Como ya sabéis, desde la redacción de MOTOCICLISMO hemos querido rendir un homenaje a nuestro queridísimo Ángel Nieto mediante el libro “Ángel Nieto: vida y éxitos de nuestro mejor piloto”. En esta especial biografía hacemos un repaso a la vida de Ángel, desde sus humildes inicios hasta sus últimos años como comentarista en el mundial. Hemos revivido sus éxitos, su retirada y algunas de sus vivencias personales que nos han contado familiares, amigos y rivales.
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Marco Lucchinelli, ex piloto italiano y amigo de Ángel, ha querido compartir con nosotros en exclusiva un par de anécdotas que no aparecen en el libro pero que os contamos ahora.
"Recuerdo con cariño un momento en especial, en el que Ángel Nieto se me acercó en la parrilla de salida minutos antes de que comenzase la carrera en la que me podía, y lo hice, convertirme en campeón del mundo por primera vez. Fue en 1981 en la carrera de Suecia, valoré mucho los consejos que Ángel me dio sobre las negociaciones que debía hacer con Yamaha, Suzuki y Honda. Como favor, no dudé en hablar con Suzuki para que le dejase a Ángel una de mis motos para que debutase en una competición internacional de 500 cc, que organizaba Carmelo Ezpeleta en el Circuito del Jarama. Fue un éxito para Ángel ya que terminó en el podio. El año siguiente, también en el Jarama, pero ahora en el GP de España, le presté otra de mis motos, esta vez una moto oficial de 500cc. Fue una Honda, con la que debutó en la clase superior del Mundial. Ángel iba rapidísimo, pero tuvo la mala fortuna de acabar por los suelos, debido al accidente mi moto se incendió, pero evidentemente no le pedí explicaciones”
Marco y Ángel tienen muchos recuerdos juntos pero muy pocos, según Marco “pasan los recortes de la censura”. El expiloto italiano ha rememorado una personal y divertida anécdota sobre la prueba del jet sky.
"Ángel se había enamorado de una moto acuática que me había dado Suzuki, él también quería una. y yo se la conseguí, pero tuvo que esperar casi un año para llegar a Ibiza el día de su “botadura”. Parecía un bote grande, con una larga zona central que servía de asiento. Hice el "rodaje", haciendo eses como un loco en el medio de los barcos que estaban anclados, y luego le dejé el manillar a Ángel, que escoltado por hombres del servicio de seguridad, pasó al lado del barco del rey Juan Carlos, mojando de paso a algunos de sus invitados con la estela de la moto. Estaba feliz y orgulloso, pero cometió el error de volver a cederme el manillar. Hice otra serie interminable de loco slaloms hasta que llegamos a nuestro barco de apoyo, que era el de los Rabasa, los titulares de Derbi. Desafortunadamente, me había quedado sin batería. Ángel decidió conectar con unos cables la batería a un generador de emergencia que tenía el barco de soporte. Pero cuando él conectó los cables y el motor volvió a arrancar, la chica a la que Ángel le había confiado la tarea de abrir el acelerador, no había medido la apertura, y lo tenía abierto del todo. Con el acelerador abierto a tope, la moto arrancó como un cohete, y del golpe inicial hizo un wheelie que puso la proa mirando al cielo. Cuando del susto soltó el acelerador de golpe, la moto volvió a caer de golpe al agua, hundiendo la popa y quedándose con la proa en al aire. Se llenaba de agua la zona del asiento y parecía que se iba a ir al fondo, pero se mantenía a flote gracias a un cabo que estaba atado al manillar. No sé lo que me llevó a creer que el motor se había incendiado, y entonces decidí hacer pis sobre el inexistente incendio, sobre un fuego que realmente no existía. Me había visto 'iluminado' por el recuerdo de la película Serafino en la que el protagonista, Adriano Celentano hacía precisamente eso para extinguir las llamas que envolvían su coche. Y Ángel, en esa ocasión, tampoco me pidió a mí explicaciones".
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