Durante muchos años, el español Jorge Lorenzo dominó a su antojo el carácter de la Yamaha YZR-M1, adquiriendo una destreza inusitada en el paso por curva, principal virtud de la máquina. Un estilo de pilotaje muy concreto que se erigió en el necesario para extraer todo el jugo de esa M1 y plantar cara a las doradas alas de Marc Márquez.
Cuando se marchó rumbo a Ducati, fue como si todo su conocimiento sobre dicha técnica se hubiese quedado guardado en un cajón. Realmente estaba a la vista de todos en el box, ya que tenían la telemetría, pero nadie conseguía replicarlo. No lo había logrado Valentino Rossi y no lo haría tampoco el joven y talentoso Maverick Viñales, pese a intentarlo con ahínco durante años.
Medio siglo antes, Disney había decidido convertir en una película de animación el libro de Terence Hanbury White titulado ‘La espada en la piedra’ (‘The Sword in the Stone’), si bien en España se tradujo como ‘Merlín el Encandador’.
La premisa de la historia es bien conocida: en una época de oscurantismo en Inglaterra tras el fallecimiento del rey, aparece una legendaria espada llamada Excálibur clavada en una piedra, en cuya empuñadura se podía leer: "Quien logre sacar esta espada de la piedra será proclamado por derecho Rey de Inglaterra".
La técnica para pilotar la M1 es, desde hace años, la Excálibur de MotoGP. Es la única forma de ser rey de MotoGP con Yamaha. Los pilotos más fuertes intentaron en vano extraerla de su piedra. Nadie podía imaginar que aquel adolescente francés llamado Fabio Quartararo que deambulaba por el paddock sin destacar en Moto3 y Moto2 sería el elegido. Ni él mismo.

Sin embargo, el chico era especial. Se había visto ya en su infancia que poseía una habilidad innata. Lo que no se vislumbraba era la oportunidad. Y, como en las películas de Disney, un día sucedió algo que para el espectador puede resultar inverosímil: un equipo compró la plaza de otro (Petronas-Aspar), un piloto se fue a un equipo inesperado (Lorenzo-Honda), otro decidió retirarse (Pedrosa) y Quartararo acabó en la M1.
Así, como el joven Arturo se topó con la piedra y extrajo la espada sin ninguna dificultad, Quartararo ni siquiera reparó en la telemetría: simplemente se subió a la Yamaha y empezó a fluir sobre ella, deslizándose por las curvas con una maestría que le salía totalmente natural.
En Silverstone (piedra plateada en su traducción literal), el paso por curva adquiere una importancia capital. Y allí, donde sus rivales querían apurar sus opciones de título, el joven Quartararo completó una auténtica exhibición. En el día de las seis marcas en el top 6, él puso la diferencia. Con un ritmo endiablado se escapó en un trazado en el que Yamaha no ganaba desde 2015.
Hay otra cosa que Yamaha no hace desde ese mismo 2015: sentarse en el trono de MotoGP. Su ya más que cómoda ventaja en la clasificación general hace pensar que eso va a cambiar muy pronto. Quartararo ya tiene la espada, el siguiente paso es sentarse en el trono y convertirse en el rey Fabio.