Somos Marco e Isabel, italiano y española. La ilusión de Marco era hacer en moto la Route 66 y después la Panamericana desde EE.UU hasta la tierra del Fuego, si le tocaba la lotería decía. Después de esperar unos años sin que le tocara, y a mí que me encanta viajar sea como sea, decidimos que sería mejor conocer el continente sudamericano por etapas, mejor eso que nada.
El primer viaje en moto lo hicimos el año pasado, unos 4.700 km por Argentina y Chile, y como la experiencia nos gustó mucho, este año partimos desde el norte de Chile, entrando en Bolivia y recorriendo unos 4.200 km en 15 días. La moto la alquilamos en Chile, una BMW R 1200 GS LC y con las gestiones ya realizadas desde Europa. El mercado de alquiler de este tipo de motos en sudamérica es muy escaso y la verdad es que es carísimo. No hay mucha competencia y te tienes que adaptar a lo que te ofrecen y al precio que te dicen, sin mucha más opción para elegir.
Partimos desde Antofagasta en Chile, pasando por Calama y visitando la mina de Chuquicamata, la mina de cobre a cielo abierto abierto más grande del mundo. Desde ahí a San Pedro de Atacama y luego bordeando el volcán Licancabur, cruzamos a Bolivia por el paso de Hito Cajón y entrando en la Reserva Nacional de fauna Eduardo Avaroa en la provincia de Lípez.
El territorio de Sur Lípez tiene como rasgo común el estar constituido por dos elevadas cuencas altiplánicas de la llamada "Puna Salada"; la altitud promedio de la Puna en la mitad occidental del territorio supera los 4.000 msnm. Las dos cuencas están delimitadas por la Cordillera Central de los Andes – al Oeste – y la elevadísima Cordillera de Lípez. En esta zona abundan las lagunas a las que afluyen radialmente pequeños arroyos. Entre las lagunas se destacan la Colorada -cuyo nivel superficial de agua está a 4.378 metros sobre el nivel del mar- la Laguna Verde, la Celeste y la Laguna Busch entre otras y el salar de Chalviri. Debido a la altitud el clima es extremadamente seco con grandes amplitudes térmicas día/noche. El clima determina que predomine un bioma árido con páramos andinos y desiertos de altura apenas interrumpido por los bofedales, humedales de altura que almacenan aguas provenientes de precipitaciones pluviales, deshielo de glaciares y principalmente afloramientos superficiales de aguas subterráneas.
Por lo que respecta a nosotros, cruzar esta zona en moto fue una verdadera aventura. Viajamos sin GPS, con el mapa de toda la vida y esta zona sólo es transitada por las rutas turísticas que viajan en todo terreno. Por supuesto las carreteras no son de asfalto y cada vez que uno de estos todos terrenos nos adelantaba a toda pastilla, teníamos que parar porque levantaban una nube de polvo que no te dejaba ver nada. Nuestro destino ese día era llegar al Salar de Uyuni a unos 400 km. Decidimos ir por una carretera que estaba marcada en nuestro mapa y no hacer el camino turístico, primero porque éste no estaba indicado en nuestro mapa, segundo por el polvo que levantaban los todo terreno y tercero porque pensábamos que estaría en peores condiciones. Yo no sé cómo estaría ese camino, pero el que nosotros hicimos fue un infierno. Había unos bancos de arena impresionantes por los que era imposible conducir la moto. Tuvimos 5 caídas, muchas veces me tenía que bajar de la moto e ir caminando porque era complicado ya que la moto pesaba muchísimo, entre el equipaje, el combustible y que la moto ya es pesada de por sí, y caminar por esa zona se hacía muy duro por la altura. Nuestra media no pasaba de los de 20 km/h, eso sí, los paisajes eran espectaculares. Después de muchas dudas, de no saber si llegaríamos o no a Uyuni, con el miedo a que se hiciera de noche y de tener que dormir al raso, cansados, doloridos por las caídas, finalmente después de 14 horas y gracias a la luna que nos alumbró el camino durante los últimos 200 km sobre tierra compactada, conseguimos llegar a Colchani, a un maravilloso hotel de sal a orillas del Salar de Uyuni.
Salar de Uyuni, el paraíso
Qué decir del Salar de Uyuni, que es un lugar mágico, una maravilla de la naturaleza. El mayor desierto de sal del mundo, 12.000 km2 de un antiguo lago salado, completamente plano y absolutamente blanco y que se encuentra a casi 4.000 m de altitud. En esta latitud el cielo está casi siempre limpio de nubes, con un azul muy intenso y las noches, aunque gélidas, están plagadas de estrellas por la ausencia completa de contaminación lumínica. Allí pasamos nuestra singular Nochebuena.
