Marc Márquez, el superordenador que venció a los androides

MotoGP 2018 ha sido una auténtica lucha de última generación.

Nacho González

Marc Márquez, el superordenador que venció a los androides
Marc Márquez, el superordenador que venció a los androides

Empezaba la temporada 2018 con las siete bellas artes de MotoGP en parrilla y lo acaba con Marc Márquez como siete veces campeón del mundo. Ha alcanzado el nivel 7 de su particular videojuego, al fin y al cabo otra forma de arte.

Marc Márquez es un artista que ha crecido ya en pleno siglo XXI y, como tal, rodeado por las nuevas tecnologías y el futurismo. Es el mejor de una era marcada por la electrónica y la telemetría, donde el romanticismo que imperaba hace décadas en el Continental Circus ha dejado paso a un deporte totalmente profesionalizado, en el que la televisión capta cada centímetro de pantalla y los ingenieros disponen de infinidad de datos con los que evaluar todos los parámetros que influyen en carrera. Bueno, casi todos.

Casi todos porque, por fortuna, el componente humano sigue siendo el factor decisivo. No sólo el del piloto: también el de ingenieros y mecánicos. Para que el piloto pueda exprimir su talento hay un equipo detrás que empieza con la concepción de una moto. Un punto de partida sin el cual no se entiende lo siguiente, y donde un simple fallo puede comprometer seriamente el trabajo de los que vienen detrás. Que se lo digan a Yamaha.

En este sentido, hay un nombre que se ha elevado por encima del resto en estos últimos años: Gigi Dall’Igna. El ingeniero italiano fue el fichaje estrella de Ducati para asaltar la cima de MotoGP, y con el paso de los años sus creaciones han ido mejorando hasta un nivel altísimo.

Marc Márquez, el superordenador que venció a los androides

Marc Márquez, el superordenador que venció a los androides

La Ducati Desmosedici GP18 es una auténtica obra maestra. Hace no tanto, la moto italiana destacaba tanto por su velocidad máxima en rectas como por su dificultad para entrar en las curvas. Poco a poco, Dall’Igna ha ido sacrificando algo de punta para ganar docilidad en los virajes y convertirla en una moto más completa.

Con la información proporcionada por Andrea Dovizioso y Michele Pirro, entre otros, la Desmosedici ha ido evolucionando hasta poder competir de tú a tú con Honda y Yamaha; y la llegada de Jorge Lorenzo –a petición del propio Dall’Igna- era la guinda que el ingeniero necesitaba: un piloto fino que le diese la información necesaria para rematar su obra culmen.

Esa obra es la GP18. Una máquina sobre la que Dovizioso y Lorenzo se convierten en una especie de androides programados para imprimir ritmos endiablados en circuitos de velocidad. Así lo han demostrado ya en varias carreras a lo largo de este 2018, donde han marcado las diferencias en innumerables ocasiones con el resto de la parrilla.

Con todos excepto con uno: Marc Márquez. El piloto de Honda es lo único que separa a los androides GP18 del título de MotoGP. Ver a los tres juntos en cabeza se ha convertido en parte del paisaje de la categoría reina, como se pudo ver de forma consecutiva en República Checa, Austria y San Marino, situación que podría haberse repetido en Aragón, Tailandia o Japón de no haberse lesionado Lorenzo.

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No en vano, el plan último de Ducati con el fichaje de Lorenzo era el de batir a Márquez. Una vez de vuelta en las victorias en MotoGP, el objetivo ya sólo podía ser el título. Y los androides GP18 estaban en disposición de hacerlo como ya se vio en 2017 y ha quedado refrendado en este 2018, pero no son los únicos que han mejorado.

Honda también lo ha hecho. Quizás no haya hecho una moto tan completa como Ducati, pero sí ha conseguido darle a Márquez el material necesario como para poder plantar cara a los GP18. Al menos para esta nueva versión de Márquez, cuya evolución durante los últimos años también ha sido notable.

A su innato talento ha unido una extraordinaria capacidad para leer el campeonato como un todo y las propias carreras por separado, desarrollando la habilidad para rendir siempre al máximo minimizando los errores y dominando la cuestión estratégica. No sólo en la elaboración de las mismas, sino en rectificar y cambiar las mismas en función de cómo vayan actuando las distintas variables que influyen en una carrera, desde los neumáticos hasta sus propios rivales.

Márquez se ha convertido en un superordenador de última generación que convierte las temporadas en partidas de ajedrez en las que procesa infinidad de movimientos, sacrificar peones y hasta alfiles si es necesario para ir haciéndose con el control posicional del tablero de MotoGP ganando con blancas y aunando victorias y tablas cuando juega con negras hasta poner en jaque a los mejores androides del momento y hacer claudicar al rey de los ingenieros.

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