Imprevisible como el agua: desde que apareció en el mundial, Romano Fenati ha sido mucho más de golpear y desaparecer que de fluir y dejar fluir su talento de una forma armónica y ordenada. Siempre se ha dicho que es más fácil meter en vereda a un piloto rápido que dotar de rapidez a un piloto que no lo es, por muy metódico y disciplinado que resulte.
Claro que, cuando pasan las temporadas y no se aprecia una evolución significativa en la fluidez de un talento innato, dicho cauce puede rebasar el enrase y acabar desbordándose y, por tanto, desperdiciarse. Y eso es lo que le iba sucediendo al joven Romano Fenati, cuyo torrente de talento no encontraba un flujo conductor que le llevase a buen puerto.
La expulsión del equipo de Valentino Rossi confirmaba los presagios de muchos: su indómito carácter estaba arruinando su prometedora carrera. No es que estuviera marcado de por vida en el Mundial, pero un final tan abrupto a una relación tan ilusionante no auguraba un buen destino para ‘Fenny’, que tuvo que ver la segunda mitad de temporada desde su casa.
En algún momento de esa mitad de temporada, hizo un click. Estuvo ayudando en las tareas de auxilio tras el terremoto de Italia, y hay quien dice que aquello le cambió la forma de ver las cosas. En algún otro punto de esa mitad de temporada, firmó para 2018 con el Rivacold, dejando atrás la era Sky y tres años con KTM para abrazar la Honda.
Era Fenati, sin duda, la gran incógnita en la parrilla de Qatar. Nadie sabía qué versión del italiano nos encontraríamos para la nueva temporada. El quinto puesto de Qatar y el séptimo de Argentina no despejaban duda alguna. Pero llegó Austin. Allí había logrado su última victoria antes de su precipitado final de temporada. Y allí volvió a ganar.
Lo hizo con tal madurez que se empezaba a atisbar un cambio en él, incluso pese a que Arón Canet se resarció y le batió en Jerez. La caída en Le Mans y el fiasco en Mugello (13º) devolvían las dudas, pero empezó a enlazar segundas posiciones –hasta cuatro seguidas- para consolidarse como el gran rival de un hambriento Joan Mir que apenas dejaba migajas al resto.
Fue (¡cómo no!) el agua el que terminó de encauzar su torrente. Exhibición en Misano para ganar –precisamente a Mir- por casi medio minuto; y repetición de la misma en Motegi para evitar el título del balear. El título era cuestión de tiempo y se fue a Palma, pero desde la perspectiva de Fenati, el año 2017 había sido el del triunfo interno: había logrado encauzarse a sí mismo.
En 2018 le espera Moto2, una categoría donde la fluidez es vital. Allí de poco vale destacar un fin de semana si al siguiente te quedas a segundo y medio de los líderes, porque eso te condena a la cola del pelotón. Moto2 está necesitada de torrentes de talento… pero que lleguen ya encauzados, claro.