Un número 1 real

Frente al reality de la realeza, siempre reaparece la realidad.

Nacho González

Un número 1 real
Un número 1 real

Lo bueno de los principios de temporada es que, en la clasificación general, todos los pilotos se encuentran reagrupados. Las marcas entran en un proceso de rearme, ansiosas por medir sus nuevos componentes con los de sus rivales. Los pilotos arden en deseos de reanudar la acción; los aficionados cuentan los días para ver a sus ídolos reaparecer en pista.

En ese punto de la temporada sucede que, a excepción del defensor del título, todos son reacios a acabar como el año anterior. Para ello, buscan readaptarse a sus monturas antes y mejor que nadie; sabiendo que empiezan con cero puntos, realineados en una especie de parrilla de salida sacada de una realidad virtual donde todos parten del mismo eje al estilo MX.

Todo son ilusiones hasta que, de repente, un piloto empieza a reabrir viejas heridas en sus rivales, que buscan a la desesperada algún tipo de reacción. Dan lo mejor de sí mismos, sobrepasan sus propios límites para intentar reactivar sus posibilidades, esperando –casi siempre en vano- que un error del líder reavive de algún modo la lucha por el título.

Evidentemente, también los equipos realizan sus mejores esfuerzos para tratar de encontrar alguna manera de reanimar la emoción del campeonato, intentando para ello realzar las virtudes de sus máquinas. Pero tampoco funciona y, poco a poco, empiezan a reasumir que el guion va a ser idéntico al de los dos años anteriores.

Una temporada más, se ven obligados a readmitir que hay un piloto que, como el buen vino, mejora con el paso de los años, reafirmando cada vez más su superioridad sobre el resto. Como de costumbre, se acaba produciendo una reapertura en las puertas del olimpo, para realojar allí al mismo dios de las temporadas pasadas.

Un olimpo terrenal, realista. Puede que los niveles de realización televisiva de MotoGP estén muy por encima, pero a veces da la sensación de ser una especie de reality show sólo al alcance de un puñado de pilotos que se acaban convirtiendo en una especie de realeza.

Lo mejor del Mundial de Superbike es que su número uno tiene toda la pinta de ser un hombre real. Hasta en el apellido…