Desde allí nos dirigimos hacia Potosí y Sucre, ya en carretera de asfalto y con muy poco tráfico. También una gozada disfrutar así de la carretera y la moto. En las carreteras bolivianas te encuentras frecuentemente con casetas de peaje, pero las motos no pagan. Y el tema de repostar gasolina es curioso; tuvimos que pasar varias gasolineras hasta que logramos entender cómo funciona, porque cada uno te aplica un precio diferente, que va desde los 0,5 €/l hasta los 1,10 €/l, y nadie te explica el por qué. El precio del carburante está subvencionado por el estado, y sólo lo puede aplicar a los vehículos con matrícula boliviana. Como nosotros habíamos alquilado la moto en Chile y la matrícula era de allí, pues en muchos sitios nos decían que no nos podían repostar, y nos daban la opción de llenar una garrafa a precio boliviano, porque la garrafa no tiene matrícula. Al principio no nos convencía mucho eso de ir llenando la moto a base de garrafas de 5 l, pero llegó un momento que o eso o nos quedábamos en el sitio. La opción más cara, que es como deberían hacer todos, es que te aplican un precio internacional establecido; y luego te emiten dos facturas, una con el precio subvencionado y otra con la diferencia de precio, que es más del doble. Pero por suerte, a la mayoría les da pereza ponerse a hacer las facturas y te dan la opción de la garrafa. O te dicen un precio intermedio, sin factura ni nada, e imagino que esa diferencia de precio se la quedarán ellos.
El camino hacia Samaipata desde Sucre, también fue duro. Salimos de Sucre por la Ruta 5, asfaltada hasta Aiquile, unos 150 km, y a partir de ahí, en el mapa ponía que la carretera es “under construction”. En fin, en construcción o no, no lo sé porque no se veía ningún tipo de maquinaria en todo el trayecto, pero era otro camino de tierra, esta vez con gran cantidad de tráfico de camiones y os podéis imaginar el polvo que levantaban. Samaipata es una ciudad en el Departamento de Santa Cruz, y se encuentra ubicada en las primeras estribaciones andinas a 1.670 metros de altitud sobre el nivel del mar, al lado del Parque Nacional Amboró, que es una de las mayores reservas ecológicas y naturales por su flora y fauna únicas en el mundo.
Aventura de Santa Cruz- Cochabamba
Desde allí nos dirigimos a Santa Cruz, acompañados por tres moteros Harley-Davidson: Ricardo, su hermano y su primo, que viven en Santa Cruz y vinieron a pasar el día con nosotros. Ricardo es un compañero de trabajo de Marco en Túnez, y aprovecho para agradecerle a él y a su mujer Dorita su hospitalidad en Santa Cruz. Nos alojaron en su casa durante dos días y se ocuparon de que nuestra estancia allí fuera muy entretenida. Gracias.
Desde Santa Cruz, nuestro objetivo era llegar a Cochabamba en un sólo día, a unos 475 km, pero no fue posible. Tomamos la Ruta 4 hacia el norte hasta Montero, y luego dirección oeste por la misma ruta. Estamos en zona tropical, la vegetación es exhuberante y el calor asfixiante, cruzando muchísimos ríos caudalosos. Ni que decir tiene, que el entorno nada tiene que ver con la zona del altiplano de los primeros días. Cuando llegamos a Villa Tunari, había una cola impresionante de camiones parados en la carretera. Seguimos hacia delante y en la caseta de peaje los militares nos dijeron “no hay paso”, que la carretera estaba cortada por derrumbes, ya que la noche pasada había llovido mucho. Nos encontramos en la provincia del Chapare, que se caracteriza por una gran riqueza en fauna y flora, y por ser además una de las zonas más lluviosas de la Tierra, con una precipitación promedio de 5.850 mm. Pues nada, volvemos hacia atrás para pasar la noche en Villa Tunari. Esa noche también llovió muchísimo, y por la mañana del día siguiente seguía lloviendo y la carretera seguía llena de camiones parados. En estas condiciones no sabíamos que íbamos a hacer. A media mañana la lluvia paró y decidimos volver a subirnos en la moto e ir hacia delante. En el pueblo nadie nos sabía decir si la carretera estaba abierta, y si no lo estaba, cuándo la abrirían. Esta vez la policía nos dijo que la moto sí que podía pasar, y allá que fuimos, esquivando a duras penas los coches y camiones parados. Como a unos 20 km. encontramos otro atasco, con un montón de camiones y coches que habían pasado allí la noche. Camiones con animales (vacas, cerdos, gallinas…), que yo no quiero ni pensar cómo sobrevivirán a este calor, cómo les darán al menos de beber, pero sobre todo porque la situación no tenía pinta de solucionarse con rapidez. A saber cuántos días deberían estar allí parados. Una pena. Lo curioso es que los bolivianos deben de estar acostumbrados a este tipo de situaciones, porque estaban tranquilos. De todas partes salía gente que vendía bebidas y comida. Increíble, porque estábamos en una carretera en medio de la selva, que no pasaba por ninguna población. Debido a la congestión, yo seguí el camino a pie, y Marco con la moto avanzaba como podía. Pasamos varios derrumbes, donde las excavadoras estaban trabajando y el agua bajaba con toda su furia. En el último derrumbe, varias personas tuvieron que ayudar a Marco a pasar, porque el pavimento, de piedras y arena, resultaba muy deslizante y la moto patinaba. Tardamos 4 horas en hacer sólo 50 km.
