Prueba: Indian Roadmaster

Con la lujosa Roadmaster, Indian sube un escalón más con respecto a la Chieftain, poniendo en escena una Custom Touring aún mejor equipada y más confortable a la hora de viajar

Luis López/V.G. Fotos: Juan Sanz

Prueba: Indian Roadmaster
Prueba: Indian Roadmaster

  • Indian Roadmaster. Ficha técnica y precio

No resulta extraño encontrarnos motos custom durante nuestros viajes… y a sus usuarios a los mandos encantados, con el equipaje atado como buenamente pueden, rodando a ritmos relajados y recorriendo así importantes cantidades de kilómetros al año. Hay tantas formas de viajar como gustos y colores; ese es uno de tantos. En nuestro caso, nos lanzamos a la carretera con una lujosa Indian en la que las reminiscencias americanas de su más cercana rival son evidentes.

La esencia es la misma: parte de una custom a la que se van añadiendo múltiples elementos hasta llegar a una verdadera bestia de hacer kilómetros en la que alojar el equipaje no es un problema, sino todo un placer. Fíjate en el enorme baúl de 65 litros de capacidad en el que tampoco falta, en su tapa superior, una parrilla portabultos. Además se complementa con dos maletas laterales con apertura superior, en las que debido a la estrechez de su acceso no cabe, por ejemplo, un casco integral. De todos modos, con ese «pedazo de maletón», ¿quién necesita las maletas laterales para meter «el gorro»?

Exquisita

La nueva Roadmater toma como punto de partida a su hermana Chieftain, pero está aún mejor equipada. Resulta complicado encontrar detalles negativos atendiendo al equipamiento, ya que se ha tratado con auténtica «artillería pesada» para lograr una Custom Touring lo más completa y confortable posible. Su gran pantalla regulable en altura, bautizada como «Horizon» por su fabricante, resulta muy adecuada para circular de forma sosegada en su posición más baja, pero si incrementas el ritmo o llevas a alguien en el asiento de atrás, buscarás la posición correcta entre protección y salvar los siempre molestos rebufos entre ambos.

Si te fijas en el asiento comprenderás lo que quiero decir cuando te comento que pocas, muy pocas motos me han ofrecido tanto confort en una larga ruta como la Roadmaster. No solo es amplio, sino también mullido e incansable para evitar que tus posaderas queden planas después de kilómetros y kilómetros a los mandos.

Las manos caen sobre los manillares sin esfuerzo, aunque en un principio parece como si estuvieras «crucificado» al colocar los brazos muy separados entre sí y algo altos, pero al poco tiempo comprobarás que el resto de motos no son tan confortables como esta Indian de modo que, ¿para qué cambiar nada?

A baja velocidad, la dirección tiende a caerse al poco de girar la moto. No es ningún secreto, ni nada que nos sorprenda al suceder en cualquier custom de amplio lanzamiento, peor cuanto más pesada. A medida que incrementamos la velocidad, la Roadmaster se mueve con mayor alegría y descaro, sin grandes esfuerzos en cambios de dirección o sin exigir la máxima concentración. Bien es cierto que las medidas que tenemos en juego y los más de 425 kg que pesa con gasolina, requieren tener muy claro cualquier maniobra, pero también a eso nos hemos acostumbrado pronto. Por cierto, si hablamos de maniobras a baja velocidad tenemos que tener presente la entrada en juego de las barras de protección traseras: salvan las maletas en caso de caída, pero no tus pies mientras sujetas la moto girando con la dirección a tope de un lado a otro. ¡Cuidado con los tobillos!

A cuerpo de rey

Como te digo, a detalles pocas motos le aventajan. No falta radio con sintonías automáticas, puerto USB para elegir tú mismo qué música escuchar, control de crucero, calefacción en los puños de serie… ¿Alguien da más?

Una vez salvada la imprecisión inicial a baja velocidad, queda otro punto que tal vez sí pueda mejorarse y es el tacto en retención a bajo régimen: mientras la dejas caer después de cortar gas, el motor sufre un pequeño «tirón» a unas 2.000 vueltas que te lanza hacia delante… tal vez más de lo esperado y calculado valorando la distancia que dejas con el coche que nos precede.

De todos modos, el funcionamiento del gran bicilíndrico Thunder Stroke 111 con ¡1.811 cc! está muy logrado y es suave de acuerdo a sus enormes pistones. Sí es cierto que su rango de utilización es muy escueto y, aunque responde con mucha contundencia desde incluso antes de las 1.000 rpm, se acaba apenas superadas las 5.000 rpm, muy cerca del momento de potencia máxima. De acuerdo a su gran equipamiento y a las grandes plataformas que dispone para «plantar» nuestros pies, llama la atención que no incorpore una palanca de tipo «puntera-tacón», que facilitaría la subida de marchas en una caja de cambios un tanto parsimoniosa de funcionamiento.

En carretera y sin necesidad de variar velocidad ni realizar maniobras, la Roadmaster hace honor a su apellido. Esta Indian es una tragamillas empedernida, con una suspensión de tacto muy agradable y, sin ofrecer resistencia para adelantar en sexta a «golpe de gas» o para incrementar el ritmo tanto como lo necesites. Por fortuna, a la hora de detener los kilos de la americana, contamos con la aportación del ABS que, si tiras demasiado del pedal trasero, entrará en juego a la mínima ocasión.

Es, en definitiva, una de las motos más agradables de conducir para largos viajes que han pasado por mis manos. Sí, de acuerdo, el calor que estamos sufriendo estas semanas de verano ha achicharrado mi pierna derecha, justo el lado por donde discurren los colectores del escape pero, como es lógico, si la sacas de su ambiente natural cometerás una auténtica fechoría. Ella no se merece eso, ni tú tampoco.

Conclusión

La Roadmanster es grande, voluminosa y pesada. Sin embargo, gracias a un asiento bajo y muy confortable, y a una posición a los mandos agradable, no resulta complicada de conducir, especialmente «metida en harina», o dicho con otras palabras, en carretera abierta. A baja velocidad, el calor que sube del motor agobia en exceso y el lanzamiento de la dirección hace caer la moto hacia dentro a poco que gires el manillar. Sin embargo, el logrado tacto de su enorme bicilíndrico, la protección de su amplio carenado, la más que generosa capacidad de carga y unas suspensiones muy acordes con su especialidad rutera, terminan compensando cualquier sinsabor en cada viaje. Todo un lujo.