“He sido uno de ellos". Al acabar su última carrera como piloto de MotoGP, Dani Pedrosa resumía así su gran orgullo como piloto: haber competido durante tanto tiempo junto a leyendas como Valentino Rossi, Casey Stoner, Jorge Lorenzo y Marc Márquez, pilotos históricos a los que logró batir en numerosas ocasiones. Muy pocos pilotos, prácticamente ninguno, pueden decir algo así. Andrea Dovizioso sí que puede, y cada vez más.
Desde que llegó a la categoría reina, el que fuera campeón del octavo de litro en 2004 y doble subcampeón del dos y medio había sido algo así como el eslabón perdido entre los mitos que se jugaban las victorias y los títulos, y el resto de la parrilla. En sus nueve primeras temporadas, acabó siempre entre la tercera y la octava posición final.
Siempre al acecho, la victoria de Donington 2009 fue alcanzando la consideración de excepción al no repetirse. Su llegada a Ducati era un todo o nada después de una década en Honda y un año con una Yamaha. Y, al principio, fue la nada. Concretamente, nada de podios en su primer año, una situación hasta entonces desconocida desde que lograra el primero en 125cc.
No abundaban los motivos para el optimismo en una panorama con gran rotación de pilotos en categoría reina. Fue entonces cuando empezó a hacerse fuerte en Borgo Panigale a base de trabajar de forma incansable en la sombra para reducir el enorme hueco que había entre las estructuras oficiales de las dos grandes marcas niponas y el resto de la parrilla.
Dovizioso, que había llegado a MotoGP como un diamante en bruto, tuvo que ver cómo sus antiguos rivales se iban puliendo hasta brillar con la luz propia de las estrellas, proyectando una sombra en la que el italiano se había visto oscurecido. Como tantos otros secundarios del deporte de las dos ruedas, su lugar en la historia del motociclismo parecía estar más reservado al estar que al ser.
Lejos de resignarse a ese destino, Dovi se confió a la fuerza del equipo para aprovechar los mínimos errores de los pilotos ganadores y así reanudar su colección de podios. Su regularidad le permitía acabar las temporadas más arriba de lo que podría esperarse de Ducati, que a la hora de la verdad decidió apostar por él cuando Andrea Iannone parecía haberle comido la tostada.
El camino había merecido la pena: estaban de vuelta. Había moto, había piloto y había confianza mutua, una combinación que se materializó por primera vez en Sepang 2016, una carrera que fue, a la vez, el fin de su larga sequía y el inicio de un torrente de victorias impensable hasta entonces.
Ya no importaba ser o no diamante, pues nada da más brillo que la victoria. Compartiendo pista con pilotos como los mencionados Márquez, Rossi, Lorenzo y Pedrosa y nuevos diamantes en pleno proceso de pulido como Maverick Viñales; Dovi ha sido subcampeón de MotoGP dos años seguidos, en los que ha sumado diez victorias. El futuro dirá si el segundo puesto es su techo. Lo que sí se puede decir es que Andrea Dovizioso ya es uno de ellos.