Desde Cochabamba llegamos a La Paz, y otra vez nos encontramos a 4.000 msnm. Atravesar la ciudad de El Alto es una auténtica pesadilla, por la gran cantidad de tráfico que hay, mucha gente y mercadillos en las calles. Una vez atravesado El Alto, la vista de la ciudad de La Paz es impresionante. Nos adentramos en ella, sin tener ni idea hacia donde ir. Es una ciudad ubicada en varios cerros, llena de cuestas, donde es muy difícil orientarse. Muy peculiar y un gran contraste con el resto de la mayoría de ciudades sudamericanas, donde las calles parten de una plaza principal formando una cuadrícula de calles paralelas y perpendiculares, y donde todo se mide por cuadras de 100 m. Pues bien, allí pasamos nuestra última noche del año, quedándonos dormidos mientras contemplábamos desde la cama una lluvia de fuegos artificiales.
Carretera de la Muerte
Al día siguiente y para desafiar el año nuevo, nos fuimos a recorrer la Carretera de la Muerte o Yungas Road. Salimos de La Paz, a 3.600 msnm, ascendiendo hasta "La Cumbre" a 4.650 msnm, por la Ruta 3 de asfalto. Como a unos 50 km. de La Paz, está el desvío para tomar este camino. Consiste en un descenso de 3.600 metros de desnivel en 64 km de recorrido por camino de tierra. Al conducir por este camino debe mantenerse la izquierda, (es el único lugar de Bolivia donde se conduce conservando la izquierda,) para que conductores que van a la izquierda, en caso de cruce, cosa que no sucede muchas veces durante el recorrido, vean con mayor facilidad el borde del camino, que en casi todos los lugares de cruce es un abismo, llegando en un lugar hasta los 800 m en vertical. Es sencillamente acojonante. La sensación de pasar por un camino de tierra estrecho, sin quitamiedos y con un barranco a tu izquierda del cual cual no se ve donde está el fin, te sube la adrenalina a límites increibles. También el cambio de temperatura es bestial. Desde la parte más alta, La Cumbre a 7º C, a 33º C en Coroico y en sólo 70 km. El peligro que supone esta ruta la convirtió en un destino turístico popular a partir de la década de 1990. En particular, los entusiastas de la bicicleta de montaña la utilizan por sus descensos pronunciados y la exquisitez de los paisajes. La subida a La Paz ya la hicimos por la nueva carretera.
Y al día siguiente nos fuimos hacia el Lago Titicaca, a Copacabana, por la Ruta 2, una carretera en obras y con muchísimo tráfico. En San Pablo de Tiquina tomamos una barcaza para cruzar el lago y poder llegar hasta Copacabana. Para haceros una idea, tardamos 5 horas en hacer los 153 km que separan La Paz de Copacabana.
Ya llevamos 12 días de viaje y toca ir pensando en volver a Antofagasta en Chile, a 1.300 km de Copacabana, para delvolver la moto que hemos alquilado por un periodo de 16 días. Había dos opciones, una era entrando por Perú y la otra entrando por Bolivia. Escogimos la segunda. Atravesamos el Parque Nacional Sajama en Bolivia pudiendo admirar el volcán del mismo nombre de 6.542 m de altura. Ha llegado el momento de abandonar este maravilloso país, con paisajes y lugares únicos, y donde nos hemos encontrado realmente bien, por su gente que es de verdad, muy amable. Hay una gran cantidad de etnias diferentes, cada una con sus peculiaridades y sus maneras de ser, y sobre todo no sientes sensación de peligro en ningún momento. Es un país muy tranquilo. Adiós Bolivia, nunca te olvidaré.
