Desde hace ya casi dos décadas, nos hemos acostumbrado a ver las motos de cross de alta competición luciendo astados rojos, garras verdes o estrellas amarillas como elementos icónicos esenciales en su decoración estética. Esto es así porque las diversas marcas de bebidas energéticas, bien repletas de azúcar y cafeína, se han convertido en una de las principales fuentes de dinero y patrocinio tanto para los equipos como para los pilotos.
Llegaron a esta posición después de aprovechar el espacio dejado, casi siempre debido a imposiciones legales, por fabricantes de brebajes destilados y marcas de tabaco, que tanta presencia tuvieron en los deportes del motor a finales del siglo XX.
Algunas de las motos de cross más icónicas estaban decoradas por marcas de tabaco o brebajes alcohólicos.
Lejos está de nuestra intención el valorar la idoneidad de las normativas ni debatir sobre lo pernicioso de cada substancia, pues ya todos somos mayorcitos. Pero es inevitable asociar estas firmas con algunas de las decoraciones más llamativas e icónicas que se han visto en las máquinas oficiales del Mundial de Motocross.
¿Quién no se acuerda de las Kawasaki Winfield, las Honda LM, las Suzuki Corona o las YZ/SX Bud Light de McGrath? Entre ellas, sin duda, unas de las más recordadas son las Yamaha Chesterfield.

Preparación
A mediados de la década de los noventa, Yamaha vivió una de sus mejores épocas en el Mundial de Motocross. Se produjo entonces una exitosa asociación “italo-japo-americana”, gracias al empuje del equipo dirigido por los hermanos Rinaldi y su apuesta por la importación de pilotos estadounidenses, tales como Donny Schmit (Campeón de 250 en 1992), Bobby Moore (Campeón de 125 en 1994), Tallon Vohland o Mike Brown.
Junto a ellos también estuvieron grandes pilotos italianos como Alessio Chiodi, Alex Puzar o Andrea Bartolini, así como otros talentos franceses como Yves Demaria y Frédéric Bolley. Esto sí, tampoco hay que olvidar el acento español en la ecuación, aportado por el gran Pere Ibáñez, el técnico español que trabajó en aquellos años para el equipo Rinaldi (y actualmente sigue en el paddock mundialista, aunque ahora con Honda).
Además de los resultados deportivos, uno de los factores que hicieron icónicas a las YZ 125 y 250 de aquella época fue la llamativa decoración de “Chester”, primero en tono blanco y compartido ocasionalmente con otros equipos de Suzuki y también KTM. Así fue hasta la temporada de 1994, cuando Moore ganó el título mundial en 125 cc sobre una YZ que destacaba por su llamativa decoración en color negro.
La combinación sustituiría el negro por el azul en las Yamaha Rinaldi de 1996, aunque un año después se tornó al color oscuro, pero ya por última vez pues en 1998 desaparecieron los logos de la tabacalera.

Este apunte histórico viene a colación de nuestra protagonista, la YZ 125 de José Vadorrey, piloto apasionado que además de disfrutar montando en el circuito también se entretiene en el taller, cuando los quehaceres diarios le permiten sacar algo de tiempo para trabajar en sus creaciones.
No es la primera vez que José viene a nuestra revista, pues también nos visitó hace años con su Honda CR 125. Después de un tiempo sin moto, Vadorrey ha vuelto a caer en el gusanillo, pero esta vez impulsado por un motivo igual de ilusionante, y no es otro que poder compartir la pasión por la moto con su hijo, Iván Vadorrey, quien con tan solo tres años y medio ya disfruta con su preciosa PeeWee 50 también con imagen réplica a la moto de Moore.
La moto de esta prueba es una YZ 125 del 2007 reacondicionada en casi todos sus componentes.
De hecho, resulta que el “Team Yamaha Chester El Molar” se originó precisamente a raíz de esa PW50, y para dar uniformidad al proyecto José se propuso buscar una YZ 125 usada para reacondicionarla, engalanarla y, de paso, aplicar una considerable preparación a casi todos los componentes.
“Quería una moto para venir al circuito con mi hijo –nos explica Vadorrey-, para hacer algo bonito yendo los dos igual. Así que busqué una YZ 125, sencillamente porque llevaba dos años sin montar y para disfrutar de vez en cuando es lo mejor, porque no te exige tanto como una 250 o una 450”.
Así fue como Vadorrey encontró una YZ 125 de segunda mano, un modelo de 2007 que estaba en Barcelona, con apariencia abandonada pero con muy poco uso los elementos vitales como el motor. Empezó entonces el proceso de reacondicionamiento, poco a poco, pues el propio José se encargó de la tarea, aunque siempre con la ayuda y el asesoramiento del experimentado técnico Israel Cuenca, de IRS Suspension. Lo primero fue retirar el motor para someter al chasis a un concienzudo trabajo de pulido, tanto por fuera como por los recovecos interiores (con abrasivos de más bastos a más finos).

