Turismo: Un «Pelagato» en la Isla de Man

Justo antes de iniciar una ruta en moto por Marruecos recibí la llamada que llevaría a este «Pelagato» a cumplir el viaje de sus sueños: ir a la Isla de Man.

Texto: Manuel Romero. Fotos: Grupo de viaje organizado por Travel Bike.

Turismo: Un «Pelagato» en la Isla de Man
Turismo: Un «Pelagato» en la Isla de Man

Este año lo tenía todo preparado para irme a Marruecos 15 días, por el alto Atlas, hasta el desierto y hasta Zagora en solitario con la moto. Dos días antes de irme me llamasteis para darme la buena noticia de que yo era el afortunado ganador del viaje a la Isla de Man. Así que me fui a Marruecos y al volver cambié las ruedas de tacos por las de carretera y casi sin deshacer las maletas volví a salir de viaje. Pero este, por muchos motivos, era muy diferente desde el principio.
Isla de Man es el sueño de todo motorista. Por su historia, sus pilotos… En mi caso, lo tenía como un sueño tan lejano y difícil que por ahora no entraba en mis planes de viajes. Pero gracias a vosotros y a vuestros colaboradores, Travel Bike y Brittany Ferries, he podido cumplir este sueño. ¡Gracias! Vivo en Villafranca de los Barros, provincia de Badajoz, tenemos un grupo de motos que se llama Los Pelagatos. Y ha sido gracias a ellos que me he podido ir de viaje, ya que sin su ayuda no me hubiera sido posible. ¡Gracias, Pelagatos!

Empieza la aventura

Salgo de casa el día antes de la salida del ferry y duermo en Santander en un hotel junto a la terminal. Ya no hay nervios, ya estamos de viaje y todo sucederá según lo previsto. En caso contrario, improvisaremos. Por la mañana ya está atracado el ferry, y se puede ver un grupo de motos en la cola. Localizo al grupo de españoles rápidamente, el grupo que viajamos con Travel Bike, nos vamos encontrando poco a poco y, en pocos minutos, parece que somos amigos de toda la vida. Hay gente de toda España, de todas las edades y con diferentes tipos de motos. Llegamos a Portsmouth por la mañana y teníamos que cruzar Inglaterra hasta Liverpool, donde cogeremos otro ferry a la 1:30 de la madrugada. Somos un grupo de 12 motos y, tras organizarnos, decidimos hacer el viaje todos juntos. Pablo, uno de los asturianos, se quedó sin gasolina por la poca autonomía de su RR, y en mitad de la autopista de cuatro carriles, tuvimos que apartarnos. En el momento en que algunos de nosotros se escapaban a por gasolina, llegó la policía, que señalizó el tráfico, desvió los carriles, quedándose con nosotros hasta que pudimos reanudar la marcha. Estuvimos hablando con ellos amablemente, contándoles nuestro viaje, hablando de motos, de la Isla, de España, se ofrecieron a ayudarnos en todo lo posible, e incluso estuvieron chupando de la goma para intentar sacar gasolina de otra moto aunque, finalmente, no consiguiéramos nada porque estaban todas casi secas.

Llegamos a Liverpool sobre las nueve de la noche. Algunos compañeros se quedaron en el hotel, mientras otros, embarcábamos en el ferry hacia Douglas en cuatro horas. Aquí, el ambiente motero se había multiplicado por mil. Recuerdo la subida a este ferry en Liverpool como una película. Éramos cientos de motos, cargadas, cada una de un sitio diferente y con una pinta diferente. En la oscuridad de la noche, cuando se abrieron las puertas de las bodegas y arrancamos las motos, a todos se nos dibujaba una enorme sonrisa debajo del casco, mezcla de emoción e incredulidad. En una locura ordenada entramos con las motos en el pequeño ferry que aprovecha los espacios de la manera más increíble que se pueda imaginar. Operarios, te dirigen y ayudan a colocar tu moto igual que sardinas en una lata. Llegamos a Douglas a las cuatro de la mañana. Muy pronto empieza a amanecer y nosotros decidimos dar una vuelta al circuito. Empiezas a rodar y a sentir la Isla. Está amaneciendo, la temperatura, la luz, la niebla en la montaña. Estamos rodando por el circuito del TT. En la montaña, paramos en la curva donde está el monumento a Dunlop, y todos teníamos una sonrisa de oreja a oreja. ¡Estábamos allí! Llevábamos muchas horas montados en la moto con agua, nervios, cansancio, mal comidos, pero eso no importaba nada, estábamos en la montaña de la Isla de Man viendo amanecer.

