Turismo Río Tajo (III)

Tan largo como nos parecía en un principio, el recorrido del Tajo poco a poco llega a su fin. Mientras tanto, seguimos su curso y, con él, salvamos la frontera que nos separa del país luso. Mera formalidad: diferente lengua, mismo espíritu. Hermosas tierras bañadas por aguas compartidas.

Luis López. Fotos: Juan Sanz

Turismo Río Tajo (III)
Turismo Río Tajo (III)

Una vez más, Marcos Blanco me pasa el testigo después de cubrir dos de las tres etapas en las que hemos dividido esta ruta en compañía del Tajo. Por fortuna, el campo luce la mejor de sus vestimentas. ¡Qué verde tan intenso! ¡Qué maravilla de piel de toro!

Por cierto, del rostro del mismo vamos a hablar, ya que nos acercamos a la desembocadura del Tajo, dejando a su paso un precioso e idílico manto verde que no deja de sorprendernos ni con el paso de la frontera hacia el país vecino; vecino, sí, pero bien avenido como tuvimos la ocasión de comprobar mientras nuestras Harley-Davidson (la Road Glide Special que ves en las fotos y la Electra Glide Ultra Limited Low, a cuyos mandos se situó Juan Sanz, eterno virtuoso de las lentes focales), surcaban las carreteras colindantes al Tajo.

Retomábamos así la ruta descrita por Marcos, y que dejó bellas instantáneas como la del brillante puente de Alcántara en un oscuro día de lluvia otoñal. Por fortuna, tenemos más suerte con el clima en esta ocasión, dejando atrás la localidad del mismo nombre con un sol radiante y una carretera, la EX117, con muy poco tráfico y una serie de curvas que agitan los bicilíndricos americanos hasta poco después de Membrío, donde enlazamos con la N-521 en dirección a Valencia de Alcántara, ya con las primeras indicaciones de cambio de país comunitario, cuyo colofón encontramos en las viejas aduanas de la ruta; viejo vestigio de un tiempo en el que todos queríamos ser diferentes, o simplemente más fuertes que nuestro vecino…

Allá a lo alto

Pronto vemos, desde la lejanía, la preciosa localidad de Marvao situada en un elevado promontorio que salvaremos después de girar una, y otra, y otra vez ganando altura y con unas vistas espectaculares de la Sierra de San Mamede al otro lado. Salvada la muralla por una de sus entradas, ponemos a prueba las suspensiones de las Harley-Davidson en busca del punto más elevado, situado en el castillo que defendía la urbe desde un lugar claramente privilegiado. Sorprende lo cuidado de su aspecto, tanto como el resto de edificaciones intramuros donde no faltan las habituales tiendas de regalos y recuerdos, algún bar o restaurantes.

La bajada vuelve a convertirnos en motoristas sonrientes entre tanta curva. Interesante prolegómeno de lo que nos esperaba en nuestro objetivo por llegar a Lisboa junto al Tajo… al que, por cierto, no hemos olvidado a pesar de esa cierta lejanía que nos separa, justificada. Queríamos visitar Marvao para retomarlo después de Alpalhao y Amieira do Tejo, lugar este donde salvamos su cauce para recorrerlo por la orilla norte hacia Maçao.

Así llegamos a Abrantes, ciudad industrial e ilustrada con instituciones académicas situadas en las zonas más altas de la urbe. Pasar su puente en obras, atestado de tráfico y con uno de sus sentidos cortado regulado por semáforo, es toda una aventura. Abandonamos su intensidad y vorágine para reencontrarnos con la tranquilidad de la ruta; una tranquilidad relativa, ya que la carretera serpentea al mismo tiempo que lo hace el río.

