No hay otro paddock como Motegi

La primera cita del ‘Triplete’ de MotoGP es el GP de Japón, un lugar especial y donde realmente sientes que estás muy lejos de casa.

No hay otro paddock como Motegi
No hay otro paddock como Motegi

Además del jet lag, que ya me ha golpeado en mi primera noche en Japón, el impacto que sufres cuando aterrizas en un país como éste es que te sientes como si estuvieras en otro planeta, culturalmente hablando. Para el estándar de vida occidental, son una sociedad, digamos, muy cuadriculada. En el buen sentido de la palabra.

No hay otro paddock como Motegi

No hay otro paddock como Motegi

Si el responsable de controlar el acceso a la sala de prensa tiene el cometido de revisar tu acreditación, te pedirá que le enseñes el pase cada vez que entras o sales, por más que te vea cien veces durante el fin de semana o que salgas de la sala y entres al momento porque se te ha olvidado la grabadora. Nos puede parecer una actitud más propia de una máquina que de una persona, pero ellos son así. Y todo hay que decirlo, educadísimos como no te puedas imaginar.

Es el tipo de comportamientos que también ves entre la gente que acude al GP, ya sea a las gradas o al propio paddock. No hay otro igual al de Motegi. No hay tumultos ni gritos cuando aparece Valentino Rossi o Marc Márquez. Los aficionados no se mueven del espacio donde les tienen colocados entre vallas, sin empujones y ordenados sin intentar ganar la posición para estar más cerca del piloto.

No hay otro paddock como Motegi

No hay otro paddock como Motegi

Otra de las cosas que llaman la atención es que no ves un solo aficionado ‘casual’. Todos llevan los colores de su piloto, con todo su merchandising oficial y actualizado. Y así visten a sus niños y ¡hasta a sus mascotas! Aquí no hay una mayoría ‘rossista’ tan acentuada y hay mucha más variedad. Y una vez que se hacen de un piloto, la fidelidad es absoluta, y los pilotos sienten ese respeto que les profesan desde hace años.

No hay otro paddock como Motegi

No hay otro paddock como Motegi

Un ejemplo que conocí el año pasado es el de Maiko Murakami, una aficionada que se hizo de Pol Espargaró el día que el piloto de Granollers debutó en el Mundial. Desde su primer GP de Japón acude religiosamente a visitarle y hacerse la foto de rigor, vestido de sus colores. En 2006, Maiko se presentó con las uñas de las manos pintadas con las letras que formaban su nombre, y el año pasado cambió al naranja ‘oficial’ Red Bull KTM, después de tres años con los colores del Monster Tech3.

Así es el paddock de Motegi, un lugar único y especial en un campeonato cada vez más globalizado como el de MotoGP.

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