Comparativa Custom: Harley-Davidson Street 750 y Suzuki Intruder M800

Una japonesa «del mismo Japón» y una norteamericana de origen indio… ¿Qué son estas dos motos? Aparte de custom confesas, lo que son o representan acaba siendo una amplia amalgama de nacionalidades, colores, virtudes y, cómo no, algunos defectillos.

Luis López. Fotos: Juan Sanz. Colabora: Víctor Gancedo

Comparativa Custom: Harley-Davidson Street 750 y Suzuki Intruder M800
Comparativa Custom: Harley-Davidson Street 750 y Suzuki Intruder M800

  • Harley-Davidson Street 750. Ficha técnica y precio
  • Suzuki Intruder M800. Ficha técnica y precio

Una vez más, esta pareja de custom nos recuerda una curiosa máxima: aquella que asegura que la auténtica virtud se encuentra en el término medio. Estas custom pueden y deben considerarse como eso mismo, ni enormes ni pequeñas, ni muy potentes ni demasiado dóciles, ni muy pesadas ni livianas precisamente. Será por eso por lo que ofrecen tanto juego y, por ello, se acercan a un gran número de usuarios atraídos por sus insinuantes líneas. Desean tocar todos los palos, dando un paso al frente en cuanto al logro de cierto grado de polivalencia.

Cada cual lo consigue a su manera. Harley-Davidson aporta ese toque especial que solo la firma de Milwaukee sabe transmitir a sus creaciones; Suzuki, a través de su inmortal saga Intruder, consigue aportar un aire custom a medio camino entre clásico y agresivo a un público claramente incondicional. Ambas ocupan nichos de mercado similares, pero no idénticos. Ni la cilindrada es la misma, tampoco el peso, las calidades, los acabados y, por ende, el precio. Lo dicho, parecidas pero diferentes. Curiosa propuesta…

Pasemos entonces a escudriñar lo que cada una nos tiene reservado. La Street parece haberse lanzado al mercado sin red en una clara apuesta por la innovación, eso sí, basada en las raíces de la marca. De hecho, sus líneas recuerdan a modelos de corte sport comercializados durante la década de los años 70 y 80. Sin embargo, su nicho no es precisamente tan «descarado» como el de una XR 1200 X, por ejemplo, dirigiendo más la mirada hacia los grupos de usuarios que ven en esta Harley-Davidson una forma de entrar en su particular universo. Antes de ella, fue la Sportster la que marcaba estos pasos. Ahora, la 883 tiene una correosa rival en su propio catálogo, aunque bien es cierto que lo agresivo de su estética la «radicaliza» algo más con una imagen compacta, masiva y «dura» que contrasta con la amable y, en cierto modo polifacética, Street.

Pasamos de una nueva a otra que no lo es tanto. Suzuki lleva más de cinco años con su Intruder M800 prácticamente intacta, pese a lo cual no deja de ser una de las custom con mayor personalidad del mercado. La verdad es que la versión que precede a la actual era todavía más arriesgada en diseño, con aleta trasera más separada del neumático hacia arriba, y manillar con cuadro de instrumentos y faro «al aire», sin una pequeña cúpula «que echarse a la cara». Aquellas líneas cortantes han desembocado en suaves curvas tanto delanteras como traseras. Ese «ramalazo deportivo» acabó derivando en una especie de «café para todos», adaptándose más a la estética «masiva» de la M1800. La saga Intruder M es así, baja, larga y de aspecto muy «bruto». Su acierto lo evidencia el número de unidades que puedes ver por la calle.

Harley-Davidson: Mezcla de todo

La apuesta de Harley-Davidson con la nueva Street engloba diferentes objetivos que confluyen en uno solo: lograr que el mero hecho de pensar en una americana de su catálogo no sea sinónimo de «misión imposible». El único modo de alcanzar dicha meta pasa por la obtención de la máxima rentabilidad a través de una evidente contención en el gasto. Todo ello les ha llevado a fabricar esta 750 en India, con ciertos acabados más bien discretos y algunos materiales cuando menos básicos. Todo ello se ha visto reflejado en un precio final que supera en 300 euros la barrera de los 7.000 €. Ahora bien, ¿merece la pena semejante política de contención?