Con las plataformas de la H-D algo más rebajadas de peso y dimensiones llegamos a Constancia, cuyo centro urbano y recio castillo reclaman su protagonismo. Es allí donde nos informan del origen de su nombre: está unido al de Luís Vaz de Camoes, afamado poeta portugués del siglo XVI y autor de las «Lusíadas», que tomó como residencia este lugar. Cada 10 de junio se representan las fiestas que retratan la época medieval narradas por el escritor. Las conocidas «Pomonas Camonianas» le rinden así homenaje.

Cerca del fin

La proximidad al mar del Tajo es inminente. Mientras tanto, Golega se nos presenta con sus calles empedradas y la imagen de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, cuyo estilo cercano al gótico muestra su enorme belleza con todo esplendor, gracias a un merecido estado de conservación.

No es fácil encontrar el camino adecuado hacia la capital lusa partiendo de Golega. Diferentes cruces de caminos, calles y rotondas intentan despistarnos. Por fortuna, el navegador de nuestras H-D nos asiste en nuestra dura pelea contra el tiempo para llegar a Lisboa, iluminada todavía con la luz del sol. Si tuviéramos que guiarnos únicamente por su posición acertaríamos más que si lo hiciéramos con las señales, inexistentes, que nos indiquen el camino hacia la capital.

Santarém nos saluda a nuestra llegada, lo que nos indica que nos encontramos en la dirección correcta. Más adelante, la complicación se multiplica si de verdad deseamos flanquear el cauce del Tajo, mezclando carreteras locales con la Nacional que persigue idéntico destino al nuestro. En realidad, el mero hecho de acercarnos a la caótica vorágine urbana comienza a dejarse notar en este tipo de vías, donde evitar la hora punta de entrada o salida resulta vital para no verse enfrascado en un interminable atasco.

Nuestra recompensa ve sus frutos con la llegada a una, cómo no, atestada Plaza del Comercio, donde los autobuses se mezclan con los numerosos taxis, tranvías y coches avanzando a duras penas entre turistas y vías empedradas. ¡Se acabaron las prisas! Una vez alcanzado tan ansiado objetivo, es buen momento para dejar aparcadas las Harley-Davidson en el hotel y salir a dar un paseo por el centro, en busca de un restaurante donde las viandas locales decoren sus platos y los caldos alentejanos tiñen de rojo burdeos sus copas

No te puedes perder

Iglesia de Santiago, Marvao: Un paseo por las empinadas calles de Marvao nos llevará a la iglesia de Santiago. En sus orígenes perteneció a la Orden de los Hospitalarios y al Priorato de Malta. Se pueden ver en su arquitectura retazos góticos primigenios, aunque fue reconstruida en el siglo XVIII.

Castillo de Amieira de Tajo: La llegada a Amieira de Tajo ofrece unas preciosas vistas desde lo alto, donde su majestuoso castillo se impone como uno de los puntos de mayor interés y auténtico reclamo. Usado con fines estratégicos y civiles, ha sido declarado Monumento Nacional por las autoridades nacionales.

Constancia, entre meandros: Entre los muchos meandros que nos encontramos en el camino hacia la desembocadura del Tajo, Constancia se nos presenta con sus atractivos naturales, capaces de satisfacer a los amantes de la pesca, el piragüismo, ciclismo o senderismo. Su casco histórico merece ser visitado.

Nuestra Señora de la Concepción, Golega: En Golega encontramos la iglesia de Nuestra Señora de la Concepcion, cuyo estilo manuelino, variación portuguesa del gótico tardío, realza su figura. Una clara demostración la encontramos en su peculiar portal, uno de los más característicos de dicha corriente.

Lisboa, a los pies del Tajo: Podrían contarse por decenas los reclamos turísticos de la capital portuguesa. De entre ellos y a pesar de las constantes obras que salpican el paseo que bordea el río, una larga jornada a pie para recorrerlo admirando la ciudad desde la perspectiva del acuífero, merece la pena. Todo ello sin olvidar los encantos de una ciudad marcada por calles empinadas, empedradas y salpicadas por las vías del eterno tranvía.