Sin ser el gran favorito, Jaume Masià aparecía como candidato en todas las quinielas para el título de Moto3 2022. Tres carreras después, ocupaba la 17ª posición en la general a 49 puntos de Sergio García y a 45 de Dennis Foggia. Dos ceros y un séptimo puesto llenaban de fantasmas el ambiente del Red Bull KTM Ajo, donde encaraba su segundo año.
Cuatro carreras después, todo ha cambiado. La victoria en Austin no solo actuó de bálsamo, sino que supuso el inicio de una magnífica racha de cuatro podios consecutivos coronada con el triunfo en Le Mans ante Ayumu Sasaki e Izan Guevara, consolidando su cambio de mentalidad a la hora de afrontar las carreras y le ha colocado segundo a 17 puntos del líder.
Una situación similar tenía Augusto Fernández, que tras año y medio complicado con la llegada de los motores Triumph, a mediados de 2021 regresó al podio, logrando hasta seis en las diez últimas carreras, lo que unido a su fichaje por el Red Bull KTM Ajo le ponía en la terna para 2022. Sin embargo, tras seis carreras no había catado el champán.
Así llegó a a Le Mans, donde vivió viernes y sábado a la sombra de su compañero Pedro Acosta. En carrera, se fue con él y mantuvo la calma, quedándose solo tras la caída del murciano para ganar con holgura sobre Arón Canet y Somkiat Chantra para ponerse quinto a 39 puntos de un Celestino Vietti que empieza a mostrar fisuras.

Tanto Masià como Fernández han comenzado a poner unos sólidos cimientos para empezar a soñar a lo grande con el título después de un inicio de curso un tanto decepcionante. Por el contrario, el italiano Enea Bastianini comenzó a instalarlos en Qatar, y seis carreras después, lo que en su momento resultaba toda una utopía ha empezado a tomar una forma muy concreta.
Si bien es cierto que contar con la Ducati Desmosedici GP21, una moto que a finales de la temporada pasada exhibió un rendimiento excelso, pudo suponer una ventaja de inicio frente a unas monturas todavía verdes, habiéndose cumplido un tercio de temporada ya ha quedado totalmente desterrada la idea de que pueda haber sido flor de un par de domingos.
Con un modus operandi en el que rueda como un reloj para asestar el golpe definitivo en los giros finales, ya ha ganado en tres continentes, en tres trazados muy distintos y frente a marcas diferentes: delante de una KTM en un feudo ducatista como Losail, ante una Suzuki en un trazado vedado como Austin, y a su compañero de marca Jack Miller y la Aprilia de Aleix Espargaró en Le Mans.
A diferencia de Fernández y Masià, Bastianini no estaba en ninguna quiniela antes del apagado del semáforo en Qatar. Siete grandes premios más tarde, está en absolutamente todas. Ganar el título de MotoGP con una moto del año anterior en un equipo independiente parecía una locura, pero en el Gresini Racing ya no quieren despertar.