Podría decirse que en cierto modo sí lo merece. Ten en cuenta que el novedoso motor de refrigeración líquida es una de esas piezas que nunca podrás comparar con modelos precedentes o incluso contemporáneos, como es el caso de la ya inevitablemente mencionada 883. Y es que lo más atractivo de su motor es su funcionamiento suave, progresivo, discreto en vibraciones y sonido, que eleva a esta Harley-Davidson a unos estándares en «calidad-precio» difíciles de igualar.

No solo se trata de un V2 moderno y eficaz, sino también con una personalidad muy marcada en la zona alta del inexistente cuentavueltas. En bajos y medios tampoco desentona, con una respuesta inmediata que evita cualquier brusquedad de transmisión o ruidos parásitos provenientes de su interior; un punto prácticamente inédito hasta ahora. El tacto del cambio es correcto, ni delicioso ni ruidoso o brusco, pero lo que ni mucho menos acompaña al conjunto es el embrague, poco progresivo y con recorrido escaso si necesitas jugar con él «trialeando» entre el tráfico urbano.

Una vez sentado en esta 750, lo primero que llama la atención es la posición de las manos, muy altas, así como la de las piernas, demasiado encogidas dado el enclave en el que se han montado los estribos. Hay quien, en la redacción, se ha encontrado cómodo con ella, pero lo cierto es que no ha sido mi caso, al menos hasta que me he acostumbrado poco a poco. Resulta muy diferente a cualquier moto, incluidas las custom que hayas podido pilotar. Creo que es algo exagerado si vas a rodar durante horas, y simplemente «extraño» si tus recorridos son de un puñado de minutos por tu ciudad. Aquí he acabado valorando más lo confortable de la posición de los brazos a lo apretado de las piernas, aunque si mides menos que yo tal vez esto segundo no lo tengas en cuenta.

Esta Harley-Davidson se mueve ágil por ciudad, gira lo suficiente para maniobrar sin demasiado espacio disponible y apenas debes tener en cuenta un pequeño detalle: el silenciador sobresale demasiado de la moto, con lo que no te extrañe que acabes chocando contra un bolardo mientras maniobras aparcando en la acera: él llegará antes de lo que hayas calculado. Pero una vez en carretera abierta nada te impide disfrutar de un motor extraordinario en todo lo que puedas imaginar, desde rodar a velocidades legales hasta darte el lujo de estirarlo entre curvas. Llegado a este punto saldrá a relucir uno de sus puntos más débiles, que no es otro que sus frenos. Del único disco delantero no obtenemos apenas mordiente, mientras que el apoyo del trasero es no solo importante, sino completamente necesario para detenerte «en tiempo y forma». No importa que ruedes más o menos rápido. Lo que de verdad inquieta es la falta de eficacia de un equipo de frenos demasiado discreto.

Suzuki Intruder: La belleza de lo clásico

Si con la H-D encuentras problemas para frenar a poco que aprietes el ritmo, no sucede lo contrario con la «pesadota» Intruder. Bien es cierto que los kilos juegan en su contra, de hecho ha pesado 37 kg más en nuestra báscula que la Street, pero al menos encontramos algo más en el equipo de frenos en relación con su rival… aunque no sea un disco más precisamente en el tren delantero. A sus mandos la posición es más racional y equilibrada.

Tanto piernas como brazos no se fuerzan en absoluto. El manillar queda ligeramente cerrado en las puntas con lo que la caída natural sobre ellas es absoluta. En cambio, el de la Harley-Davidson es algo más abierto en los puños, incluso elevados ligeramente. Extraño al principio pero en absoluto llega a ser incómodo con el paso de los kilómetros. Lo cierto es que a los mandos de la Intruder todo parece estar en su lugar desde el primer momento. La dulzura de todos y cada uno de los mandos, la «limpieza» de los acabados o lo acogedor de su asiento nos da una idea de la pulcritud de una custom fabricada con el esmero que requiere el logo que luce en su depósito. Con ella te das cuenta de que la belleza de lo clásico marca tendencia, pero si además lo combinas con detalles agresivos como la horquilla invertida o la imagen del basculante con el amortiguador oculto, el resultado es una «belleza» negra difícil de comparar.

