Tenía que pasar. Estaba escrito que el gallego Jorge Prado tenía que ser el elegido. El elegido para poner la bandera rojigualda en lo más alto del motocross mundial, la única gran disciplina donde el motociclismo español todavía no había conseguido hollar la cima de la clase reina. Una deuda histórica que por fin ha quedado saldada en este 2023.
Sus logros pretéritos apuntaban que el día llegaría. Tenía solo diez años cuando se proclamó campeón del mundo de 65cc en 2011, y apenas 14 cuando conquistó el título continental de 125cc, convirtiéndose en el piloto más joven de la historia en lograrlo. Al año siguiente debutó como wild card en el Mundial de MX2 en Assen, finalizando segundo en la segunda manga.
2017 fue su primer año completo y llegaron las primeras victorias, preludiando el título mundial de 2018, que revalidó de forma abrumadora en 2019 al ganar 31 mangas de las 34 que disputó. Con semejante palmarés, se plantó en la parrilla de MXGP, donde ya en su primer año ganó cinco mangas para terminar sexto pese a perderse las últimas citas.
Lastrado por las secuelas del Covid-19, que le hacían cansarse demasiado en las carreras, ‘solo’ pudo ser quinto en 2021, mejorando en 2022 para terminar tercero. Su talento desmedido le hacía ganar mangas y estar muy arriba de forma habitual, pero no conseguía cuajar una temporada sin contratiempos de principio a fin. Tenía que dar ese último paso que distingue a los llamados de los elegidos.

Debido a su conocida condición de maestro del holeshot, la introducción de un reparto de puntos en las carreras de clasificación de los sábados le abría una oportunidad de picotear puntos a sus rivales, y la aprovechó desde el primer día: en los tres primeros grandes premios se llevó la qualy y también la primera manga, teniendo la segunda como pequeño lunar.
Afrontó la larguísima temporada con calma, consciente de que cualquier error podía traducirse en una lesión que diese al traste con todo. Tanto es así que, hasta la novena cita en Teutschenthal, no ganó dos mangas seguidas. En el trazado alemán firmó su único pleno del curso, y lo hizo en medio de una racha de 16 mangas sin bajarse del top 3.
A partir de ahí, se limitó a gestionar su renta sobre un crecido Romain Febvre, que pese a su endiablada velocidad se veía impotente para recorta la desventaja con el gallego, que el 17 de septiembre sentenciaba matemáticamente el título en la primera manga de Maggiora, la penúltima cita del año. Para hacer perfecta la fiesta, lo certificaba ganando la carrera.
Aquel niño de barro había pasado años moldeando su descomunal talento y se había convertido en una dura roca, para culminar el sueño de toda una vida. O al menos uno de ellos, ya que en 2024 probará las mieles del AMA Supercross, su objeto de deseo desde adolescente. Otro reto con el que poner a prueba su dureza. Otra cita con la historia.