El hilo rojo del destino, cordón rojo del destino o hilo rojo del amor es una creencia de Asia oriental, presente en las mitologías china y japonesa. Según la leyenda, los dioses atan un cordón rojo alrededor del tobillo (o en el dedo meñique, en el caso de la cultura japonesa) de los que han de conocerse o ayudarse en un momento concreto y de una manera determinada.
Es un mito que podría ser equiparable al occidental de las almas gemelas, y que en teoría solamente funciona entre personas. Sin embargo, en el motociclismo pueden darse uniones semejantes entre un piloto y una máquina. En los últimos años de MotoGP, un ejemplo perfecto es el hilo (azul, claro) entre Álex Rins y la Suzuki GSX-RR.
Es evidente que Rins y Suzuki habían de conocerse y ayudarse en un momento concreto y de una manera determinada. El momento concreto fue la temporada 2017, cuando el joven catalán aterrizaba en la categoría reina y lo hacía en una marca legendaria que, al mismo tiempo, le iba a dar el tiempo y la paciencia que necesitaba en su año de rookie.
La ayuda fue mutua, ya que Suzuki encontró en Rins una tabla a la que aferrarse cuando se quedaron a la deriva tras la marcha de Maverick Viñales y Aleix Espargaró después de solo dos temporadas juntos. Aprendieron la lección: se dieron cuenta de que necesitaban una mayor estabilidad y decidieron personificarla en la figura del piloto español, uniendo así sus destinos.

Dice el mito que las dos personas unidas por el hilo están destinadas a ser queridas entre sí, independientemente del momento, el lugar o la circunstancia. Así, el amor entre Rins y Suzuki fue superando las dificultades del inicio con la lesión en COTA 2017 para después ir alcanzando metas, desde el primer podio en Argentina 2018 hasta la primera victoria en COTA 2019.
Es difícil de entender desde una perspectiva puramente humana, pero lo cierto es que la relación ni siquiera se resintió cuando, en su mejor año, se vio eclipsado por el título de su compañero Joan Mir. Y no, tampoco flaqueó en un 2021 realmente para olvidar. Llegados a ese punto, los resultados se habían convertido en algo circunstancial, casi adyacente.
Nadie imaginaba a Rins sin Suzuki ni a Suzuki sin Rins. Por eso, cuando llegó la noticia de que Suzuki se marcharía a final de temporada, a nadie le extrañó el bajón de rendimiento del piloto español que, superado el shock inicial, se fue recuperando para, después de terminar con la sequía de victorias en Phillip Island, salvar el último baile de su amada.
En el Ricardo Tormo, mientras desde fuera ya comenzaban las especulaciones sobre cómo se adaptaría a su nueva moto, Álex Rins se encargó de sellar la eternidad de su amor con Suzuki con una victoria inolvidable para recordar a todo el mundo su eterno vínculo. Porque, como dice el mito, el hilo mágico se puede estirar o enredar, pero nunca puede romperse.