21 días… con Valentino Rossi

¿Qué ha pasado entre la operación de tibia y peroné y su gran tiempo en la Q2 de Aragón?

Nacho González

21 días… con Valentino Rossi
21 días… con Valentino Rossi

1 de septiembre de 2017: Unas cuantas horas después de sufrir un accidente practicando enduro, Valentino Rossi se sometía a una intervención quirúrgica para estabilizarle las fracturas con desplazamiento sufridas en la tibia y el peroné de la pierna derecha.

23 de septiembre de 2017: Valentino Rossi se cuela en la Q2 sobre la bocina de la FP3 y, una vez en la sesión clasificatoria definitiva, se mete en tercera posición de parrilla quedándose a tan solo 180 milésimas del tiempo de la pole.

¿Qué paso en medio? Sólo sabemos una cosa: pasaron 21 días. Para tener detalles de cómo ha transcurrido la cuasi milagrosa recuperación del piloto italiano tendríamos que haber mandado a Samanta Villar –o a alguna de sus sucesoras- a espiar al nueve veces campeón del mundo día y noche.

Si muchísima gente daría un brazo por pasar 21 días cualesquiera viviendo con Valentino Rossi, haberlo hecho en este mes de septiembre se habría convertido en algo digno de estudio, sobre todo desde el punto de vista clínico; pero también desde la perspectiva de la psicología deportiva.

Conspiranoias (?) aparte (que haya tenido que salir Rossi a enseñar su pierna para probar su lesión roza en lo surrealista), resulta imposible saber cómo narices ha conseguido, a sus 38 años, reducir los tiempos de recuperación casi a la mitad.

El plazo fue establecido por el propio Doctor Raffaele Pascarella después de operarle: “Tendrá que descansar por lo menos 40 días”. Una frase que, la mayoría de los mortales, entendimos literalmente. Quizás fueron la palabra ‘descansar’ y la estimación de ’40 días’ las que nos llevaron a error.

El error fue pensar que Rossi había oído lo mismo que los demás. Rossi sabía que las estimaciones de los médicos parten de dos premisas:

  1. Por un lado, están enunciadas desde la prudencia.
  2. Se enuncian en base a la recuperación ‘normal’ de una lesión.

A partir de ahí, podemos inferir dos cosas: el tiempo de recuperación de un deportista tiende a ser inferior al ‘normal’ por su gran capacidad física. Si a eso le sumamos la impresionante voracidad competitiva de Rossi, también podemos deducir que desde el principio la prudencia quedó desterrada de su ecuación mental.

Contando con todos esos condicionantes, que Valentino Rossi se meta tercero en la parrilla del Gran Premio de Aragón es para rendirse a sus pies, a sus tibias y a sus peronés.

Transcurridos varios minutos, y una vez cerrada la boca ante el asombro del tiempo firmado por el de Tavullia, es lícito pensar en cómo habrá sido su día a día desde su operación. Tanto su evolución física como su evolución mental.

Qué le pasó por la cabeza cuando supo que se perdería la carrera de Misano. En qué punto exacto transformó es decepción en motivación por volver. Cuándo decidió ir a probarse con una YZF-R1 en Misano. Dónde estaba cuando tomó la decisión firme de viajar a Motorland. Cómo se lo transmitió a Yamaha, que ya había anunciado a Michael van der Mark.

Miles de preguntas que se habrán agolpado en la mente de Rossi, convirtiéndose en respuestas y dando lugar a nuevos interrogantes con el paso de las horas y los días.

No hace falta ser rossista. A casi cualquier aficionado al motociclismo le hubiera gustado ponerse en la piel de Samanta Villar y haber vivido estos 21 días… con Valentino Rossi.