Comenzaba el viernes el Gran Premio de Qatar 2022, el primero después de la retirada de Valentino Rossi, el único piloto que se mantenía en activo desde la creación de MotoGP hace ya dos décadas. Y, en plena efervescencia de los libres, llegaba la noticia de que ‘Il Dottore’ había sido padre. “Si no brillo yo, brilla mi ausencia”, decía Kase.o.
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Rossi sigue empeñado en brillar desde la lejanía: a su paternidad siguió la inesperada pole de su pupilo Celestino Vietti en Moto2 el sábado, anticipo de un domingo en el que Andrea Migno se impuso a Sergio García y Kaito Toba en Moto3 -tras un error de Ayumu Sasaki cuando lideraba en solitario- con el propio Vietti dando una exhibición de inicio a fin para ganar delante de Arón Canet y Sam Lowes.
Dos carreras sin Valentino Rossi, dos victorias con la firma de su Academy y la segunda con su propio equipo. Italia soñaba con cerrar un triplete histórico y poético, firmado por la continuación directa del legado del piloto más importante de su historia, dando así una feliz continuidad a la tristeza de su marcha.
Todas las miradas enfocaban a Pecco Bagnaia, el hombre de moda a finales de 2021. Rápido se vio que no consumaría el triplete de la VR46, ya que a su discreta clasificación le añadió una mala salida, compartida con las demás versiones de la GP22. Tampoco parecía que Franco Morbidelli, Luca Marini o el rookie Marco Bezzecchi pudiesen encargarse de la tarea.
Con Pol Espargaró y Marc Márquez al mando, se barruntaba una posible exhibición de Honda. Asomaban desde atrás las Suzuki o Fabio Quartararo, cuyos teóricos ritmos les situaban como candidatos al triunfo. Al término de la primera vuelta, apenas había un italiano entre los trece primeros: Enea Bastianini, quinto.
Con esa máquina azul celeste cuyas rayas rojas recuerdan que se trata de una Ducati, el joven piloto de Rimini se echaba a la espalda la responsabilidad de Ducati e Italia. Un podio hubiera sido suficiente para salvar sendos honores, y parecía plausible. En la sexta vuelta superaba a Joan Mir y en la siguiente se atrevía con Marc Márquez para ponerse tras Brad Binder.
Allí se instaló casi media carrera, hasta que vio que el sudafricano no podía seguir al menor de los Espargaró. Le superó sin problemas, se fue a por el español e hizo lo mismo para entrar en meta con tiempo de paladear un triunfo mágico mientras su equipo deliraba en el muro y, en el box, su jefa Nadia Padovani se deshacía en lágrimas recordando a su marido.
De repente todo el mundo recordó que, antes del debut de Rossi en el Mundial, Fausto Gresini se había encargado de canalizar el talento italiano rumbo a MotoGP. Que su ausencia también brilla con la fuerza de su viuda y un talento bestial que él mismo trajo al Mundial allá por 2014. La buena salud del motociclismo italiano es consecuencia de los impagables legados de Gresini y Rossi.