Brad Binder y KTM, un golpe de estado en MotoGP

El sudafricano y los austriacos han entrado en los libros de historia de la categoría reina como un elefante en una cacharrería.

Brad Binder cruza la meta para lograr su primera victoria en MotoGP (Fotos: Gold & Goose).
Brad Binder cruza la meta para lograr su primera victoria en MotoGP (Fotos: Gold & Goose).

Lo de Jerez fue un espejismo. Allí, cuando dejó de verse el sol de MotoGP, todo el mundo pensó que se trataba de un eclipse y los demás planetas siguieron girando. Junto a Fabio Quartararo, convertido en la tormenta perfecta que necesitaba MotoGP para salir del letargo que supone el monólogo del 93, los inquilinos de los podios fueron habituales como Maverick Viñales, Andrea Dovizioso y Valentino Rossi.

Pasaron dos semanas y resultó que el sol seguía sin estar. No podía ser un eclipse. El astro mayor había colapsado en una segunda intervención y todo el sistema se volvió loco. Alguns planetas empezaron a dibujar órbitas extrañísimas y los asteroides se escaparon del cinturón. De repente, todas las fuerzas que mantenían la estabilidad del sistema empezaron a variar sus energías y sus direcciones.

No cabe duda de que MotoGP está viviendo, ya desde hace unos años, un claro relevo generacional. Que la pervivencia de Valentino Rossi a los 41 años es algo extraordinario y que, salvo algunos treintañeros que se agarran a la pista, el flujo de nuevos pilotos es cada vez más constante.

Un relevo que siempre ha girado en torno a la figura de Márquez, que en estos años ha pasado de ‘jubilar’ a sus predecesores a ‘contener’ a sus sucesores. Sin él en pista, desaparece esa contención y todos se creen capaces de ocupar su trono. Sin el rey de MotoGP, todos se apresuraron a postularse para dirigir las operaciones en la República (Checa).

En Jerez todavía estaba Márquez: en la primera carrera, antes de caerse, ya había estirado el pelotón en un orden con cierta lógica continuista, y de cara a la segunda carrera, pese a su ausencia todavía se mantenían ciertas jerarquías, si bien pilotos como Pecco Bagnaia, Takaaki Nakagami, Franco Morbidelli o Joan Mir ya empezaron a cuestionarla en busca de su primer podio en la categoría.

¿Qué cambió en Brno? Que el fin de semana empezó sin jerarquías. A diferencia del GP de Andalucía, antes de la FP1 ya se sabía que no habría rey. Para colmo, un asfalto en mal estado contribuía todavía más al caos. Se sumaba un factor de riesgo que trabajaba en dos claras direcciones: para los tres favoritos al título, invitaba a la prudencia, a no cometer un error, a no tirar por la borda en forma de lesión la ocasión de ser campeones. Para el resto, justo lo contrario: era una incitación a desmelenarse, a estrujar sus máquinas por encima de lo razonable en busca de una ocasión que nadie sabe cuándo volverá a repetirse.

Brad Binder y KTM dan un golpe de estado en MotoGP

Brad Binder y Fabio Quartararo, los dos ganadores en MotoGP 2020.

El terreno estaba abonado para ver algo diferente, inesperado. Y, por qué no, algo histórico. La victoria de Quartararo en la primera carrera en Jerez era la consumación de lo esperado, del tipo que había acariciado la gloria siempre a la estela del rey. El relevo lógico. Esta vez tocaba otra cosa. La lógica se había escapado por una ventana de Cervera.

Franco Morbidelli presentó su candidatura. Con sólidos argumentos, quería coger el relevo de su compañero para seguir tiñendo de azul turquesa Petronas el mapa de victorias de MotoGP 2020. Su progresión desde que cambió Honda por Yamaha había sido realmente interesante, el podio parecía cuestión de tiempo y, en un contexto así, la victoria no era ninguna utopía.