Un trabajo de saneamiento que también se aplicó al exterior del motor, además de revisar y renovar lo necesario del grupo térmico, como el pistón, y también el embrague (cigüeñal y biela estaban en buen estado).
Aprovechando el desmontaje, en IRS se ocuparon repasar bien los conductos del cilindro y la bóveda de la culata; mientras que al ir al montar se optó por añadir extras especiales como la bufanda de escape Fresco, la caja de láminas V-Force, las tapas de embrague y encendido Boyesen, manguitos DRC en silicona…
El apartado ciclo también ha sufrido una transformación considerable, no solo por el kit de plásticos Polisport “restyling” y el disco delantero sobredimensionado (270 mm), sino por el trabajo en las suspensiones. La horquilla original Kayaba se sustituyó por una de doble cartucho de la misma marca, pero más moderna, procedente de una YZF 2007 (mismo material que, actualizado, aplicó Yamaha a sus YZ en 2015). Detrás, se ha optado por instalar un amortiguador Öhlins TTX, estando ambos revisados, preparados y ajustados por IRS para los gustos de Vadorrey.
La ciclística tampoco se libra de una buena serie de componentes “premium” como las llamativas tijas BUD Racing, las manetas articuladas BUD, manillar y puños Renthal, estriberas Artrax mecanizadas, llantas Takasago Excel anodizadas… Fijaos que pese a que el valor de las piezas añadidas ronda los tres mil euros (sin contar la adquisición de la moto y la preparación de IRS), el presupuesto empleado aún está por debajo de lo que costaría una YZ 125 nueva pero completamente de serie.

Prueba
Además de por sus componentes de primera, nuestra protagonista capta mucha atención en cualquier circuito gracias a su llamativa decoración. Sin duda, el trabajo de Imperium MX para hacer esta Bob Moore Réplica es soberbio, tanto con los adhesivos como con la funda del asiento.
Un sillín cuyo bajo agarre nos traslada directamente a los años 90, cuando estos asientos con laterales en sky transparente se pusieron tan de moda. ¿Os acordáis? Estéticamente eran lo más, pues permitían extender los gráficos de la carrocería al sillín, pero ¡cómo resbalaban los condenados! En este caso, sí hemos encontrado beneficiosa la mayor dureza del espumado, que ayuda a disimular el escalón natural de la YZ. Por su parte, el exquisito tacto de todos los mandos no tiene que envidiar al de una moto a estrenar.
Los trabajos de modificación han tenido un efecto claro en la respuesta de esta Yamaha “Chester”, especialmente en lo que respecta al motor y las suspensiones. La mecánica muestra un empuje muy, pero que muy efectivo en bajos y medios, con gran dosis de par motor, incluso por encima de la versión de serie, que destaca entre las de su clase por su sana respuesta desde bien abajo.

Esta unidad nos permitía aprovechar de forma más fácil las marchas largas y olvidarnos del constante abuso del embrague, ayudando también a mantener el motor en la zona buena de empuje sin acusar apenas signos de pereza. Arriba, la sensación de potencia es más que buena, como la moto de las tiendas, aunque siempre estando atento a la repentina llegada del bajón de empuje en el sobrerrégimen. Sin duda, una configuración que apuesta por la facilidad de uso, el control y la diversión en lugar de ir en busca de prestaciones máximas sin ton ni son.
Las suspensiones también marcan una respuesta más compensada y de mayor calidad que la versión estándar (refiriéndonos a los modelos hasta 2021). Así lo pensamos porque tanto la horquilla como el amortiguador de la Yamaha de Vadorrey trabajan muy bien en conjunto y plantean un comportamiento más estable, seguro, predecible y firme, pero sin faltar un tacto inicial más suave y agradable. Ya sea por el hacer de la horquilla o la mayor rigidez de las tijas, lo cierto es que esta Yamahita nos ha transmitido un tren delantero más estable de lo que recordábamos en este generación de la 125 japonesa.
Queda demostrado que la YZ “Réplica Moore” es una moto para disfrutar en parado y también en acción. Algo que por ahora hacer Vadorrey padre, aunque quizá en unos años lo haga también Vadorrey hijo…
Valoración
Lo mejor:
-
Estética muy lograda
-
Respuesta en bajos y medios
Mejorable:
-
Asiento deslizante
-
Elasticidad en altos

Preparación
Motor
- Motor completamente pulido exteriormente.
- Renovación del grupo térmico: pistón, limpiar culata, juntas, retenes…
- Conductos de cilindro repasados por IRS.
- Caja de láminas V-Force3.
- Tapas de embrague y encendido Boyesen.
- Manguitos de refrigeración DRC en silicona.
- Bufanda de escape Fresco.
- Corona Superprox en acero y aluminio.
Parte ciclo
- Chasis completamente pulido.
- Horquilla Kayaba de doble cartucho procedente de YZF 2007, revisada y ajustada por IRS.
- Amortiguador Öhlins TTX revisado y ajustado por IRS. Retenes y rodamientos renovados.
- Tijas BUD Racing V2 con tornillos de sujeción en posición inversa (mayor rigidez sin implicar mayor peso).
- Llantas Takasaki Excel anodizadas y con bujes mecanizados.
- Manillar Renthal Twinwall 999.
- Maneta de freno articulada BUD Racing.
- Maneta de embrague con ajuste de tensado rápido BUD Racing.
- Estriberas sobredimensionadas Artrax.
- Kit plásticos Polisport Restyling en negro.
- Adhesivos y funda de asiento personalizados por Imperium MX.