De regreso a Antofagasta
Cruzamos a Chile por la frontera de Tambo Quemado-Chungará. Y una vez pasado el papeleo de la frontera entramos en el Parque Natural Lauca, pasando al lado del lago Chungará (en aimará: musgo en la piedra), que es uno de los lagos a mayor altura del mundo con 4.500 m y está rodeado por los volcanes Parinacota y Pomerape, los cuales se reflejan en las aguas del lago, lo que hace que sea un lugar realmente bello. Sorprendidos nos quedamos por esta ruta, que no es nada conocida, pero los paisajes son estremecedores por su belleza. LLegamos a Putre, donde nos quedamos a dormir, y a la mañana siguiente partimos hacia Iquique, tomando la ruta 11 bajando hasta Arica, ya a nivel del mar y de ahí por la Ruta 5, la mítica panamericana, hasta Iquique, ya en la zona que forma parte del desierto de Atacama.
Ya hemos llegado a nuestro 15º día de viaje, y sólo nos faltan 410 km para llegar a Antofagasta. Desde Iquique tomamos la carretera que bordea la costa del Pacífico, también muy bonita y agradable para conducir. En Tocopilla nos encontramos que acababan de cortar la carretera por voladuras y tuvimos que esperar unas dos horas. Allí conocimos a un camionero chileno muy simpático y muy hablador. Si me costaba trabajo a mí entenderle, imaginaos a Marco. De una de tantas cosas que nos contó, me hizo mucha gracia que en Chile a Papá Noel, lo llaman el Viejo Pascuero.
Y nada, sobre las siete de la tarde llegamos a Antofagasta y aquí se termina nuestro viaje, habiendo hecho 4.181 km en 15 días lo que da una media de 279 km/día. Y lo más importante, una sensación que se te queda en el cuerpo muy placentera y una gran satisfacción. Ha sido un viaje en el cual hemos estado mucho tiempo a gran altitud, lo que te hace sentir muy agotado por la falta de oxígeno. También ha habido días en que hemos pasado de un calor asfixiante a pasar mucho frío, lo que conlleva tener que ir poniéndote y quitando ropa a medida que cambia la altitud en la que te encuentras. La lluvia nos ha respetado bastante. Un poco de agua sí que hemos pillado algunos días, pero con los chubasqueros nos apañamos bien. Teníamos un poco de miedo porque habíamos oído hablar del fenómeno de El Niño, y había bastantes probabilidades de pillar lluvias torrenciales. Pero por suerte, no ha sido así.
Lo que más me ha gustado del viaje es la sensación de libertad que se siente. Viajar con tu pareja sintiendo en tantos momentos una soledad absoluta. Sólo nosotros disfrutando de la maravilla de los lugares. Decidiendo qué hacer y qué no hacer, por dónde ir.... Claro que teníamos previsto a priori un itinerario a realizar, pero teníamos la libertad de poderlo cambiar en cualquier momento. Imagino que hacer un viaje así en grupo, también tiene que tener su parte positiva, pero estás sujeto a horarios, a pararte donde dicen ellos, a comer y dormir donde dicen ellos. En fin, prefiero elegir yo dónde, cómo y cuándo. Ya bastante tenemos que cumplir durante el resto del año mientras estamos trabajando. Por otro lado, al hacer el viaje desde el 22 de diciembre al 6 de enero, no te das casi ni cuenta de que es Navidad, Fin de Año... quedando lejos de los convencionalismos típicos de estas fechas.
Próximo destino: Colombia.
P.D. “Viajar es la única cosa que compras y te hace más rico”.
Gana un viaje Canadá
WD-40 presenta su nueva campaña de Rutas Míticas, cuyo destino para esta edición será Canadá. La Ruta Transcanadiense está valorada en 7.000 euros y consiste en un viaje en moto o en coche para dos personas de costa a costa por Canadá. Para participar, sólo hay que registrarse de manera gratuita en la página habilitada por WD-40 entre el 1 de marzo y el 31 de diciembre, pudiendo entrar al menos una vez al día en ese período de tiempo, por lo que cuantas más veces accedas a la página, más opciones tienes de ganar. El ganador del viaje puede elegir entre hacer la Transcanadiense en coche o en moto.
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