Sin embargo, su progresión lineal, ordenada, cuasi canónica no encajaba con el ambiente que se respiraba en Brno. Era demasiado lógico que un piloto como él aprovechase la excepcional coyuntura para encaramarse a lo más alto del podio. Otra vez Yamaha, de nuevo un italiano. Demasiado fácil.

Tocaba otra cosa. Una campanada. Algo que pusiese el 9 de agosto de 2020 en todos los libros de historia del motociclismo. El colapso de un sistema. La respuesta estaba ahí, solo había que ver las señales. La primera, el descomunal ritmo exhibido por Brad Binder en su debut en Jerez, refrendado en las pocas vueltas que dio una semana después tras liarla parda en la primera curva cuando tiró a Miguel Oliveira, su pasado y futuro compañero.

La segunda, la ausencia de un piloto que sobresaliese durante el fin de semana en términos de ritmo, abriendo la veda para los más intrépidos. La tercera, ya en el terreno de la superstición, la victoria del 33 en Moto2 a cargo de Enea Bastianini. El número elegido por Brad Binder (con los treses convertidos en bes como si se llamase 3rad 3inder) al saltar a MotoGP ante la imposibilidad de coger el 41, en manos de Aleix Espargaró.

Brad Binder y KTM dan un golpe de estado en MotoGP

Brad Binder fue superando pilotos desde el inicio.

Sea como fuere, se daban todas las condiciones. Los favoritos, diluidos cual azucarillos, agarrotados por el miedo a un cero. La RC16, desarrollada durante por Pol Espargaró y llevada a un nuevo nivel bajo la batuta de Dani Pedrosa, en condiciones de plantar cara a cualquiera. El asfalto, solo apto para los más valientes del lugar.

Y en medio de todo, la épica. Algo de lo que Brad Binder sabe mucho: basta con remontarse a 2016, cuando parecía el más rápido de Moto3 pero no había ganado en las tres primeras carreras del año, subiendo al podio en todas ellas. En Jerez tenía la pole… hasta que fue sancionado por utilizar un software no homologado en el warm up: le mandaron a la última posición. Lo sucedido es parte de la historia: remontó, llegó a trío de cabeza y se largó a por su primera victoria, preludio de un título incontestable.

Por eso, cuando se apagó el semáforo de Brno, supo que era su momento. En Jerez había enseñado las cartas y había fallado, en dos carreras en las que por ritmo hubiese podido asomarse al podio, pero difícilmente plantar cara a un Quartararo que se paseó por el trazado andaluz como el jardín de su casa.

En la República Checa, sin el rey presente, era el momento de asaltar la jefatura del estado de MotoGP. No pidió permiso antes, tampoco clemencia después. Séptimo en parrilla, en la primera vuelta ya era quinto y en la segunda ya solo tenía a las Yamaha del Petronas. Las dejó madurar: sabía que tenía el ritmo para hacerlo. No había prisa. Quartararo se desinfló y, llegado el momento, superó a Morbidelli y le dejó atrás rumbo a la bandera a cuadros.

Brad Binder y KTM dan un golpe de estado en MotoGP

Brad Binder y KTM celebran la victoria.

La cruzó y, al mismo tiempo que todo el equipo KTM estallaba de júbilo, los libros de historia de MotoGP saltaban por los aires. Nunca antes se había visto a un piloto sudafricano en lo alto de la categoría reina, ni a un africano en la era MotoGP, ni a una marca austriaca, ni a alguien salido de la Red Bull Rookies Cup. Binder entró en los libros de historia como un elefante en una cacharrería para destrozar todas las ideas preconcebidas, todas las quinielas y todos los cálculos previos.

Ausente el rey, la mayoría esperaba alguna regencia a cargo de Fabio Quartararo, Andrea Dovizioso o Maverick Viñales. Y lo que sucedió fue un auténtico golpe de estado en MotoGP. Por partida doble, en nacionalidad y marca: de África contra la hegemonía europea. De KTM contra Honda y las demás. Y en las dos siguientes corre en su segunda casa, veremos si no quiere perpetuarse en el trono.

Fabio Quartararo escapado en el Gran Premio de Andalucía (Fotos: Gold & Goose).

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