Ya conocen los hechos. Esta mañana desayunábamos con sobresaltos en la penúltima etapa del Dakar: primero Joan Barreda volaba para recortar gran parte de la desventaja que tenía y hacía soñar con el triunfo final a toda España, y sin tiempo de frotarse los ojos, la organización informaba de que no había parado en el repostaje pertinente.
Poco después, la consecuencia lógica. Su Honda se paraba y se quedaba sin gasolina. Horas después se confirmaba su abandono, el quinto en once participaciones, y más allá de eso: se revelaba que había solicitado la asistencia del equipo médico. Algo no terminaba de encajar. Faltaba una pieza del puzle entre la asistencia médica y la falta de gasolina.
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Él mismo lo explicaba un rato después desde el hospital: se había sentido mal durante la etapa y de ahí su desorientación, achacándolo a su caída de antes de ayer, donde llegó a perder el conocimiento. En el comunicado del equipo se expresaba en la misma línea: “La caída de hace dos días en la que tuve una pérdida de conocimiento durante unos minutos me ha pasado factura hoy. Tenía muchas ganas de continuar en carrera y acabar lo mejor posible, pero no ha podido ser”, se lamentaba el piloto del Monster Energy Honda Rally Team.
Recordemos que ayer mismo, su compañero chileno Nacho Cornejo llegaba a meta tras sufrir una caída en la que llegó al perder el conocimiento. Al llegar al final de la especial, dijo que se sentía mal y los médicos le enviaron al hospital para someterse a un chequeo más exhaustivo, lo que suponía su adiós al Dakar.
Hoy Barreda a seguido el mismo camino: hospital y chequeos. La pregunta es obligatoria: ¿por qué no mandaron a Barreda al hospital al término de la novena etapa? La respuesta parece ser que, a diferencia de Cornejo, Barreda no se sintió mal al terminar. Eso lo explica, pero no lo justifica.
Que dicha caída le haya afectado tanto 48 horas después hasta el punto de desorientarse en mitad del desierto solamente prueba que debería haberse retirado antes de ayer. Al no hacerlo se ha puesto en peligro.
Un traumatismo craneal es algo que no se debe tomar a broma, y si en deportes como MotoGP hay protocolos estrictos que hacen que cualquier piloto que sufre uno sea ‘no apto’ durante 24 horas, el Dakar no se debería quedar atrás. Dejar a un piloto atravesando centenares de kilómetros por el desierto después de sufrir un golpe en la cabeza es una irresponsabilidad que raya en la temeridad. Las consecuencias podrían haber sido gravísimas para el catellonense.
Irresponsabilidad del propio Barreda por no ir al médico al acabar la novena etapa, de Honda por no obligarle a acudir y del Dakar por permitirle salir. La retirada de Barreda ha llegado 48 horas después de lo que tendría que haber sido, y solo queda agradecer que no haya sucedido nada peor y esperar que esto sirva de algo para evitar situaciones similares en el futuro.
