia, mejorando en su segundo curso antes de fichar por el Aspar Team; que una vez más se hacía con la gran perla del motociclismo valenciano.
Allí terminó de explotar, convirtiéndose en la némesis de Pedro Acosta hasta que una lesión inoportuna le impidió pelear el cetro mundial, perdiendo incluso el subcampeonato ante Dennis Foggia. Para 2022 solamente valía ganar, y su comienzo de temporada refrendó su favoritismo con tres victorias en las ocho primeras carreras y siete podios en las once citas antes del parón.
A la vuelta todo se torció. Una mala racha de seis carreras con tres ceros y ningún podio coincidió con el estado de gracia de su compañero Izan Guevara, que puso la directa para abrir un hueco en la general que ya se tornaría insalvable. Al menos esta vez pudo apretar los dientes al final de temporada para desquitarse ante Foggia y ser subcampeón.
Al final, todo lo que se puede achacar a Sergio García en estos dos últimos años tiene más que ver con haberse cruzado con dos portentos como Acosta y Guevara, cuyo brillo ha sido tan intenso que ha sumido al valenciano en una injusta penumbra. La buena noticia es que tiene por delante muchísimos años para quedarse con todos los focos.
