Ducati regresó a la estación invernal de Madonna di Campiglio para su puesta de largo de cara a la temporada 2023. Hacía exactamente una década que no se celebraba una presentación en este icónico escenario que durante años acogió un evento conjunto en el que participaban Ferrari y Ducati, cuando a ambas marcas estaban bajo el paraguas de la corporación Phillip Morris; y que llegó a convertirse en el evento más mediático de la pretemporada los años que coincidieron Fernando Alonso y Valentino Rossi en la nieve.
El retorno a Madonna di Campiglio fue todo menos que casual, ya que había mucho que celebrar después de un 2022 irrepetible en el que se ganó la triple corona (pilotos, constructores y equipos) tanto en el campeonato de prototipos como en el de las motos de serie. El Administrador Delegado de Ducati Motor Holding, Claudio Domenicali, definía de una manera muy concreta lo que se veía en el escenario. “Se trata del mejor equipo de la historia de Ducati Corse, el mismo que nos ha llevado a la cima del mundo”.

Fue una presentación por todo lo alto, como no podía ser de otra forma, y no solo por la localización. Acorde con el momento histórico que está viviendo la fábrica de Borgo Panigale, y para dar lustre al inédito doblete de 2022, juntó en la misma presentación a sus equipos oficiales de MotoGP y Superbike, algo que tampoco había ocurrido hasta la fecha.
Mejorar los números del año pasado se antoja prácticamente imposible, así que la meta en 2023 pasa por defender todo lo logrado el año anterior. Pero más allá de objetivos y de las novedades técnicas que se implementen, el principal foco de atención estuvo en un detalle estético que presidía el carenado las respetivas DesmosediciGP y Panigale V4R de los campeones reinantes.
“El número 1 representa quién eres, representa tu identidad como campeón del mundo. Así que para mí es importante rendir homenaje a otros campeones del mundo. El 63 siempre será mi número, lo recordaré, y siempre lo llevaré en mi moto, pero espero que sea junto con el 1”. Con estas palabras explicaba Pecco Bagnaia la decisión que acababa de anunciar. A su lado, Álvaro Bautista casi calcaba su discurso y añadía, “supone un gran reto portar este número 1. Para mí será un desafío personal porque el único resultado que sirve es ganar”. Tanto Pecco como Álvaro argumentaban, y hasta justificaban, una decisión que hace años era una ley no escrita. La de que el campeón luciera el 1 en el carenado.

Mientras que en WSBK se ha mantenido muy vigente la tradición y han sido contadas las excepciones que mantuvieron su número (el último en saltarse la regla, por cierto, fue Carlos Checa que compitió con el 7); en MotoGP no se veía este valioso dorsal desde hacía una más de una década. El último en hacerlo fue Casey Stoner en 2012 y además del australiano, solo lo han lucido en la era MotoGP Nicky Hayden y Jorge Lorenzo (y en el caso del balear, únicamente en su primera defensa del título en las tres veces que reinó).
En el siglo XXI el merchandising se impuso a la tradición. A pesar de que anteriormente ya se diera algún caso puntual como el de Barry Sheene en los 70, el piloto que cambió la perspectiva fue, cómo no, Valentino Rossi que hizo de su icónico 46 toda una seña de identidad.
Una tendencia que siguieron el propio Lorenzo con el 99, Marc Márquez con el 93, y en los títulos de Joan Mir (36) y de Fabio Quartararo (20), y que demuestra que la decisión siempre la tiene el piloto. En 2023 Bagnaia (y Bautista) harán un guiño al pasado y, por qué no decirlo, a la marca que les paga. Y está será otra victoria de Ducati fuera de la pista, porque, ¿qué marca no querría ver el número 1 presidiendo unas máquinas que presumen de excelencia tecnológica?