La firma Matchless forma parte del prestigioso elenco de marcas británicas que dominaron el panorama mundial del motociclismo a mediados del siglo XX. Junto a nombres como BSA, AJS, Norton o Triumph entre muchas otras, decir Matchless era sinónimo de excelencia entre los círculos más entendidos del mundo del motor.
En MOTOCICLISMO hemos publicado ya alguna de las obras maestras de Pere Tarragó, un catalán de Molins de Rei considerado por muchos como el mejor modelista de motos del mundo, pero curiosamente, entre su ya larga lista de creaciones no figuraba ningún modelo británico, así que una vez terminada su última obra, no dudó ni un momento en que la Matchless G50 de 1958, uno de los modelos más apreciados entre los amantes de las motos clásicas de competición, sería su próximo objetivo poniéndose manos a la obra para crear no una, sino dos unidades de este modelo (uno para el coleccionista proveedor de la moto original) y otro para su propia colección que curiosamente se ha visto obligado también a vender a otro particular enamorado de esta joya.

Quien tenga la fortuna de ver en vivo cualquiera de las obras de Tarragó, y en especial esta última, podría llegar a pensar que este “brujo” dispone de una sofisticada impresora 3D que, utilizando las más intrincadas tecnologías electrónicas e informáticas es capaz de “fotocopiar” con el máximo detalle una motocicleta real. Pero nada más lejos de la realidad, porque la artesanía manual “pura y dura” de las manos de Pere es la única responsable de esta maravilla que contempláis en estas páginas.
Una maravilla fruto de casi 1000 horas de trabajo utilizando los más diversos materiales y procesos, desde el mecanizado y torneado hasta la fundición de aluminio, la “plancha y pintura” y muchas otras técnicas que le permiten dar forma con tanta veracidad a detalles como los radios de las ruedas, la instrumentación, los tornillos del carburador, los neumáticos, etc.

Además, todos los posibles componentes móviles son funcionales, tales como manetas, palancas, suspensiones, cables y levas de frenos en un proyecto en el que, según palabras del propio creador, el hecho de tratarse de un modelo de competición, fabricado ya en su versión original de una forma bastante artesanal, ha supuesto un plus de complicación en la elaboración de la maqueta, al tener que reproducir una serie de detalles y componentes poco o nada estandarizados para poder llevar a cabo esta fantasía del motomodelismo formada por más de 500 piezas de 40 cm de largo y 2,4 kg de peso.