Sí, he dicho difícil, pero no imposible. De hecho, y aunque la Intruder se toma sus propias licencias en diferentes aspectos respecto a la Street, engloba a un mismo público que busca una custom fácil de conducir, «practicable» en ciudad y preparada para rutas cuando la ocasión lo requiera. En este aspecto, la Suzuki es una de las más y mejor preparadas para ello. Además de ser cómoda, la dulzura de respuesta de su bicilíndrico es total y absoluta. Los 14 CV de diferencia en nuestro banco entre ambas solo resultan apreciables, o mejor dicho, echarás de menos más «chicha» solo en recuperaciones o cerca de la teórica zona roja en adelantamientos. El twin americano estira más y resulta más aprovechable, pero como quiera que subido en cualquiera de estas motos las prisas desaparecen, tal vez no te importe demasiado.

De hecho, y retomando lo que te comentaba unas líneas más arriba, es todo un placer rodar con la Intruder disfrutando no solo del delicioso tacto de esta Suzuki, sino también de todo lo que te rodea, incluyendo un asfalto degradado donde las suspensiones de la japonesa filtran como deben, teniendo en cuenta las limitaciones en estructura y recorrido, pero en todo caso bastante mejor que las de la americana. A medida que la carretera se retuerce nos recuerda que esta 800 no es muy amiga de improvisaciones o ágiles cambios de dirección. Sin embargo, las alegrías las ofrece a un ritmo más sosegado respecto a la Street, donde llegado el caso puedes quemar parte de la adrenalina acumulada en el trabajo, durante esa añorada salida en plan escapada por las zonas más divertidas de tu recorrido favorito…

Eternos rivales

Llevamos muchos años contemplando la pugna entre Japón y Estados Unidos por la supremacía en el segmento de las custom, siempre teniendo claro que fueron los norteamericanos quienes lanzaron a la fama mundial este marchamo. Lo más enriquecedor de todo es que, a día de hoy, disfrutamos de diferentes versiones de un mismo concepto. ¿Te identificas con alguna de ellas? Cada una representa un valor seguro recorriendo el camino en busca de tu felicidad, y a buena fe que lo consiguen; eso sí, a precios que requieren una inversión ciertamente respetable. ¿Será verdad que cada vez más los bancos están dispuestos a financiar nuestros sueños?

Conclusión

Resulta interesante la interpretación del concepto custom realizada por cada una de ellas. Más ligera y hasta cierto punto desenfadada, la Street aporta además de una cintura ágil, un uso más «deportivo» por decirlo de algún modo; en realidad no es exactamente así en caso de que estuviéramos refiriéndonos a la frenada, claramente uno de los puntos mejorables de la americana. Sin embargo, la introducción del nuevo motor de refrigeración líquida, supone un decisivo e importante paso hacia delante respecto a la anterior versión básica de la firma encarnada por la Sportster 883. Es más potente y divertida que la Intruder, pero ni los acabados ni el cuidado en elementos estéticos como el conjunto faro, cúpula e instrumentación bastante más refinados, no alcanzan el estatus conseguido por la Suzuki.

Esta es más clásica conceptualmente hablando, aunque también aporta detalles agresivos y diferenciadores como la horquilla invertida o el basculante «limpio» detrás con el amortiguador oculto.La transmisión por cardan también aporta su granito de arena en la suavidad general del cambio y embrague, pero salvo esto último la Street no tiene mucho que envidiar. La correa dentada sigue siendo tan agradecida como siempre en las americanas de Milwaukee, aportando un extra estético llegado el caso. A fin de cuentas, en este tipo de motos el componente pasional, las líneas que dibujan sus diseños o lo que transmiten sus motores y suspensiones tienen mucho que ver a la hora de elegir entre una y otra. Más o menos deportiva y ágil, más o menos potente o pesada, todo influye en un entorno en el que el precio puede llegar a ser secundario.

Sí, la Harley-Davidson es más barata, pero después de haber disfrutado ambas motos a pesar del frío que nos ha tocado lidiar, el confort general, la finura de funcionamiento y la suavidad general de la Intruder demuestra tener un precio