Subcampeones de leyenda (13): Marco Melandri

El italiano es el único piloto que se ha quedado a las puertas de ganar MotoGP y Superbike.

Marco Melandri vivió sus mejores años en MotoGP con la Honda del Gresini Racing (Foto: Gold & Goose).
Marco Melandri vivió sus mejores años en MotoGP con la Honda del Gresini Racing (Foto: Gold & Goose).

El talento para ir en moto es condición sine qua non para llegar a lo alto del motociclismo de competición, especialmente en un siglo XXI donde la profesionalización del deporte hace que las parrillas estén colmadas de pilotos rápidos, desterrando la figura del amateur que rellenaba parrilla con más ilusión que velocidad. Sin embargo, siendo condición necesaria para asaltar la cima, no es suficiente para mantenerse en ella.

El trabajo y la disciplina son, a la postre, las características que acaban marcando la diferencia entre los pilotos más talentosos de cada momento. Y son, seguramente, la diferencia entre lo que ha sido la trayectoria de Marco Melandri y lo que hubiera podido ser. Lo que ha sido es una carrera deportiva magnífica. Lo que hubiera podido ser nadie lo sabe, pero sí se puede atisbar por la de veces que se ha quedado a las puertas de ser algo más.

Cómo olvidar su irrupción en el octavo de litro a finales de los noventa. Tras debutar en Brno 1997 se plantó en la parrilla de 1998 a tiempo completo y acabó tercero con dos victorias y ocho podios. Favoritísimo para 1999, sucumbió ante la regularidad de Emilio Alzamora, al que intentó tirar a la desesperada en Buenos Aires para ganar por las bravas un título que había perdido durante la primera mitad de año. Por suerte para el motociclismo, no le salió bien.

Saltó a 250cc y, en una progresión aritmética perfecto a tres años, acabó quinto, tercero y, finalmente, campeón. Era 2002 y, con 20 años, no eran pocas las personas que le miraban de reojo como potencial campeón de la categoría reina: era tres años menor que Valentino Rossi y poseía talento a raudales.

Dos años decepcionantes sobre una Yamaha dieron paso a su fichaje por el Honda Gresini, donde heredó el puesto de subcampeón de su compañero Sete Gibernau, aunque muy lejos (a 147 puntos) de ser la alternativa a Rossi que sí había sido el español. Daba igual: ese 2005, donde logró sus dos primeros triunfos en clase reina en las dos últimas carreras, le reafirmaba como aspirante al título.

Al año siguiente llegaron tres victorias más, pero le faltó regularidad y acabó cuarto, siendo quinto en 2007. Tras un año horroroso en Ducati, una pincelada de su valía con el podio con la Kawasaki del Hayate y otro año sin pena ni gloria en Honda Gresini, puso rumbo a Superbike de la mano de Yamaha.

Desde el principio se vio que había acertado: subcampeón a la primera en el año que dominó Carlos Checa. En 2012 cambió a BMW y a falta de seis carreras tenía el título a tiro, ya que lideraba con 18,5 puntos sobre Max Biaggi. A partir de ahí, el desastre: dos caídas en Nurburgring y otros dos ceros al lesionarse en Portimao le hicieron acabar el año tercero.

Fue cuarto los dos años siguientes, puesto que repitió al volver en 2017 tras un lamentable paso por MotoGP con Aprilia. Quinto en 2018 y décimo en 2019, donde dijo adiós como una leyenda del motociclismo moderno y la eterna sensación de lo que pudo ser y no fue. Lo que fue es un título mundial de 250cc que, sin ser baladí, palidece ante lo que pudo ser: tres subcampeonatos más, otros tres terceros puestos y una vida en el top 5, en el que ha terminado 14 temporadas entre ambos campeonatos.

Sete Gibernau

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