Turismo: Ribera do Douro

De estas tierras lusitanas se obtiene uno de los licores más prestigiosos en todo el mundo, el afamado Oporto y los derivados de sus frutos. Uvas, buen vino y miles de curvas acompañan el curso del Duero desde la frontera portuguesa hasta su desembocadura en el mar Atlántico. Prepárate para la acción…

Luis López. Fotos: Juan Sanz

Turismo: Ribera do Douro
Turismo: Ribera do Douro

La línea fronteriza delimitada por el Duero, dentro del Parque Natural Internacional entre España y Portugal, nos sirve de referencia para iniciar nuestra andadura a lo largo de este importante cauce fluvial por tierras portuguesas. Todo un referente que nos guiará entre extensas plantaciones de viñas cuyo fruto es, cómo no, otro de los referentes de este reportaje. La vendimia lusa en los arribes del Duero, o Douro como lo llamaremos a partir de ahora, nos llevará a contemplar todo un espectáculo digno de ser vivido en primera persona.

Así, nos fundimos con la Kawasaki ER-6n en un paisaje en el que la mezcla de culturas entre los dos países apenas influye en el quehacer diario. Son las labores del campo las que requieren, en estas fechas en las que nos encontramos, toda la atención. Toda mano de obra es bienvenida en un entorno en el que la recolecta de la uva marca las vidas de los pueblos o «concelhos». Decenas de camiones y tractores con remolques repletos de uva ocupan unas carreteras tan reviradas como puedas imaginar. Ellos, mientras trabajan con «maquinaria pesada», dominan el asfalto, mientras que otros vehículos hacen lo propio, quién sabe si durante su jornada laboral o lúdica, ya que su forma de conducir indica más lo segundo que lo primero. Especial atención deberás poner en adelantamientos y curvas ciegas, donde con el paso de los kilómetros debes acostumbrarte a encontrar coches, camiones y tractores «abriendo la trazada» justo en dirección hacia el frontal de la moto…

Después de disfrutar, a pesar de ciertos inconvenientes, del extraordinario entorno del Parque Natural Internacional, nos alejamos un poco del Douro desde Freixo de Espada à Cinta hacia la N 221, en un recorrido en círculo que nos llevará por la Serra do Reboredo hasta Ligares y Torre de Moncorvo con sus fuentes milenarias, como la cubierta de Santiago y la de Filipino, fechadas ambas en el siglo XVII, o la de San Antonio del siglo XVI.

La N 112 nos vuelve a alejar del Douro, al que nos hemos aproximado en Torre de Moncorvo, para visitar Vila Nova de Foz Côa y enlazar con la N 222 para pasar por Tourça, Pereiros y Sao Joao da Pesqueira, lugar donde nos acercamos a la Región Vitícola do Alto Douro, donde dicen que vivió el Marqués de Pombal; la afamada Festa Pombalina es conocida en toda la región por la tradicional corrida de toros, que suele celebrarse a primeros del mes de septiembre.

Después de un serio atracón de curvas desde Freixo hasta aquí, no pienses en dar por terminada la locura asfáltica, tanto del estado del firme como lo revirado del trazado y otros avatares. De hecho, a medida que nos acercamos a Peso da Régua aumenta la emoción… en todos los sentidos. El tráfico de vehículos pesados, cargados de la preciada uva que rodea las montañas por las que surca el Douro, se convierte en un obstáculo siempre que intentes imprimir un ritmo alegre entre pueblo y pueblo; pero en la época en la que nos encontramos y pudiendo degustar, a pie de carretera, los olores de la uva, el colorido del entorno y los contrastes entre la piedra, la tierra y el agua del Douro, ¿para qué apurar marchas y ganar metros en frenadas? Ya hemos tenido tiempo de colmar nuestras ansias de pilotar desde el inicio hasta aquí. Sin duda te recomiendo que aprecies todo lo que te rodea, por supuesto desde el inicio, pero de forma especial de aquí al final de la ruta.

La comunión entre el Douro y la N 222, vía por la que circulamos desde hace un buen rato, se estrecha todavía más a la altura de Valença do Douro, justo donde las afamadas bodegas Sandeman, una de tantas que encontramos a nuestro paso, realizan el trabajo de vendimia y recepción de la uva. Así trascurre la ruta, entre interminables viñedos de ladera a ladera de cada montaña, asfalto cambiante y más bien estrecho en un continuo «sube y baja», cruzando pequeños pueblecitos de frenética actividad vitivinícola y, cómo no, la siempre amigable presencia del Douro con sus catamaranes turísticos surcando las aguas a velocidad moderada… ¡también en el agua!