Ambiente inmejorable

Lo primero que sientes es la cultura de moto que existe en la Isla: el motorista y su moto es bienvenido en todos lados. La educación y cortesía de todos los conductores se siente desde la primera vez que coges una rotonda al revés. Después de la vuelta a todo el recorrido del circuito, es ir a ver las motos y los pilotos al Grandstand, ver la recta donde están los marcadores, las gradas y, detrás, todos los boxes, camiones, furgonetas y pilotos con sus mecánicos poniendo a punto sus máquinas. Todo es a puertas abiertas, todos están trabajando y puedes verlos y fotografiarte con ellos. Con una gran sonrisa todos hablan contigo y les puedes preguntar lo que quieras, que pacientemente compartirán un rato contigo.

Los entrenamientos empiezan a las dos, nos vamos a ver saltar las motos en el puente de Raven y escaparse hacia la montaña. La primera vez que escuchas de lejos venir la moto, reduciendo brutalmente y la ves volar en el cambio de rasante del puente, cayendo más o menos bien, golpeando la amortiguación y abriendo gas sin compasión para «acariciar» el muro de la derecha, todavía con la rueda trasera dando bandazos, para verla desaparecer de nuevo en una curva a izquierda, con las explosiones de los cambios automáticos. Intentas tragar saliva y miras a tu alrededor para ver que todos tienen la misma cara que tú. Todas las mañanas, el tramo de la montaña estaba abierto en una sola dirección hasta la bajada a Creg-ny Baa. Se convirtió en mi rutina hacer ese tramo, parar en el bar al final, para ver el ambiente y volver rápidamente por carreteras secundarias al inicio de ese recorrido de un solo sentido. Con mi moto, poco a poco, me caliento y empiezo a ir rápido, al menos para mí, y a olvidarme de donde estoy rodando, por una estrecha carretera en la falda de una montaña con el mar abajo, mientras me adelantan como moscas endiablados «pepinos» atronadores escupiendo potencia, con una dulzura, que parece que estemos bailando enlazando los rápidos curvones de la montaña. Son momentos de éxtasis donde el tiempo se detiene y en tu cabeza solo hay silencio, el silencio de las revoluciones de tu motor en la montaña, y de la locura colectiva. Bendita locura.

Esto es Isla de Man

Esta anécdota ya la he comentado en algún foro y, me parece, resume perfectamente la sensación que me he traído de la Isla. Mi último día allí, antes de coger el ferry por la tarde, ya con la moto cargada, me paré en Ramsey en la curva de 90 grados de Parlament Square, en el centro del pueblo, para ver las Superstock y las Superbike. En la primera fila había sentados un motón de personas mayores, de 70, 80, incluso más años. Con una radio encendida escuchaban el TT radio y con sus programas de las carreras en las manos hacían anotaciones cada vez que pasaban los pilotos, discutiendo entre ellos sobre tal o cual moto. Cuando ya había empezado la carrera, llegó una señora mayor con su marido en silla de ruedas, ella empujaba la silla. La gente, tranquilamente le hizo hueco delante de la valla y se pusieron los primeros, muy cerca de donde yo estaba. Cuando pasaban las motos el rebufo te golpeaba y podías oler a motor caliente… Al cabo de un rato, me di cuenta de que el hombre era ciego, ya que su mujer le tenía que ayudar a veces para ciertas cosas. Se escuchaba venir una moto a lo lejos, apurando las marchas en la bajada, reduciendo brutalmente, trazando la curva delante nuestra para abrir gas sin compasión golpeándonos el pecho con el sonido atronador de toda la potencia del motor para esquivar el bordillo en la salida de esta y, antes de que empezáramos a escuchar la siguiente moto desaparecer en la subida, la mujer le ponía la mano en el hombro y la apretaba. El hombre cerraba los ojos con fuerza, haciendo un guiño muy gracioso en toda su cara y sonreía. Me puse a llorar. Esto es Isla de Man.

Manuel Romero pudo cumplir su sueño: viajar a la Isla de Man. Él tuvo la suerte de ser el ganador de nuestro concurso, pero si tú también quieres vivir una experiencia como esta, Brittany Ferries y Travel Bike te lo ponen fácil.

En la web de Brittany Ferries podrás encontrar la información sobre sus trayectos entre España y Gran Bretaña, ofreciendo servicios desde los puertos de Santander y Bilbao. Y en la web de Travel Bike, encontrarás información al detalle de cada una de sus rutas programadas incluyendo este viaje.