Unos se van y otros llegan. De momento tenemos la certeza de que 2019 será recordado como el año del adiós de Jorge Lorenzo, pero quién sabe si de aquí a 15 ó 20 años dicho recuerdo compartirá protagonismo con el del comienzo de la historia de Izan Guevara.
De momento solo tenemos el prólogo de esa historia, pero ya se ve que la semilla revolucionaria del piloto balear va mucho más allá de su apellido. Comenzó la temporada con 14 años y como un novato en la tercera edición de la European Talent Cup, la copa de promoción monomarca creada como antesala de esa antesala mundialista que es el Campeonato del Mundo Junior de Moto3.
Venía avalado por formar parte de la Cuna de Campeones y después de un fugaz paso por el Campeonato de España en la temporada 2018, en la que se proclamó subcampeón en el que era su año de estreno en PreMoto3, ganando hasta tres carreras. Como tantos otros cambió de certamen variando el prefijo y saltó del RFME CEV al FIM CEV. Pintaba bien, sí, pero como tantos otros.
No fue una sorpresa verle delante, claro está. Lo que fue una sorpresa fue verle empezar a dominar a su antojo una categoría que en su corto recorrido siempre se había caracterizado por una enorme igualdad, con hasta una decena de pilotos repartiéndose las victorias en cada temporada, hasta el punto de que nunca nadie había llegado a alcanzar las tres victorias en la misma.
Mientras todos miraban a Iván Ortolá tras su gran doblete sobre mojado en Estoril, Guevara se preparaba en la sombra y se destapaba en el Ricardo Tormo. En la primera manga, demostrando una enorme capacidad de resolución al imponerse en un grupo de cuatro. En la segunda, se escapó nada más salir y ya no pudieron darle caza, exhibiéndose de principio a fin para ganar en solitario.
Un doblete podía parecer fruto de un gran feeling con un circuito concreto, pero en Montmeló demostró que no era así. Volvió a ganar, pero ni en grupo ni en solitario. En un mano a mano contra Fermín Aldeguer, piloto con sobrada experiencia en la categoría al que doblegó en la última vuelta.
Ser el primer piloto en llegar a tres victorias en la categoría no le detuvo, y en Motorland añadió dos más: la primera en un grupo de tres y la segunda en un mano a mano ante otra de las joyas de la cantera, José Antonio Rueda, al que venció por apenas 13 milésimas. Daba igual cuántos llegasen con opciones de victoria, a la hora de la verdad siempre ganaba él.
En Jerez no fue menos y, con su sexta victoria consecutiva –de nuevo en un grupo de tres- se hizo con el título cuando quedaban 75 puntos en juego, demostrando una superioridad inusitada en una copa monomarca. Nadie sabe dónde llegará, pero viendo cómo ha comenzado su revolución, hay mucha gente con ganas de ver cómo continúa su historia.