El empuje de la moto eléctrica es imparable, de los primeros y muy simples scooter de ámbito estrictamente urbano estamos pasando en los últimos tiempos a propuestas mucho más versátiles, atractivas e interesantes, que poco a poco irán creando sus propios segmentos dentro de este aún muy incipiente mercado. Un magnífico ejemplo es esta Brammo Enertia, una motocicleta diseñada y desarrollada en los EEUU y que nos sorprende por su diseño y calidad de acabados, dignos de cualquier motocicleta convencional, una característica poco común hasta ahora en vehículos de este tipo, que parecen estar pensados en su mayoría con el único objetivo de acoplar de forma más o menos afortunada un motor eléctrico a un scooter ya existente o que simplemente, están fabricados por empresas muy ajenas al mundo de la moto y por lo tanto, desconocedoras del resto de aspectos que debe tener una motocicleta.
Todas estas cualidades se hacen evidentes ya en el primer contacto visual con la Enertia. El chasis está realizado mediante secciones de aluminio, muy limpiamente soldadas entre si y que podrían responder a un concepto doble viga, envolviendo en la parte central todo el conjunto de motor y baterías, que queda completamente oculto a la vista mediante unos paneles de plástico negro. Por lo que se refiere a componentes de suspensiones y frenos, se ha recurrido a proveedores solventes, como Marzocchi y Brembo respectivamente, con una horquilla invertida delante y un sistema cantilever detrás, con un monoamortiguador Works dispuesto de forma horizontal.
Nos subimos a la Enertia y apreciamos una posición de conducción que podríamos asociar al supermotard: un asiento que peca quizás de alto y duro (poco mullido al albergar en su interior el cable de carga) y un manillar ancho y plano, a nuestro gusto, ligeramente bajo. Ausencia lógica de maneta de embrague (no hay cambio) y disposición del resto de mandos idéntica a cualquier motocicleta. Para poner en marcha el motor hay que girar primero la llave de contacto y luego pulsar un interruptor situado en el habitual botón de arranque eléctrico. A partir de este momento, giramos el puño de gas – o mejor dicho, el potenciómetro – y disfrutaremos de una autentica delicia de motor, con una aceleración fantástica, teniendo en cuenta que estamos hablando de un modelo equivalente en términos de potencia a una 125cc y cuya velocidad punta está limitada con la aguja marcando los 110 km/h y todo ello, por supuesto, en completo silencio, tan solo acompañados por el ruido del viento, de los neumáticos y de la cadena de arrastre.
El comportamiento en curvas no merece críticas de ningún tipo, aunque deberemos acostumbrarnos a la total ausencia de freno motor, que nos produce una extraña sensación de inseguridad al llegar en “punto muerto” a la entrada de las mismas, un aspecto que al parecer está ya solucionado en los próximos modelos que están al llegar de la marca. La parte no tan bonita de la historia nos la muestra el indicador de carga ubicado en la instrumentación digital de la moto, puesto que veremos como la barra decrece a ojos vista practicando una conducción que podríamos calificar de “deportiva” en carretera abierta, acelerando a fondo en todo momento, lo que supondría una autonomía de unos 30 km, conforme a lo anunciado por la propia marca y eso si, sin perder potencia de forma apreciable en ningún momento. Practicando un uso más civilizado (urbano) esta se puede llegar a duplicar.
Por fin una eléctrica con prestaciones y comportamiento dinámico de “moto”, con la contradicción que supone una autonomía tan limitada que desaconseja su uso fuera del ámbito urbano.