La suerte de Brad Binder

El sudafricano ganó en uno de los finales de carrera más surrealistas que se recuerdan en MotoGP.

Brad Binder celebra su victoria tras una exhibición memorable en Austria
Brad Binder celebra su victoria tras una exhibición memorable en Austria

El sudafricano Brad Binder consiguió en el Gran Premio de Austria su segunda victoria en el Campeonato del Mundo de MotoGP, un año después de estrenarse como ganador en Brno en la que era apenas su tercera carrera en la categoría reina.

Lo hizo en una carrera de locura, donde tras varias leves amenazas de lluvia el líquido elemento hizo su irrupción definitiva en el tramo final. Todos los pilotos del grupo delantero entraron a cambiar de moto y solo él se quedó con los slicks en un asfalto cada vez más mojado, llevándose la victoria por muy poco: entró con 12 segundos, pero en la última vuelta fue 15 segundos más lento que el segundo clasificado, Pecco Bagnaia.

Fue uno de los finales de carrera más surrealistas que se recuerdan en MotoGP: los pilotos que habían entrado a cambiar comenzaron a sortear a los valientes de los slicks, que rodaban cada vez más lentos. A todos menos a Binder, que después de estar a punto de irse al suelo varias veces cruzaba la línea de meta entre emocionado e incrédulo por lo que acababa de hacer.

Al saber le llaman suerte, dice el refrán. Hubo quien utilizó es palabra en un intento de restar mérito a la victoria del de KTM. No así sus rivales, que se deshicieron en elogios ante lo que fue una de las mayores exhibiciones que se recuerdan en los últimos tiempos.

Brad Binder fue el más rápido en el tramo final de carrera
Brad Binder fue el más rápido en el tramo final de carrera

La realidad es que lo de Binder no fue cuestión de suerte, o al menos no más que el punto de suerte que se necesita siempre para ganar. En su caso, la suerte fue que se pusiese a llover cuando lo hizo y no unos minutos después. A partir de ahí, todo fue absolutamente mérito suyo, tal y como avalan los números.

Por un lado, es cierto que cuando los otros cinco pilotos de cabeza entraron a cambiar moto él estaba junto a ellos. Pero cuando empezó a llover no lo estaba. Es más, en la 21ª de las 28 vueltas rodaba a seis segundos de Bagnaia. Empezaron las gotas. En la 22ª vuelta rodó siete décimas más rápido que Joan Mir y un segundo más rápido que el resto. En la 23ª volvió a ser el más rápido en pista. En la 24ª dio el mayor mordisco y llegó hasta ellos.

Quizás fue esa confianza de saberse más rápido que los cinco pilotos que habían dominado la carrera hasta entonces -y que le ralentizaron en la última vuelta antes de entrar- la que le hizo tomar la decisión de quedarse en pista. La más arriesgada de todas. Eso sí, si bien esa decisión fue condición necesaria, no fue suficiente para ganar. Lo más difícil estaba por venir.

De nuevo, lo mejor es acudir a los tiempos. En este caso, a los que marcaron el resto de piloto que tomaron la misma decisión y se mantuvieron con slicks hasta el final como Aleix Espargaró, Valentino Rossi, Iker Lecuona, Luca Marini, Takaaki Nakagami y Álex Márquez.

En esta gráfica interactiva (si te pones en un piloto se ilumina su línea entera y si te pones en un punto puedes ver exactamente la distancia que le llevaba el líder esa vuelta) se aprecia perfectamente lo sucedido desde la vuelta 24 a la 28.

Los cinco pilotos que rodaban junto a Binder entraron y, salvo Marc Márquez que se cayó, fueron recuperando a partir de ahí, con Fabio Quartararo más comedido. Pecco Bagnaia, Jorge Martín y Joan Mir se lanzaron a tumba abierta superando obstáculos hasta llegar a los pilotos que llegaron a verse en posición de podio.

Cuando todos entraron, Aleix Espargaró estaba a 1,7 segundos de Binder, perdiendo 20 segundos en las tres vueltas finales respecto al de KTM. Mientras tanto, el cuarteto que formaban Nakagami, Lecuona, Rossi y Marini comenzó ese periplo final de jugársela con slicks en lluvia a 10 segundos de Binder. De haber rodado igual de rápido que el sudafricano, hubiesen acabado por delante de Bagnaia, que cruzó la meta a 12 segundos. No lo hicieron y perdieron el podio.

En definitiva, atribuir la victoria de Binder a la suerte es tan absurdo como hacerlo con cualquier otra. Las condiciones son parte del juego y fueron las mismas para todos y, si bien es cierto que le dio una ventaja de medio minuto, también lo es que fue el más rápido de todos tanto antes del cambio como después: antes del cambio para atrapar al grupo delantero que le sacaba entre 5 y 6 segundos, y después para no ser atrapado por la marabunta de pilotos con gomas de agua. Por eso ganó.

No fue la suerte de Brad Binder, fue la suerte de ver a Brad Binder. Una suerte compartida por toda la afición a MotoGP, que pudo presenciar una clase magistral de pilotaje con slicks en mojado. Lo dicho: al saber le llaman suerte.

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