Los mejores años de Enea Bastianini en Moto3 habían tenido un factor común: llegaron cuando pasó más de una temporada en el mismo equipo. Fue en el Gresini Racing, donde tras hacer tres podios en su debut consiguió acabar tercero en su segunda temporada (logrando su primer triunfo en Misano) antes de ser subcampeón en 2016, donde ganó en Motegi.
Tras eso llegó el fichaje por el Estrella Galicia 0,0, que hizo una excepción en su política de catapultar talentos españoles con el objetivo de conquistar el título mundial. La presión de tener que ser campeón y la adaptación a un equipo nuevo pudieron con el joven piloto, cuya primera mitad de año fue para olvidar. Un gran final de curso le hizo acabar sexto, pero era tarde.
Para entonces ya había firmado por otro equipo ganador: el Leopard Racing. La adaptación fue algo más rápida con un podio en Austin y una victoria en Catalunya, pero tres ceros en las cinco primeras carreras habían condicionado sus opciones de título, acabando en cuarta posición final. Pasaban los años y, con ellos las oportunidades.
Otrora candidato a todo, decidió aceptar la oferta del Italtrans para saltar a Moto2, dejando un palmarés en Moto3 de ‘solo’ tres victorias en 24 podios que resumía bien su periplo en la categoría ligera: siempre rodeando la gloria, rara vez en lo alto. Tras seis años era el momento de salir de ahí, quién sabe si por empeñarse en ser campeón las ofertas acabarían por esfumarse.

En su primera carrera hizo top ten. Lejos de la jauría de Moto3, donde pilotos rápidos y lentos se veían envueltos en una amalgama de rebufos, estaba por fin en una categoría donde vérselas a solas con un ritmo. Con los vaivenes lógicos de un rookie, cuajó un gran año; y con el tercer puesto en Brno mantuvo su racha de pisar el cajón todas las temporadas.
De cara a 2020 tenía todos los ingredientes para brillar: una categoría en la que se sentía a gusto, la experiencia de un año y la estabilidad de continuar en la misma estructura, donde además tampoco tenía la presión de ser campeón. Ya en Qatar mostró sus credenciales subiendo al podio, y a la vuelta del confinamiento terminó por destaparse.
Noveno en la primera carrera de Jerez, ganó en la segunda y repitió en Brno para catapultarse al liderato, que perdió en el Red Bull Ring tras un accidente que pudo acabar en tragedia seguido de un décimo puesto. Desde entonces, y salvo el undécimo puesto en mojado en Le Mans, jamás bajó del sexto puesto. Había aprendido la lección.
La clave era atacar en los lugares propicios como Misano (tercero y victoria) o Aragón (segundo y tercero) y sumar cada punto posible en los demás. De los cuatro candidatos al título fue el que menos errores cometió, demostrando que el apodo de la ‘Bestia’ derivado de su apellido es aplicable a su inteligencia en carrera, vital para conquistar un mundial tan igualado.