Desde Elda a la Toscana

Mucha ilusión. Nada de experiencia en rutas largas. El recorrido más largo de algunos de nosotros había sido desde donde vivimos, Elda (Alicante), hasta Valladolid un fin de semana con un frío inmenso a la ya famosa concentración de Pingüinos, así que os podéis imaginar las ganas con las que viajamos hacia la bella Toscana.

Tertu, Mª José. Oscar, EU, Juan, Alicia, Javier y Anabel

Desde Elda a la Toscana
Desde Elda a la Toscana

Todo comenzó un día cualquiera. A nuestro amigo Lorenzo se le antojó que teníamos que recorrer mundo con nuestras monturas. Tenía la ilusión de ir a Italia y cabalgar por la región de Toscana. Ahí quedó eso. De vez en cuando, nos lo volvía a recordar tomando unas cervezas en la playa.

Esa idea fue germinando en algunos de nosotros y así, como quien no quiere la cosa se soltó. «Este año nos vamos a la Toscana». Comenzamos a poner fecha, luego a pedir presupuestos y al final, saber quiénes se animarían a ir.

El viaje comenzó un 13 de agosto. Nos subimos en nuestras monturas con una ilusión enorme y un cosquilleo en la barriga, como el que va a hacer algo prohibido, algo que no es normal. Era nuestra pequeña aventura. Cogimos carretera y manta dirección a Barcelona. Los kilómetros iban pasando. La espalda se iba cargando y el estómago nos indicaba que había que echarle combustible, así que paramos en un área de servicio de la autopista. Llena de gente, las motos teníamos que dejarlas en un lugar que no las podíamos ver.

Eso no podía ser así. Así que decidimos salir de la autopista y nos dirigimos al primer pueblo que encontramos, L’Ampolla del Perelló. Fue una agradable sorpresa. Nos dirigimos al puerto y en un restaurante nos hicieron un hueco. El mejor bocadillo de tortilla con anchoas que nos habíamos comido en el último año. Después de darle el gusto a nuestro estómago, pusimos rumbo a Barcelona.

Teníamos que coger el ferry Barcelona- Livorno por la noche; a las 24:00 h zarpamos rumbo a Italia. Fue una experiencia bonita el viajar en el barco, pero estábamos deseando volver a subir en la moto. Llegamos al día siguiente a las 19:30 h, por lo que decidimos pasar la noche en la ciudad costera de Livorno.

El hotel, una maravilla, con unas vistas envidiables a la costa italiana antaño dominada por el pueblo etrusco. Y qué decir de la cama. Después de 600 km en moto y un día entero en barco, la cama que tenía el hotel fue el mejor descanso para nuestros huesos.

Como quien comienza la semana para ir al trabajo, nos levantamos y tras un buen desayuno, iniciamos nuestra primera ruta italiana rumbo a Pisa. Algunos de nosotros no habían visto ese maravilloso lugar llamado Piazza del Miracoli. Cruzar el arco y ver un inmenso campo verde con las impresionantes edifi caciones del Baptisterio, el Duomo y la famosa «torre inclinada», te dejan impresionado. Nos hicimos las fotos de rigor y seguimos nuestra aventura dirección a Volterra.

La verdad, fue un lugar que me impresionó. No me lo imaginaba tan grande. La ciudad estaba engalanada con banderas y llena de gente, mucha gente. Nos costó encontrar un lugar para comer. Por supuesto pedimos pasta y pizzas. Después de comer nos dirigimos a la ciudad de San Gimigano; impresionante ver la silueta desde la carretera, con sus altas torres que destacan como lanzas por encima de la ciudad.

Ahora quedan solo 6 ó 7 torres. No recuerdo, pero antaño según he leído tenían unas 70 torres, lo que la convertían en la «Manhattan» de la Edad Media. Sería impresionante y por supuesto, desalentador para quien quisiera tomar la ciudad.

Un refresco y carretera dirección a Siena, donde estaríamos dos noches.

Tras un buen desayuno y buscar la gasolinera para dar de comer a las monturas, nos pusimos dirección a Montepulciano. Qué hermosas carreteras. Cada rincón de ese bonito lugar de la Toscana evocaba alegría y paz conduciendo la moto.

El verde era el color predominante, y los girasoles, el adorno del verano. Era una gozada circular por esas curvas despacio, viendo unos paisajes maravillosos que seguro tardaremos en olvidar. Cuando llegamos a Montepulciano, me volvió a impresionar su estructura medieval, sus bonitos rincones a lo largo de sus calles, y sus vistas, un regalo para la retina. No paramos de hacer fotos y posar por sus calles.

Tras unas merecidas cervezas «Moreti» en un mirador, nos pusimos rumbo a Pienza donde buscamos un lugar para comer. Mucha gente, todo lleno, pero al fi nal encontramos sitio. Después de comer cogimos las motos y seguimos ruta dirección a Siena, por lugares de la zona de D’orcia.

Seguimos impresionados viendo sus colinas ahora amarillentas y que supongo que en primavera serán un mar de color verde hierba. En Siena tuvimos la suerte de coincidir con la famosa carrera del Palio. Las calles engalanadas para la ocasión, dibujaban una postal de banderas y colores.

Mis compañeros de viaje se quedaron impresionados al ver la Piazza del Campo, yo ya la conocía de un viaje anterior, pero aun así, me quedé mudo al volverla a ver. Un impresionante hemiciclo rodeado de restaurantes y bares en los bajos de edifi caciones bastante antiguas. Al día siguiente nos levantamos con un gran reto por delante: hacer tres etapas de casi 600 km en los tres días que nos quedaban. Este día, nuestro destino sería llegar a Cannes (Francia).

Los dolores de espalda o el adormecimiento de las piernas dejaron de afectarnos cuando estábamos circulando por la A-10 y A-8, viendo al fondo los Alpes, y pasando entre verdes montañas un túnel tras otro. No los contamos, pero estaría cerca si digo que por lo menos pasamos 40.

El asfalto no era bueno; la verdad es que no era bueno en ninguna carretera por la que circulamos en Italia, pero el conducir por esos kilómetros fue realmente enriquecedor. De Cannes nos gustó mucho el paseo que tiene y, por supuesto, nos hicimos fotos en la alfombra roja donde hacen el Festival de Cine de esa ciudad, emulando a las famosas actrices.

Desayuno francés, chocolate y croissant. ¡Hala! Otra vez subidos en la moto. Esta vez nos dirigimos por fin a España. Se nota en la carretera. El asfalto mejoró y el paisaje se hizo más monótono.

El destino era Tossa de Mar. Qué pueblo más encantador. Un lugar precioso de la Costa Brava para pasar unos días. Lástima que solo pudimos estar una noche, pero disfrutamos de un bonito paseo y de una visita al castillo junto al mar.

El último día, todos subimos a la moto deseando llegar a casa en Elda (Alicante) y ver a los nuestros, pero también deseando que este bonito viaje no acabara. Ha sido un viaje en moto cargado de ilusión, de imágenes preciosas y de haber disfrutado de unos estupendos compañeros de viaje, de unos amigos que días después ya estamos pensando en una nueva escapada juntos.

Gracias a Juan y Alicia, a Javier y Anabel, a Óscar y Eu, a Tertu y María José. Gracias por compartir unos momentos de aventura. ¿Cuál será la siguiente?