La primera temporada de MotoE se puede abordar desde muchísimos prismas, desde el triste incendio en los test de pretemporada hasta la espectacularidad de las carreras. Desde las críticas a la no reducción de la contaminación hasta el buen rendimiento de la Energica Ego Corsa, pasando por el debate sobre el sonido al más puro estilo de las carreras de vainas de Star Wars, que encuentra muchísimos detractores y también un buen puñado de simpatizantes.
Sí hay un punto donde hay un consenso casi total es en la diversión que supone ver a un buen número de pilotos profesionales en motos idénticas, lo que ha derivado en una enorme igualdad en las carreras y, por ende, en el campeonato. Con solo seis carreras la regularidad alcanzaba una importancia capital.
Una regularidad nada sencilla de conseguir con tantos pilotos separados por unas décimas, y donde adaptarse mejor a un circuito concreto ha marcado la diferencia, sobre todo en aquellos con doble carrera. Sin embargo, tan importante como ganar en el trazado propicio ha sido sumar muchos puntos en los demás.
Así es como se ha proclamado campeón el italiano Matteo Ferrari, cuyo título ha llegado a través de una corriente continua de puntos en la que sus dos victorias en Misano fueron solamente el impulso definitivo a una temporada prácticamente perfecta en la que ha finalizado todas las carreras en el top 5 para terminar superando por once puntos al británico Bradley Smith, que logró hasta cuatro podios pero ninguna victoria.
Por el otro lado están pilotos como Eric Granado –ganador de las dos carreras en la cita final de Valencia- o Héctor Garzó, que si bien se han mostrado rapidísimos durante todo el año han cometido algunos errores que les han privado de poder luchar con el italiano; por no hablar de Niki Tuuli y Mike Di Meglio, que consiguieron las dos primeras victorias de la historia de la categoría pero no pudieron trasladar esos éxitos a otros circuitos.
La alternancia en la zona alta ha sido enorme durante todo el año, y la continuidad en la misma ha sido capital para que el título haya ido a parar a manos de Matteo Ferrari, un piloto cuyo paso mundialista por Moto3 se saldó con apenas 15 puntos en 47 carreras entre 2013 y 2015, con un noveno puesto como mejor resultado.
Volvió al nacional italiano –donde había sido subcampeón de Moto3 en 2012-, pero lo hizo saltando a Superbike. Se adaptó rápido a las motos grandes, acabando tercero en 2016, cuarto en 2017 y subcampeón en 2018, donde además ganó como wild card en la cita de Imola del Europeo de Superstock 1000.
Para 2019 decidió salir de Italia en una doble apuesta: Europeo de Moto2 y Copa del Mundo de MotoE. En el FIM CEV no ha brillado, pero en la categoría eléctrica ha estado especialmente enchufado, sobresaliendo en una parrilla llena de grandes nombres para ser, con todo merecimiento, el primer campeón eléctrico. En 2020 buscará repetir título.