La actual situación del mercado de las dos ruedas sigue provocando que las marcas se rasquen no solo el bolsillo, sino también las meninges para dar vida, como en el caso que nos ocupa, a scooter que nos ofrezcan las «tres bes»: bueno, bonito y barato. A la vista está, ya que muy pocos dirán que este Yager no llama la atención por donde quiera que vaya. Además de un color muy acertado que nos identifica directamente con su carácter e imagen, ofrece un asiento de lo más confortable, aunque peculiar, tanto para el piloto como para el pasajero que, además, se beneficia de un pequeño respaldo y una minúscula pero siempre útil parrilla para llevar atado algún objeto. Son muchos los pequeños y grandes detalles que lo dignifican, pero también peculiares soluciones no muy acertadas que hemos ido viviendo en nuestras carnes a medida que la prueba se ha desarrollado.
Más veloz
Vayamos por partes, porque sin duda se trata de un scooter característico en muchos aspectos. Llama la atención su tremenda capacidad para acelerar desde parado y lograr una velocidad punta seria de verdad. Lo primero es sorprendente: las arracadas no son fulminantes desde «cero», pero nada más cubrir los primeros metros el monocilíndrico se aplica al máximo para avanzar a pasos agigantados, dejando clavado a más de un scooter de nombre de incógnita… X, por ejemplo. Más adelante, y si todavía disponemos de espacio para continuar con el gas girado a fondo, el variador se toma un respiro, llegando incluso a bajar 1.000 rpm de repente si circulamos con dos ocupantes. Cuanta más carga le sometas y más peso lleves encima, más acusado es el bajón de rendimiento a medio régimen. Rebasando los 90 km/h indicados el problema se diluye y el motor lanza sus armas para estirar hasta el techo, que circulando en solitario puede llegar a rebasar los 150 km/h nada menos.
Que corre más que los viejos B&W y Grand Dink está claro, pero tampoco resulta extraño a tenor de la subida de cilindrada hasta 271 cc y el empleo de inyección electrónica para que no se vea reflejado en un consumo excesivo. Los cuatro litros a los 100 km de media así lo confirman, si bien es cierto que con espacio por delante para mantener el gas abierto a tope llegarás a los cinco litros fácilmente.
Sencillez
Aparte de haber adaptado una admisión por inyección electrónica al viejo motor «mono» de dos válvulas, las exquisiteces técnicas no van mucho más allá, ¿o qué esperabas por 3.399 euros? Lo que resulta realmente interesante y debes tener en cuenta es que todo va como se espera, y no peor por contener gastos. Por ejemplo, dispones de un cuadro de instrumentos sencillo, aunque la combinación analógica y digital resulta acertada; otra cuestión es actuar sobre los ajustes, nada sencillo ni intuitivo. El asiento, por su parte y como te he comentado más arriba, es amplio y mullido, pero te arrastra hacia delante y acabas recostado de forma involuntaria. Al menos la posición de los pies sí es natural, beneficiándote de la tarima plana no solo para colocar tus extremidades inferiores como quieras, sino también para llevar bolsas bien asentadas y agarradas al gancho tras el escudo. Sencillo y muy práctico.
En marcha, además de muy veloz, el Yager 300 resulta perfecto para «ratonear» por ciudad. Gira en pocos metros y solo si eres de piernas largas, tocarás con los extremos del manillar en las rodillas. La frenada es independiente, pero igualmente te toca actuar sobre las dos manetas para garantizar cualquier detención. Los neumáticos no acompañan demasiado si el firme es algo deslizante, por lo que el «ABS cerebral» debes tenerlo activo al 110 % llegado el caso.
Si te fijas en el precio y lo que nos da a cambio, el Yager 300 merece la pena. Va más allá de un «dos y medio» y por confort y agilidad tendrás pocas quejas. Tampoco el hueco bajo el asiento es su fuerte, pero aporta otras muchas ventajas que te harán olvidar ciertos inconvenientes.