Mucho se ha hablado durante la temporada de la dependencia que han tenido Honda de Marc Márquez y KTM de Pol Espargaró, sobre todo porque se esperaba muchísimo más de sus respectivos compañeros: Jorge Lorenzo y Johann Zarco. Sin embargo, no se ha hecho tanto hincapié en la dependencia que Suzuki ha tenido de Álex Rins en cuanto a resultados.
Bien es cierto que, a diferencia de Honda y KTM, dicha dependencia ya se presuponía antes de empezar el curso. Por la insistencia de la marca de Hamamatsu en no poner un equipo satélite y, sobre todo, porque su compañero era un debutante en la categoría: Joan Mir. El caso es que Suzuki se confió a Rins y la apuesta no ha podido salir mejor.
Con su cuarta posición ha igualado el mejor resultado final para Suzuki en la era MotoGP (John Hopkins en 2007 y Maverick Viñales en 2016), y sobre todo se ha convertido en el primer piloto de la marca que repite victoria, consiguiendo él solito y en este 2019 las mismas victorias de su marca desde que desaparecieron las 500cc: dos.
En Austin aprovechó la caída de Marc Márquez para hacerse con su primer triunfo batiendo a Valentino Rossi, al que superó claramente llegando desde atrás con más ritmo; y en Silverstone sorprendió al propio Márquez sobre la misma línea de meta. Y con todo eso, la mejor noticia para Suzuki no es lo que ha hecho Rins, sino lo que puede llegar a hacer ahora.
En la inevitable comparación entre lo que está consiguiendo Rins ahora y lo que logró Viñales tres años atrás, la principal diferencia no estriba en el rendimiento de uno y otro, sino en su fe en la propia marca. Rins quiere hacerse grande en Suzuki haciendo grande a Suzuki. Confía en la GSX-RR como ningún otro piloto lo ha hecho antes y se ve a sí mismo siguiendo los pasos de mitos como Barry Sheene o Kevin Schwantz.
Claro que esos nombres parecen palabras mayores, porque lo son. Pero tener la aspiración de pasar a la historia junto a ellos es la primera piedra para cimentar una historia en común. Y después de lo sucedido en la marca azul clarita en las últimas temporadas, tener la confianza ciega de su primer piloto se antoja vital.
El azul cristalino de la máquina ejerce ahora como una metáfora ideal de las aguas tranquilas que se viven en Suzuki, que por primera vez en MotoGP se siente consolidada en la élite. Con Joan Mir en pleno crecimiento, Álex Rins les está dando licencia para soñar con todo en cada fin de semana.
Todavía quedan algunas cosas por pulir, claro. Debe clasificar mucho mejor, eso resulta evidente. Salir noveno de media es incompatible con asaltar el título. Pero ya son solo detalles: la base existe y es realmente sólida, tanto a nivel técnico como a nivel humano. Cuando las aguas son tranquilas y todos reman en la misma dirección, solamente se puede seguir avanzando.