El gigante japonés llevaba mucho tiempo fuera del suculento pastel que en matriculaciones supone las motos 125 cc de marchas y económicas. Su única presencia se limitaba a la vetusta CG 125 que hasta el año pasado se ha mantenido en el catálogo de Honda.
La marca del ala dorada sabe mejor que nadie lo bien que funciona desglosar sus modelos en diferentes cilindradas. De este modo cada una reforzada por la imagen de marca que tienen sus hermanas mayores. Era cuestión de tiempo que apareciera una utilitaria del «octavo de litro» con las siglas CBF, de la que se sienten tan orgullosos los responsables de Honda.
¡1.999 euros!
Desde que se presentó en el pasado Intermot de Colonia sabíamos que el precio sería reducido, pero al ser una novedad y, sobre todo, al ser Honda, pocos esperábamos que estuviese por debajo de los 2.000 euros, lo que la convierte en la más barata de su categoría, exceptuando a la china Keeway Speed.
Una vez conocido el precio traté de averiguar sus puntos débiles y en dónde se habían reducido costes y lo cierto es que salvo el freno trasero de tambor (y el tan práctico, en mi caso, reloj horario), no eché en falta nada imprescindible que no tuviera la CBF. Es cierto que no incorpora ningún «gadget», ni tampoco ninguna frivolidad, pero cumple con creces todas las expectativas que te esperas cuando te subes a un modelo de estas características. El secreto está en la globalización. Honda construye esta CBF en la factoría que posee en India con los estándares de calidad de la marca y está creada exclusivamente para el mercado europeo.
Sencilla, utilitaria…
…manejable, urbanita, económica, polivalente, etc. La verdad es que no sé con qué adjetivo quedarme, porque en realidad los tiene todos. En la misma línea que la CBR 125, se trata de una moto con unas dimensiones muy compactas, lo que no quiere decir que sea incómoda porque puede alojar a pilotos de todas las tallas gracias a una ergonomía muy conseguida con la que se consigue rodar con comodidad. En eso partía con ventaja ya que juega con las mismas cartas que su hermana mayor, es decir, manillar alto, postura de conducción erguida y semicarenado para protegerte del aire.
El propulsor es un robusto monocilíndrico de aire, alimentado por inyección que declara 11 CV. Hay que tener claro que la CBF no busca prestaciones sino durabilidad, además de bajo mantenimiento y consumo de combustible. Honda asegura que en carretera gasta 2,1 litros a los 100 km, lo que unido a un depósito de 13 litros se convierte en una autonomía de ¡600 kilómetros! Las gasolineras contigo no se hacen de oro. En marcha el propulsor es muy suave, carente vibraciones salvo que lleves la moto hasta el límite, que en la CBF 125 quiere decir unos 120 km/h de marcador.
La parte ciclo está muy acorde con el concepto CBF y trabaja con corrección. Las suspensiones son más bien blanditas, lo que unido a un neumático estrecho obliga a conocer bien sus posibilidades antes de tirarte a una curva. Claro que no pretendemos subir el Stelvio con ella, buscamos desplazarnos de un punto a otro punto de un modo rápido y barato. El disco delantero de 240 mm es de nota, pero es una lástima que Honda confíe toda su frenada a éste y haya equipado el freno trasero con un tambor. En ciudad salen a relucir todas sus virtudes. El asiento está a 792 mm del suelo y unido a su conjunto estrecho es un portento de agilidad y manejabilidad entre el tráfico urbano.
Honda comercializa esta CBF 125 desde finales de noviembre en tres colores (rojo, plata y negro) y con expectativas de convertirla en el Scoopy de las motos de marcha. ¿Un sueño? Tal vez, aunque para muchos era un sueño ver una moto con el ala dorada en el carenado por menos de 2.000 euros…