Irrumpe a nuestro paso la magna ciudad de Peso da Régua, cruce de caminos y arteria vital en el antiguo descenso de la uva en su transporte por el Douro hacia Oporto, aunque no será hasta la llegada a esta ciudad cuando veamos, varadas y en desuso, las barcas que transportaban el fruto de la vid hasta las bodegas situadas a los pies de la desembocadura del río.

Dejamos Peso da Régua y si ya nos parecía revirada la carretera, la situación se «complica» todavía un poco más. Llegamos a Resende y poco después entramos en Cinfáes, ciudad que algunos califican como auténtica perla del Douro, un balcón hacia el río donde la sierra de Montemuro impone su ley en forma de ordenación urbana peculiar… adaptada a las circunstancias de una orografía caprichosa. Destacan a su vez las paradas de los catamaranes que recorren el Douro, con bares y restaurantes que reclaman la atención del viajero con degustaciones típicas de la zona y ricos caldos de la región.

Entre revuelta y revuelta llegamos a Castelo de Paiva y, una vez aquí, deberás poner atención para encontrar el camino hacia Oporto en los cruces de sus calles, generalmente mal señalizados. El río se ensancha a medida que nos acercamos a la capital, al mismo tiempo que el tráfico cambia, con más coches que camiones, más conductores con prisas por llegar a casa que vehículos pesados con remolques rebosantes de uva. El atardecer a los pies del Douro, con las típicas bodegas a nuestras espaldas y la ciudad frente a nosotros, merece unos minutos de relax en las terrazas de los establecimientos cercanos o, simplemente, sentado en un banco a los pies del parque que rodea el río. Acaba un día más, otra ruta completada, todavía con los ecos del vino dulce en nuestro olfato y, ahora sí, también en nuestro paladar.

  • Parque Natural de Douro Internacional
    Frontera natural entre España y Portugal, el Duero dibuja sus líneas al inicio de nuestra ruta en un entorno de extraordinaria belleza. El Parque Natural de los Arribes del Duero abarca una longitud de unos 130 km entre Miranda Do Douro y Figueira de Castelo Rodrigo, extensión distribuida entre los Concelhos de Miranda, Mogadouro, Freixo de Espada à Cinta y Figueira. Además del protagonismo de las viñas, también dibujan el paisaje de estos lares los recorridos turísticos de grandes catamaranes.
  • Peso de Régua
    Su riqueza patrimonial destaca tanto como la propia foto de la ciudad: con el Duero siempre cercano y los puentes que lo salvan como protagonistas, el bullicio de sus calles siempre anima el ambiente, invitando a descubrir el interior. Aquí encontramos casas señoriales o las famosas quintas rurales de los denominados «señores del vino», así como las iglesias del Espíritu Santo, hoy Iglesia Mayor, o la del Señor del Crucero, ambas del siglo XVIII. Es también digna de ser visitada la iglesia del Asilo Vasques Osório.
  • Oporto, el licor
    El conocido como «vinho do Porto» pertenece a la familia de los denominados vinos fortificados, fruto de la mezcla entre el brandy y el propio vino justo en el momento en el que se encuentra en proceso de fermentación. Una operación realizada en el siglo XVI y que hoy supone uno de los principales sustentos económicos en toda la zona de los «Arribes do Douro», con importantes bodegas que salpican el recorrido de nuestro Turismo y sus correspondientes prolongaciones localizadas en la propia ciudad de Oporto.
  • Oporto, la ciudad
    El lugar donde el Duero se encuentra con el Atlántico tras su recorrido peninsular, ofrece una hermosa estampa donde el protagonismo de las bodegas a los pies del río llama poderosamente la atención del viajero. También lo hacen sus magnos puentes o el ambiente cosmopolita que se respira; de hecho, Oporto es la segunda ciudad portuguesa más grande con un total de 1,7 millones de habitantes. Cómo no, merece un largo y entretenido paseo por sus callejuelas, visitando sus museos o comiendo en sus típicos restaurantes.